Autor: Rómulo Betancourt
Título: Los problemas de la industrial textil
Fecha de publicación: 18-03-1938
Publicación: Diario Ahora


El Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, en su más reciente entrega, nos informa de los esfuerzos hechos por la entidad de la cual es órgano dicho Boletín en pro de las industrias textiles nacionales.
Los directivos de la Cámara celebraron con los directores y gerentes de las varias empresas textiles varias reuniones. En ellas, consideraron los problemas que afectan a esa industria nacional. Afirman los industriales que el volumen anual de sus utilidades no se compadece con el volumen de capital fijo (edificios, maquinarias, utillaje en general) ni con el de capital variable (materias primas, coste de mano de obra, etc.)
De estas discusiones se sacó en claro que el problema fundamental confrontado por los textiles es el de su incapacidad para competir en el mercado interno con la mercadería de producción extranjera. Ésta se vende a precios y en variedades de pintas que no pueden ser logrados por la producción Nacional. El Japón, especialmente, con su política de "dumping" de exportación masiva y a "vil precio", se encarga de saturar nuestro mercado; y sin que -digámoslo de paso- compense con adquisición de materias primas nacionales ese volumen elevado de diez millones anuales de bolívares que compra Venezuela en sus centros manufactureros.
Otro factor contribuye a hacer una competencia insostenible a la industria textil nacional. Nos referimos al contrabando. Ha tomado proporciones escandalosas el tráfico ilícito de mercancías con las Antillas vecinas.
De las reuniones entre los directivos de la Cámara de Comercio y los gerentes textiles surgió la iniciativa de dirigir comunicaciones a los Ministros de Fomento, Hacienda y Agricultura, sobre la situación de esa industria. Al de Fomento, por corresponderle específicamente cuanto atañe al fomento de la industria nacional; al de Hacienda, porque la cuestión de las tarifas aduaneras es esencial para una industria que si se ha sostenido en el país ha sido gracias al arancel proteccionista; y al de Agricultura, por su ingerencia en el cultivo del algodón, principal materia prima de la producción textil.
El Boletín de la Cámara da cuenta de estarse trabajando ya en los medios oficiales sobre esta cuestión. Alude concretamente a una reciente disertación del canciller doctor Gil Borges, en una reunión celebrada en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Puntualizó la resolución gubernamental de combatir planificadamente al contrabando; y anunció también un cambio en la política comercial del país, substituyendo esa fórmula ya superada por la evolución, tan poco defensiva para pueblos de débil estructura económica, de tratamiento de >, por la política de los contingentamientos y de los pactos bilaterales.
El Boletín también insurge contra dos sistemas, igualmente funestos, preconizados por algunos industriales textiles para solucionar sus problemas.
Esas dos soluciones serían:
1) Drástica disminución de los costes de producción, apelando al cómodo e inhumano y antisocial sistema de las rebajas masivas de los salarios. El Boletín condena este sistema, considerando muy justamente que 2) Desvalorización de nuestra moneda, imponiendo así por vía indirecta la restricción del volumen anual de mercancías importadas. La idea no puede ser más absurda. Los hombres nacionales más entendidos en finanzas y técnicos extranjeros tan reputados y objetivos como el profesor Vandellós han demostrado hasta la saciedad la conveniencia, para la economía nacional en su conjunto de una moneda alta, valorizada y fuerte. Y esos intereses colectivos deben ser rectificados, según los empresarios textiles afectos a una desvalorización, para mejorar su propia situación económica. En otras palabras, posponer los intereses de toda una nación, ante los particulares de un grupo de personas que acaso suma a las dos docenas.
Nos parecen dignos de todo estímulo los esfuerzos que se hagan para vitalizar la industria nacional. Librarnos de lo extranjero, consumir lo nuestro, evitar la emigración de nuestro oro, importar menos, son consignas de redención económica nacional. Más, esa ayuda a la industria nacional debe buscarse por otras vías distintas de las del sacrificio del obrero, de la esquilmación del consumidor o del perjuicio inferido a la totalidad de la economía venezolana.