Título: El cementerio de los hijos de Dios y su carga de muertos ilustres
Fecha de publicación: 30-04-1948
Publicación: El Heraldo


EL CEMENTERIO DE LOS HIJOS DE DIOS Y SU CARGA DE MUERTOS ILUSTRES

Desde hace unos días se rumora con insistencia que el "Cementerio de los Hijos de Dios" va a ser demolido, para levantar en sus terrenos una urbanización obrera. Como si no existieran bastantes terrenos ejidales, el Honorable Concejo Municipal quiere echar mano de esta tradición venezolana que aún nos resta para sus obras de intención social, en una ciudad donde ya no existe ninguna tradición histórica. Parece que existe un marcado afán de destruir la poca tradición que nos resta, tal los atentados que diariamente contemplamos con la Casa de Miranda, con la Casa de Humboldt en Barcelona, con la Academia de la Historia, con la Casa de las Madrices donde se alojara el último Capitán General de Venezuela, con la casa de la Familia Echenique que era una auténtica reliquia colonial.
De la Caracas de la colonia sólo nos quedan sus crónicas, y aún estas el día menos pensado las quemarán de acuerdo al criterio absurdo en que hoy estamos viviendo. Inútil ha sido el afán de la Junta de Conservación de las Reliquias Históricas del país ante la brutal avalancha de las autoridades gubernativas que no saben sentir respeto por este pasado histórico. Ahora, parece toca el turno al Cementerio de los Hijos de Dios, viejo recuerdo de los venezolanos del 1800, con su triste y dolorosa historia y sus muertos ilustres, rodeado de sus fosas comunes y sus tumbas llenas aún de las víctimas del cólera, la terrible epidemia q´(sic) agostó a una buena parte de nuestra población a mediados del pasado siglo.
El "Cementerio de los Hijos de Dios" está hoy en completo estado de abandono lleno de malezas y con sus tumbas abiertas y profanadas, algunas de ellas. El pasado año el Cronista de la Ciudad, Enrique Bernardo Núñez y varios miembros de la Junta Conservadora de las Reliquis (sic) Históricas propuso a la Municipalidad se crearan unos jardínes en su recinto, y que se conservaran sus muros de tanta tradición histórica. Todo quedó en proyecto, como las ideas hermosas de algunos buenos venezolanos. En aquella ocasión le visitamos. Muchas de las tumbas habían sido abiertas, la maleza todo lo invadía y de la capilla sólo quedaban los muros destruidos. Pero la paz ambiental nos infundió un profundo respeto por aquellos muertos olvidados.

LA EPIDEMIA DEL COLERA
El día 13 de agosto de 1855 llegó a La Guaira un barco del cual desembarcaron algunos pasajeros que habían contraído el terrible flagejo (sic) del cólera. La enfermedad se propagó como el fuego y a las ocho de la noche se habían registrado en el Puerto 12 defunciones. El gobierno de Caracas, alarmado ante el problema que se le venía encima tomó las precauciones para combatir la terrible epidemia. Todo fué inútil: familias enteras morían diariamente de la enfermedad en pocas horas y los diarios publicaban algunas recetas para prevenirla. Los coches y las urnas eran insuficientes para trasladar a los muertos al Cementerio Municipal y la Municipalidad autoriza a los sepultureros para que las víctimas sean incineradas o enterradas en grupos en el sitio denominado "Sabana del Blanco" al norte de la ciudad, en los terrenos situados entre el Hospital Vargas y el Cementerio de los Hijos de Dios.
El día 23 de setiembre del mismo año se reunen en la casa de Don Casimiro Hernández algunos vecinos de Caracas con el fin de fundar una sociedad que acometa la empresa de construír un Cementerio en Caracas para que las víctimas no sean profanadas. Los comisionados comenzaron a trabajar eligiendo un terreno en el área situada hacia la parte centro–norte de la población, exactamente a un costado de la "Sabana del Blanco". El permiso oficial fué obtenido el primero de octubre del mismo año y la Junta Pro Cementerio se dirigió a la Junta de Ejidos solicitando en "enfiteusis" doscientas varas de Naciente a Poniente y ciento cincuenta de Norte a Sur en el lugar mencionado. El Concejo Municipal aprobó con muy pocas intervenciones de sus miembros el reglamento que habría de regir al Cementerio al que decidió dársele el nombre de "Cementerio de los Hijos de Dios". El ingeniero Olegario Meneses fué encargado de la dirección de los trabajos. La bendición se verificó el día primero de noviembre de 1856 por el Arzobispo de Caracas y Venezuela con asistencia del Rvdo. Señor Obispo de Guayana. Los señores Olegario Meneses y Fabricio Conde ascendieron a la tribuna improvisada en medio de la espesa arboleda para pronunciar las palabras de inauguración. El día de su inauguración se había concluído el trabajo de ornamentación y la capilla, el muro y numerosas bóvedas que se iban llenando poco a poco, con una constancia dolorosa con los restos ilustres. Las víctimas del cólera eran enterradas en las afueras, en fosas comunes. Después de terminada la epidemia se siguió dando sepultura a los muertos en aquel cementerio abandonado, hasta 1876 que se clausuró y se habilitó el Cementerio General del Sur.
Los descendientes de los que formaron la Junta Pro–Cementerio de los Hijos de Dios, señores Fermín Toro, el doctor Luciano Arocha, Francisco Conde, doctor Mariano de Briceño, el Director del "Diario de Avisos" José de Iribarren, doctor Pedro Medina, Gabriel Bello, doctor Antonio Parejo, Teniente Francisco Herrera, Bonifacio Marcano y José Padilla parecen ser los dueños legítimos de estos terrenos que ellos compraron con contribuciones especiales, por derecho de bóvedas, etc. para su sostenimiento.

