Autor: Rómulo Betancourt
Título: El Gobierno del Ecuador y el capital extranjero
Fecha de publicación: 02-05-1938
Publicación: Diario Ahora


En el Ecuador, república suramericana de antecedentes históricos muy semejantes a los nuestros, se ha puesto cara severa al capital extranjero. El Gobierno Enríquez -no sabemos sí por transitoria demagogia o respondiendo a un consciente propósito de raíz tan sincera como el de Lázaro Cárdenas se ha trazado una línea de conducta ejemplar frente a los inversionistas norteamericanos y británicos. Empeño terco ha puesto ese Gobierno en hacerle ver a los titulares de acciones de empresas explotadoras del suelo y del subsuelo del país que Ecuador, es nación autónoma, soberana, en posesión de su propio destino.
Entre los conflictos derivados de su posición nacionalista, el Gobierno Enríquez ha tenido que confrontar uno con la South American Development Company. Esta compañía viene explotando, desde hace varios años, los yacimientos auríferos de Zaruma. Los venía explotando de acuerdo con un contrato lesivo para la economía ecuatoriana. El por ciento de participación del Estado en la producción de, las minas no guarda proporción con las utilidades obtenidas por la compañía de la venta del metal extraído. El Gobierno Enríquez propuso a las compañías la revisión del contrato, arguyendo que no podía el Estado esperar a que finalizara el plazo legal de aquél, dentro de un número largo de años. La Development apeló a varios expedientes para paralizar esta acción del Ejecutivo. Desde las promesas vagas, con objeto de dilatar indefinidamente la resolución del conflicto planteado, hasta la petición a su Gobierno para que ejerciera presión diplomática sobre la cancillería de Quito.
En vista de que los esfuerzos hechos para llegar a un avenimiento no condujeron a resultado positivo, el Gobierno ecuatoriano dictó el siguiente decreto:
Considerando: Que el llamado contrato de transacción celebrado entre el Gobierno del Ecuador y la South American Development Company, el 8 de mayo de 1934, no es sino una mera concesión; Que dicha concesión en las condiciones que actualmente se mantiene ha venido a ser profundamente lesiva para la economía nacional ecuatoriana; Que las grandes utilidades que obtiene la Compañía, no guardan una relación de equidad con la justa participación que debe recibir el Estado como dueño que es del subsuelo en que se hace la explotación; Que la compañía en el largo tiempo que lleva de explotar los asientos mineros de Portovelo ha pagado ya la totalidad de su capital invertido; Que el Gobierno tiene plenas facultades, de acuerdo con la Ley sobre concesiones expedida el 17 del corriente, para modificar las condiciones de una concesión en guarda de los intereses nacionales; y: En uso de las supremas atribuciones de que se haya investido.
Decreta: Artículo 1º La contribucion que pagará la Sourth American Development Company será del 12% sobre el producto bruto de las minas, a partir del primer trimestre del año. Considerando: Que el llamado contrato de transacción celebrado entre el Gobierno del Ecuador y la South American Development Company, el 8 de mayo de 1934, no es sino una mera concesión; Que dicha concesión en las condiciones que actualmente se mantiene ha venido a ser profundamente lesiva para la economía nacional ecuatoriana; Que las grandes utilidades que obtiene la Compañía, no guardan una relación de equidad con la justa participación que debe recibir el Estado como dueño que es del subsuelo en que se hace la explotación; Que la compañía en el largo tiempo que lleva de explotar los asientos mineros de Portovelo ha pagado ya la totalidad de su capital invertido; Que el Gobierno tiene plenas facultades, de acuerdo con la Ley sobre concesiones expedida el 17 del corriente, para modificar las condiciones de una concesión en guarda de los intereses nacionales; y: En uso de las supremas atribuciones de que se haya investido.
Decreta: Artículo 1º La contribucion que pagará la Sourth American Development Company será del 12% sobre el producto bruto de las minas, a partir del primer trimestre del año.
A esta resuelta conducta del Gobierno ecuatoriano, respondió la compañía apelando otra vez, a los expedientes dilatorios Se pidió una nueva prórroga, antes de que entrara en ejecución el decreto transcrito. El general Enríquez dio a la empresa una respuesta concisa, y no exenta de sus ribetes irónicos. Dice así el Presidente ecuatoriano: >
¿Qué hará la Compañía? Seguramente, ceder. Como cedió, con pasiva tolerancia, pagando en las ventanillas del Banco Central del Ecuador la multa de 50.000 sucres que le impuso el Gobierno, después de habérsele comprobado la emisión clandestina de papel moneda en las zonas bajo su control. Como cedió también cancelando al fisco 500.000 sucres por concepto de patentes, no habiendo pagado el año anterior sino 80.000.
Lo que está sucediendo en Ecuador, lo que ya sucedió en Bolivia y en México con la nacionalización de la industria aceitera, nos hace revivir la fe en las posibilidades americanas para independizarse de tutelas extranjeras. Hasta hace pocos años, la denuncia del peligro de la colonización de nuestros pueblos por el capital financiero internacional, sólo la hacía un grupo reducido de hombres lúcidos. Manuel Ugarte y José Ingenieros son los pioneros en esta nueva cruzada de independencia, cuya meta es la redención de la economía, y por ende de la política, de nuestra América de toda interferencia extranjera. Generaciones posteriores, más realistas y mejor armadas teóricamente para la comprensión de los modernos problemas sociales, se desplazaron hacia las multitudes americanas; y lucharon con denuedo ejemplar por llevar hasta su conciencia un concepto claro sobre el rol deformante y colonizador del imperialismo. Y es de abajo arriba, de las masas populares hacia las esferas gubernamentales, que ha surgido hoy el impulso reivindicador, ayer sembrado por la fervorosa prédica antiimperialista.
A esta hora, es una verdad consagrada, oficializada, la de que América es un Continente cuyas principales riquezas explotan, en condiciones lesionadoras para su economía, unas docenas de grandes trusts internacionales. Ya el coronel Toro, de Bolivia; y el general Enríquez, del Ecuador; y Lázaro Cárdenas, de México, están hablando un lenguaje que en otras épocas, hace apenas unos cuantos años, no se escuchaba sino en el ambiente exaltado de las concentraciones populares, en boca de líderes juveniles. Los más reacios a reconocer ciertas verdades están convencidos de que el peligro de la colonización extranjera no es un tópico nacido de imaginaciones afiebradas. Sino una dramática y punzante realidad económico-social.
Y en este coro de voces gubernamentales de América que dice su palabra autonomista frente al capital extranjero, el tono de Venezuela no es de los que suenan más alto. El complejo de inferioridad hacia el inversionista de ultramar no ha sido vencido todavía por la mayoría de los hombres que gobiernan la Nación. Y por eso estamos siendo inconsecuentes con un ayer histórico en que ocupamos la vanguardia del continente, en la conquista de su independencia política. Al mismo tiempo estamos forjando, con esta timidez sin justificación frente a los herederos del espíritu absorbente e imperial de los Borbones, las férreas cadenas que maniatarán a las generaciones de mañana.
México, Ecuador, Bolivia, asumen el rol de pueblos que señalan la ruta. Sigámosla, resuelta y valerosamente. Démosle contenido de realidad a una aspiración sembrada, intuitivamente, en la conciencia de todos los hombres y mujeres independientes de nuestro país: >.