Autor: Rómulo Betancourt
Título: Lucha platónica y lucha efectiva contra el contrabando
Fecha de publicación: 01-04-1938
Publicación: Diario Ahora


Están enterados los lectores de esta sección de la intensa campaña contra el contrabando emprendida por el comercio nacional.
Esta lucha responde a una inaplazable necesidad de defensa. El comerciante que satisface puntualmente sus derechos de aduana está situado en una posición de manifiesta inferioridad para competir con quien compró y vende mercadería introducida clandestinamente al país. El problema es en determinadas regiones del país -Oriente, Maracaibo y Táchira- aun es más agudo que en Caracas. La fácil comunicación de esas regiones con Colombia, Trinidad y Curazao -centros de aprovisionamiento de los contrabandistas-, facilita la extensión de sus ilícitas actividades.
El comercio caraqueño ha constituido un comité de acción contra el contrabando. Y ese comité, a más de elaborar un pliego de exigencias al Ejecutivo Federal, ha comenzado a realizar, en las columnas de la prensa diaria, una campaña anticontrabandista de carácter moralizador.
Nuestros ojos se tropiezan en los cotidianos caraqueños con "cuñas" de ésta, o parecida redacción: "Defienda los intereses de la comunidad persiguiendo y exterminando el contrabando", "persiga sin descanso al contrabandista por ladrón, por desfalcador, por perjudicial y por despreciable". La sociedad debe perseguir y despreciar al contrabandista, etc.
Si vamos a ser sinceros, no podemos ocultar que creemos muy poco en la eficacia de esta campaña. Vivimos en un mundo dominado por el afán de la ganancia. En la ruda época del "pago al contado", las apelaciones, por patéticas que sean, a los principios morales, surten muy poco efecto cuando intereses monetarios están de por medio. Indefinidamente podrán publicarse esos encendidos llamamientos al desprecio y al odio colectivo contra el contrabandista. Y esto no será obstáculo para que el contrabandista continúe introduciendo mercancía clandestinamente ni para que el consumidor prefiera esa mercancía, por ser más barata, a la introducida legalmente por las aduanas de la República.
Tal vez un elemento psicológico actúa como factor determinante en las actitudes contumaces del contrabandista que introduce mercancía extranjera violando la Ley y del consumidor nacional que se la compra. En Venezuela existe un profundo escepticismo con respecto al sentido de justicia que priva en las autoridades fiscales En la ciudadanía se ha arraigado la idea de que el contrabandista ligado a personalidades influyentes de la política puede realizara la luz del día, impunemente, su tráfico delictuoso. Es más: se implica a ciertas autoridades fiscales en la directa comisión del delito. Lo sucedido hace algún tiempo en la Aduana de Puerto Cabello, y a lo cual hizo alusión pormenorizada la prensa de ese Puerto, contribuye a afirmar ese criterio. Y mientras éste exista, de nada valdrán las prédicas morales para detener la ola impetuosa del contrabandista. La gente ejercerá esa "industria" y encontrará encubridores complacientes porque, a más de los beneficios económicos obtenibles sentirán que ejercen una revancha contra Gobiernos considerados tolerantes con el contrabandista de alto bordo.
De aquí que, en nuestro concepto, la primera y más eficaz medida para combatir el contrabando consistiría en una drástica resolución oficial de luchar en sus propios medios contra la lenilidad o la concupiscencia administrativas. El día que se vea a los Administradores de Aduana complicados en contrabandos salir de su cargo para una cárcel pública, acusados por el Estado como estafadores del fisco, recibirá la "industria" del contrabando un rudo golpe. El día en que la Oficina Nacional de Prensa informe que ha sido decomisado a un pariente de personaje influyente de la política un lote de mercancías traídas de Europa o las Antillas con el propósito de introducirlo al país sin satisfacer los derechos arancelarios, los contrabandistas de menor cuantía sentirán que les falta tierra donde apoyarse.
Al lado de estas medidas, de carácter administrativo, otras previsiones son posibles y de utilidad indiscutible.
El profesor Vandellós, al referirse al contrabando en Venezuela, sugería, no la reducción de los aranceles solicitada por los comerciantes, sino la substitución de los impuestos de aduana por impuestos sobre el consumo. La mercancía que hubiere satisfecho ese impuesto sería contramarcada por las autoridades fiscales. Se trataría de algo semejante a la estampilla que llevan los paquetes de cigarrillos extranjeros.
En nuestras columnas, la firma Karam, explotadora de la industria de tejidos de seda, se ha dirigido al Ministerio de Hacienda, sugiriendo una solución semejante.
Los citados industriales proponen que tanto las piezas de tela importadas, como los artículos de vestir hechos, sean contramarcados, al pasar por las aduanas de la República, con un sello mecánico, en forma de "grapa". Así será fácil descubrir cuál mercancía ha sido introducida clandestinamente. Bastará el que se constate el no estar contramarcada con el sello indicador de haber sido satisfechos los derechos causados por dicha mercancía.
Medidas de estos órdenes son las que creemos más eficaces en la lucha contra el contrabando. Nuestro escepticismo es grande con respecto a los resultados positivos que se obtengan de una simple campaña moralizadora, a base de slogan o consignas publicadas en las columnas de la prensa diaria.