PERSONAJES ILUSTRES ENTERRADOS
En el Cementerio de los Hijos de Dios están enterrados numerosos próceres de nuestra Independencia y de la Federación, como también familias notables y periodistas y publicistas de Caracas, entre ellos:
El general José de Austria actor de nuestras luchas políticas y del "Bosquejo de la Historia Militar de Venezuela en su Guerra de Independencia", quien murió en Caracas a los 72 años, el 29 de diciembre de 1863. Desde 1811 en el albor de nuestras luchas independentistas, el General José de Austria tomó parte en todas las campañas de la Independencia bajo las órdenes de Francisco de Miranda, la primera en Valencia, y la última en la Sierra de los Llanos bajo las órdenes del General Páez. El año de 1828 estuvo en el Sur de Colombia bajo las órdenes del Libertador.
Juan Vicente González, primer periodista venezolano y uno de los más notables pensadores de América. Nació en Caracas el 28 de Mayo de 1810 y murió en 1866 siendo enterrado en el Cementerio de los Hijos de Dios al lado de su madre y hermanas, según aseguran los cronistas o historiadores. Hombre nutrido por una gran inteligencia y fuerza de voluntad. Juan Vicente González se hizo a sí mismo desde su tierna infancia en lucha contra un medio hostil. Llegó a la Universidad donde obtuvo su licenciatura en Fiolsofía (sic) en 1830, el año fatídico para Venezuela.
De sí mismo decía Juan Vicente González: "hallarás un mineral fundido con la sangre de mi pecho al fuego de mi corazón". Enemigo declarado de todas las dictaduras, monaguista, guzmancista y federalista, les combate desde la prensa con gran brillantez y va a parar a la cárcel. Felipe Tejera dijo de él "ganará más batallas con su acerada pluma que todos los generales con su espada". Es Juan Vicente González el autor afortunado de la "Biografía de José Felix Rivas" y de numerosas monografías.
General de División José Antonio Muñoz Tébar – 6 de febrero de 1856.
General Miguel Arismendi – 11 de mayo de 1871.
Francisco Riera Aguinagalde – 19 de diciembre de 1868.
Doctor Tomás Aguerrevere, ilustre publicista – 24 de julio de 1874.
Doctor Manuel Cala, Prócer de la Independencia – 4 de septiembre de 1859.
Pedro Villapol, Prócer de la Independencia – 4 de diciembre de 1878.
General Esteban Herrera Toro – 8 de octubre de 1864.
La Familia del Marqués del Toro y la Familia de Juan Vicente González, hermanas y madres del ilustre periodista y libelista venezolano. Y muchas familias ilustres más, cuyas tumbas permanecen aún en el viejo Cementerio de los Hijos de Dios.
De ser cierto el rumor callejero que hemos recogido por allí, se haría de rigor el traslado de aquellas venerables cenizas al Cementerio General del Sur y la de los Próceres al Panteón Nacional, como es lo justo y cabal. Pero en verdad que es doloroso que se desaloje a los muerts (sic) para dar cabida a los vivos, como si Venezuela no fuera una gran extensión de tierra inhabilitada, como si no existieran millares de kilómetros de tierra que pide de por Dios que los vivos vayan a habilitarla. Nos pronunciamos porque se dejen a los muertos en la paz de sus sepulcros y que Venezuela no presente el bochornoso espectáculo de desalojar a sus muertos ilustres para dar cabida a los vivos, habiendo tanta tierra abandonada en el territorio de la entidad venezolana. El triste espectáculo de acabar con nuestra poca tradición histórica.
Que se levanten, sí, no una, millares de urbanizaciones obreras, pero no sobre las tumbas de los muertos venerables. Venezuela tiene suficiente terreno donde levantarlas...

(*) La presente transcripción es una copia fiel del texto original. Los aparentes errores de redacción, ortografía, acentuación, concordancia y tipeo son producto del estilo periodístico y de las técnicas de edición de la época. Únicamente se corrigió la inversión de líneas. El adverbio de modo sic se empleó entre paréntesis después de aquellas palabras o expresiones con errores muy evidentes de ortografía o tipeo para asegurar que la expresión precedente es una cita textual.