Autor: Rómulo Betancourt
Título: Otra vez el Banco Central de Emisión.
Fecha de publicación: 12-01-1938
Publicación: Diario Ahora


De nuevo está sobre el tapete de la discusión pública la idea de crearse en Venezuela un Banco Central de Emisión. La incorporó otra vez al debate de prensa y de corrillos la circunstancia de que el Presidente de la República anunciara, en su discurso del 31 de diciembre, que la cristalización en realidad de esa idea es uno de los objetivos del Plan Trienal.
Cierta prensa, ducha en el arte de complicar las cosas simples, pretende ahora que ese expreso compromiso oficial con la Nación no tiene tal carácter. En otras palabras, que el Ejecutivo no está obligado a traducir en realidad la promesa de establecimiento de un Banco Central de Emisión hecha en la enunciación del Plan Trienal.
Nos parece inaceptable esa posición ambigua asumida por la prensa a que aludimos. Si está en desacuerdo con el establecimiento de un Banco de tal índole, que lo diga explícita y responsablemente. Pero que no pretenda eximir al Ejecutivo Nacional de un compromiso insoslayable que contrajo con la Nación, cuando el jefe de ese poder habló a la República por radio en la medianoche del 31 de diciembre.
Es de una elemental lógica que, por lo menos para el Ejecutivo, debe haber pasado la hora de las vacilaciones con respecto a si debe o no establecerse en Venezuela un Banco Central de Emisión. Si no fuera así, no se explicaría la actitud del Presidente de la República al prometer que se fundará antes de expirar su mandato una institución de esa índole.
Los antecedentes de esta debatida cuestión son del dominio de todos los venezolanos. Vale la pena, sin embargo, refrescar hechos que pueden haberse esfumado en algunas memorias de frágil naturaleza.
En su programa de Gobierno del 21 de febrero de 1936, la actual Administración contrajo el compromiso de establecer un Banco Central de Emisión en el país. Esa promesa fue ratificada, el 21 de diciembre del mismo año de 1936, por la comisión revisora de las leyes de Hacienda, presidida por el doctor Atilano Carnevali, entonces Ministro de Hacienda.
No obstante estos explícitos compromisos, el Ejecutivo no envió el proyecto de ley respectivo ni al Congreso del 36 ni al del 37. Fue entonces cuando presentó el suyo, en las sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados, el doctor Julio Alvarado Silva, representante por el estado Lara.
La Banca privada, la misma que se beneficia. pingüemente con las emisiones de billetes, declaró una guerra sorda al proyecto Alvarado Silva. Cierta prensa salió en defensa del agio organizado, de la usura elevada al rango de institución. Esta campaña culminó en un discurso del Presidente de la República, el 1º de junio de 1937, haciendo sugerencias sobre el alcance de la Ley que crearía el Banco Central; y con un dictamen del experto yanqui Constantino E. Mc.Guire, opuesto a la idea de un Banco de esa índole. El papel que en todo esto jugó la Banca privada fue visible aun para el más miope. Es más: en un alarde de sinceridad, uno de los más connotados banqueros nacionales, según afirmó en la Cámara, el diputado Alvarado Silva, no se recató en decir que atacaba el propósito de crearse un banco Central de Emisión en defensa de los intereses representados por su propio Banco.
Habidos estos antecedentes; se ve claro que hay dos tesis en presencia: la que considera como una de las necesidades más urgentes de Venezuela, para superar su atraso y su desbarajuste económicos, el establecimiento de un Banco Central de Emisión; y la de los que niegan esa necesidad.
Y si el Ejecutivo por poca del Presidente de la República, ha ratificado en su discurso del 31 de diciembre lo que ya había prometido en el programa de 21 de febrero de 1936, es porque está unánimemente de acuerdo en que debe transformarse en realidad la idea de un Banco Central de Emisión.
No es posible a estas alturas que se diga, como se ha dicho en primeras páginas de leídos diarios, que el Ejecutivo simplemente ha lanzado una iniciativa para someterla a la discusiól1 públi9a. No. El Ejecutivo ha contraído un compromiso insoslayable con la Nación: el de fundar un Banco Central de Emisión antes de que expire el período presidencial del general López Contreras.
Ante esta realidad concreta, clara, deben estrellarse todos los malabarismos verbales de ciertos virtuosos de la natación entre dos aguas.
En la cuestión del Banco Central los términos son dilemáticos: o se está con la tesis del Ejecutivo, de su establecimiento; o se está contra la tesis del Ejecutivo, y por el postergamiento de esa iniciativa. No caben los términos medios ni las actitudes blanqui-negras.
Por nuestra parte, hemos adoptado siempre una posición neta y definida en esta cuestión. En esta columna se ha abogado en toda oportunidad por el establecimiento del Banco Central.