Autor: Rómulo Betancourt
Título: Substitutos del carbón vegetal.
Fecha de publicación: 04-02-1938
Publicación: Diario Ahora


Esta a la orden del día la cuestión de los posibles sustitutos del carbón vegetal. En los usos domésticos e industriales ya no será posible la utilización de ese combustible. La resolución gubernamental, que en forma drástica ha regulado las "quemas" de carbón con el fin de proteger las reservas forestales del país, ha elevado automáticamente el precio de ese artículo, en Caracas, a treinta céntimos de bolívar el kilo, con evidente tendencia al alza. Es obvio que dentro de poco tiempo, cuando estén totalmente agotadas las reservas de carbón quemado antes de regir la regulación aludida, el precio de ese combustible será prohibitivo. No podrá utilizarlo sino la gente de dinero.
La medida de proteger las reservas forestales del país no merece la menor objeción. Hace mucho tiempo debió tomarse. Toda la energía que se despliegue para evitar que las "quemas" de carbón en las cabeceras de los ríos contribuyan a disminuir el caudal de las aguas, será energía útilmente aplicada. El porvenir de la agricultura nacional así lo impone.
Lo que cabe discutir es si la medida coexistente a la del Ministerio de Agricultura -la que exoneró de tributo aduanero al kerosene importado- merece la misma aprobación plena. Ya en esta columna, cuando comentamos por primera vez esta cuestión, expusimos nuestro criterio. Nos pareció que lo más indicado no era disminuir, sino aumentar todo lo posible los tributos aduaneros sobre los carburantes derivados del petróleo (como es el caso de la gasolina) que hayan sido refinados en el exterior. Y, al mismo tiempo, que el Estado erigiera su propia refinería: "tratar" en ella una parte del petróleo nacional, optando por recibir en "especie" un porcentaje de esa décima parte de la producción bruta de los pozos que le acuerdan los contratos de hidrocarburos; y vendiera el kerosene, la gasolina y el fuel-oil de consumo nacional a precios bajísimos, haciendo de paso utilidades apreciables. Si Italia -país que no produce petróleo sino en proporciones mínimas- ha decretado que a partir del 1º de enero de 1939 no s e permitirá el ingreso a la península de carburantes derivados del aceite mineral refinados fuera del territorio italiano, resulta realmente absurdo que Venezuela fomente la importación de kerosene extranjero, siendo el tercer país petrolífero del mundo.
Seguiremos remachando sobre esta cuestión. Por ahora queremos referimos a otro tópico. El de los posibles substitutos del carbón vegetal como generadores de calor utilizable en el hogar y en las industrias.
En la edición de antier de este diario, nuestro compañero Brasa, en su sección "Espirales", habló de la posibilidad de utilizar también el carbón mineral. Grandes reservas de este producto telúrico guardan las minas de Naricual y de otros lugares del país. La intensificación de su explotación abriría posibilidades de beneficios para el Estado y de facilidades a quienes necesitan en su casa o en su empresa combustible que quemar.
Pero se ha dejado hasta ahora de lado el generador de calor de más bajo coste de producción, el menos expuesto a contingencias, el más cómodo: la electricidad. El carbón mineral como los combustibles obtenidos del petróleo presentan, desde el punto de vista nacional, un inconveniente común: se trata de productos obtenidos de materias primas a las cuales agota la explotación intensiva. En otras palabras, de productos de la industria extractiva minera, cuya vida se puede fijar más o menos exactamente en cuanto al número de años en que darán rendimiento. En cambio, el fluido eléctrico es obtenido por caídas de agua, cuya existencia indefinida se asegura simplemente con cuidar de que no se despueblen de árboles las cabeceras donde se generan esas corrientes fluviales.
En numerosos países, de los más avanzados del mundo en técnica y confort, la vida está prácticamente "electrificada". El gas y la electricidad presiden la vida doméstica y la industrial. Aquí también podría ser la electricidad un auxiliar cómodo del combustible que se estime básico.
No es extraño que aquí se haya dejado de lado la posibilidad de que la electricidad substituya en buena parte al carbón vegetal. Su precio de venta, nacionalmente, es incompatible con ese uso tan generalizado. Pero este no es el caso de otros países, ni sería el caso del nuestro si una acción conjunta del Estado y de las Municipalidades se cumple para abaratar la electricidad.
¿Cómo abordar esta cuestión? ¿Cuáles vías se han recorrido en otros países? Sobre este tópico, cuya importancia no necesita destacarse, versará nuestra nota de mañana.