Autor: Rómulo Betancourt
Título: Nuevas incidencias derivadas de la política petrolera mexicana
Fecha de publicación: 11-04-1938
Publicación: Diario Ahora


Las agencias noticiosas continúan informando dejas repercusiones que sigue teniendo el trascendental decreto suscrito por el presidente Lázaro Cárdenas. No pasa día sin que desde México, desde Washington, desde Londres, se trasmita una nueva interesante, relacionada con el importante affaire. Si alguna duda se hubiera tenido con respecto a la trascendencia de esa medida, hace rato estaría desvanecida con la polvareda internacional que ha levantado.
En el momento de escribir esta cuartilla, dos hechos apasionan a la opinión mundial, en relación con la audaz medida nacionalista adoptada por la administración Cárdenas.
La primera, es la clarificación de la actitud norteamericana, con las declaraciones del Secretario de Estado, Cordel Hull. La segunda, la neta fijación de posiciones por el Gobierno conservador de Inglaterra. Mientras la Casa Blanca -que bajo la Presidencia del segundo Roosevelt pregona su adhesión a las fórmulas democráticas- parece avenida con la nacionalización que afecta a fuertes inversionistas norteamericanos, Ten Downing Street -donde un Chamberlain amigo de las fórmulas "totalitarias" de Gobierno le marca el rumbo al imperio británico- reclama airado el reintegro a la Mexican Eagle Company de las pertenencias nacionalizadas a ciudadanos o empresas inglesas.
Ha habido, en los últimos días, un cambio de notas de amistoso colorido entre ciudad de México y la Casa Blanca. En nota entregada por el gobierno Cárdenas al embajador Daniels; dice el presidente de México: >. El timonel de la Cancillería yanqui ha contestado, por su parte, en términos igualmente cordiales. De la respuesta de Mr. Cordel Hulll destacamos este párrafo: "Estoy; desde luego, satisfecho con las expresiones de amistad, estimación y confianza de parte del Gobierno mexicano y del pueblo hacia el Gobierno y pueblo de los Estados Unidos, así como por la declaración de la determinación de México de hacer honor a sus obligaciones pasadas y presentes",
Estas palabras son las únicas que podía pronunciar la Cancillería norteamericana. Ya es un lunar demasiado ostentoso, en la política del "buen vecino", la férrea dominación colonizadora que se mantiene contra la irredenta Puerto Rico, para que se agregara otro más. El magistrado que pronunció el discurso de Chicago y que hizo, en enero de este año, la encendida y patética defensa ante el Congreso de la Unión de los pueblos débiles, lastimados en su independencia y autodeterminación por las "naciones piratas", no podía, sin cubrir su política exterior de un resonante desprestigio, adoptar posiciones agresivas ante un diáfano acto de soberanía ejecutado por el Gobierno de México.
México, pues, indemnizará a los inversionistas de Yanquilandia. Y, por lo visto, pagará mucho menos de cuanto se había previsto. El cable nos informa que ha desmenuzado el Instituto de Elcokings, el montante de las inversiones aceiteras en México; y que están muy por debajo de las estimaciones corrientemente aceptadas Ese instituto técnico dice que el capital extranjero en esa industria ascendía para febrero de este año, a la suma de 208 millones de dólares. Más, considera también que esa suma se basa en las cifras presentadas por las mismas compañías, las cuales no pueden ser aceptadas sin rigurosa discriminación. Las razones que aporta el Instituto para pensar así
son las que transcribimos textualmente: > Tomando en cuenta esa proporción, quedaría reducida la inversión extranjera en la producción petrolera mexicana a la suma de 25 millones de dólares. Deducida de esa cantidad la de 12 millones de dólares que adeudan las empresas expropiadas al Gobierno y a trabajadores mexicanos (6 millones al fisco por impuestos no satisfechos, y 6 millones a empleados y obreros por sueldos y salarios no pagados), resulta un saldo intrínseco de 13 millones de dólares. Esta sería la suma que, en justicia, debiera pagar México por los pozos y construcciones de que se ha incautado.
La actitud de Inglaterra está muy a tono con el rumbo de su Gobierno. ChamberIain, y las fuerzas conservadoras sobre las cuales se apuntala su Gabinete, son devotos de la política exterior de >. El Gobierno que sacrificó a Eden para complacer a Roma no podía vacilar ante la imposición de Deterding y los otros barones británicos del aceite. Aun a trueque de comprometer los intereses de Inglaterra en África y en el Mediterráneo, bien podía el Gobierno de Londres aceptar la conquista de Etiopía y dejarle mano libre a los italianos y alemanes en España. En este caso, son dos Gobiernos armados hasta los dientes los que exigen pleitesía. En el de México, la situación la ha considerado muy distinta el Gobierno de Su Majestad Británica. Lázaro Cárdenas no tiene detrás de sí a dos naciones en pie de guerra, y formidablemente equipadas, como lo son Alemania e Italia.
Razonando en esta forma, no es difícil arribar al origen de ese documento de mil trescientas palabras entregadas por Omalley, embajador inglés en Ciudad de México, al presidente Cárdenas. Se califica en ese memorándum, diplomático de "inherentemente injusta" la medida de expropiación adoptada por el Gobierno de México; y se exige, en términos perentorios, el "restablecimiento de las propiedades pertenecientes a la Mexican Eagle Company".
Mal camino ha escogido Londres. México ya aprendió, desde los días en que el indio Benito Juárez repelió a tiros la invasión de los franceses y desde que Pancho Villa impuso a las fuerzas de ocupación del general Pershing un saludable correctivo, a defender firmemente su independencia. Y en esta coyuntura tendría México, como en ninguna otra oportunidad, el apoyo solidario de América entera. Hoy existe entre los pueblos del continente una madura conciencia de la identidad de nuestros problemas y del deber ineludible en que estamos todos de respaldar a la nación que valientemente se encare con ellos y busque solucionarlos.
Todos los venezolanos amantes de la independencia y soberanía de Indoamérica deben seguir, con desvelado interés y con apasionada simpatía, el desarrollo de los sucesos mexicanos. Nada de ilógico tiene pensar que pueda presentarse pronto la necesidad de demostrarle a la Nación admirable cuán profunda es la identificación del pueblo de Bolívar con el pueblo de Morelos y de Hidalgo.