Autor: Rómulo Betancourt
Título: Inversionistas, sí. Expoliadores, no
Fecha de publicación: 19-03-1938
Publicación: Diario Ahora


La UP nos ha transmitido los detalles de una recepción, amenizada con los discursos de protocolo, que se hizo en Nueva York al doctor Alejandro Rivas Vásquez, ex Presidente de nuestra Cámara del Senado.
El meeting tuvo lugar en el Indian House, asistieron a él más de doscientos exportadores, industriales y banqueros yanquis; y fue organizada por una Cámara de Comercio Venezolana existente en Estados Unidos.
No sabemos si el doctor Rivas Vásquez viaja de turista particular o lleva misión oficial de nuestro Gobierno. La recepción a la cual aludimos, que no se prodigan en Yanquilandia a los simples particulares hace presumir lo segundo. El doctor Rivas Vásquez lanzó un cálido llamamiento a los inversionistas norteamericanos, para que hagan afluir sus capitales hacia nuestros campos y ciudades.
Sus palabras, tal como se leen en un fragmento transcrito por el cable, fueron en algunos momentos irreprochables. Ni un punto ni una coma hay que ponerle o quitarle a estas palabras: "Hoy más que nunca goza el capital extranjero en Venezuela de las mismas oportunidades y derechos que se conceden a nuestros nacionales. La única buena condición que nosotros necesitamos es la buena fe y la corrección, para que se nos dé la proporción racional en la riqueza, a la cual tenemos derecho por las leyes morales y escritas, así como también por la justicia social".
En esa frase, pareciera como que el doctor Rivas Vásquez comienza a reconocer lo que no fue antes muy claro para él: el derecho del país donde aplica sus capitales el inversionista a no recibir trato negrero. Y decimos que antes el doctor Rivas Vásquez actuó más en abogado del expoliador extranjero que en defensor de las nacionales expoliadas, porque los hechos así lo evidenciaron. Es un secreto a voces que su disidencia personal con el dictador Juan Vicente Gómez, que por arte del birlibirloque lo situó en el campo de la oposición, se debió a la actitud del gobernante de no acceder a las excesivas exigencias de la United Fruit Company, una apadrinada de nuestro exPresidente del Senado. En Cuba el doctor Rivas Vásquez fue socio e inmediato colaborador en el bufete jurídico del presidente de los congresos machadistas, doctor Vásquez Bello; y a éste lo ametrallaron en una avenida habanera los estudiantes anti-imperialistas, acusándolo de ser un instrumento ejecutor de la política colonizadora del capital yanqui en Cuba. No fue precisamente la lealtad a las ansias nacionalistas del pueblo cubano que nuestro compatriota doctor Rivas Vásquez, salió de Cuba, más que apresuradamente al ser derrocado el gobierno de su amigo, Gerardo Machado.
Nosotros no podemos ver sino con agrado, aun cuando con suspicacia indígena, los propósitos de enmienda hechos en el India House, ante 200 magnates del capital yanqui, por el homenajeado doctor Rivas Vásquez.
Pero no todo fue en esa reunión de gentes importantes, alrededor de una mesa bien servida, discursos de sibilino sentido. También se dijeron palabras de ruda franqueza. Cuando habló el hombre de negocios -Mr. David Grant, del staff de la Panamerican Airways- fue para expresar en términos menos retorcidos que cuando haqló el abogado y el retórico, ambas cualidades amalgamadas en el excelente litigante y buen orador de viejo estilo que es nuestro doctor Rivas Vásquez.
Grant habló poco y dijo mucho. He aquí sus palabras: >
Rebosa candor esa confesión. El alto funcionario de la empresa yanqui que casi monopoliza nuestras rutas aéreas como las de toda América Latina siente ternuras inéditas por esta Venezuela idílica. Aquí no existen, como en Estados Unidos; esos income tax, esos impuestos directamente percibidos por el Estado sobre la riqueza, que merman las ganancias en el Norte. El producido íntegro de la explotación de la riqueza venezolana, menos una imposición de pocos millares de dólares, se reparte entre los accionistas de las grandes empresas. En Venezuela tributan tres millones de nativos palúdicos, pagando impuestos de aduana aplastantes sobre cada libra de arroz que se cuece en su hogar. Pero las grandes empresas extrajeras; obligadas a pagar en sus propios países de origen fuertes tasas nacionales, federales y municipales, están exentas en nuestra nación de "impuesto sobre la renta y de gravámenes sobre las utilidades no repartidas", como lo consignó Mr. Gant con cálido entusiasmo.
Cerramos este comentario con una frase, de esas que los pueblos previsivos
de su porvenir histórico se tatúan en las conciencias:
INVERSIONISTAS, SI. EXPOLIADORES NO.
Venga capital extranjero a Venezuela. Explote nuestras reservas, aun vírgenes, de riqueza. Roture la selva guayanesa y actualice su riqueza potencial. Pero que ese capital no se invierta en las condiciones en que lo fuera hasta ahora. Interfiéralo y contrólelo el Estado. Reserve previsivamente para la Nación una parte de las riquezas que se exploren. Obligue a tributar de acuerdo con sus utilidades a las compañías inversionistas. Ponga a resguardo al hombre venezolano de la codicia y de la explotación desenfrenada del extranjero. Si no es en estas condiciones preferible es que no venga el capital extranjero. Esperen vírgenes nuestras riquezas el momento en que podamos explotadas sin necesidad de recibir trato de colonia.