Autor: Rómulo Betancourt
Título: Los tratados de reciprocidad
Fecha de publicación: 27-03-1937
Publicación: Diario Ahora


El Congreso de los Estados Unidos de Norte América acordó recientemente, después de acalorado debate, renovar al Presidente de la Unión, por tres años más, el Poder que expiraría en Junio del presente año, para convenir y firmar Tratados de Reciprocidad Comercial con otras Naciones.
El Presidente Roosevelt, en su actitud de "BUEN VECINO", celebró ya durante su primer período, una serie de Tratados de esa índole con varios países de nuestra América y no deja de causar extrañeza que a nosotros los venezolanos no se nos hayan hecho proposiciones semejantes. Sin embargo, es posible que la Secretaría de Estado norteamericana haya dado pasos en ese sentido sin que ello haya trascendido al público. Sería de desear que en el caso de que esto llegara a acontecer nuestra Cancillería no se mantuviese hermética, pues un convenio entre nuestro país y la República del Norte afectaría sectores muy importantes de la economía nacional, y sería justo y prudente dejarlos opinar. Nos anticipamos a expresar estas ideas porque es de presumirse que el Presidente Roosevelt haya pedido la renovación de la autorización del Congreso, no sólo para renovar los Tratados ya existentes y a punto de fenecer, sino también para celebrar nuevos con países que están aun desligados, asegurando de esta manera el mercado americano para las industrias yanquis.
Es una verdad que resalta a plena vista que la situación política de Europa presenta una negra perspectiva para un futuro próximo y que los países del Nuevo Continente debemos apresurarnos a contratar "modi-vivendi" que nos permitan existir si llega a desencadenarse la guerra en Europa y nos vemos privados de aquellos mercados de consumo, pero también es una realidad que la política de "buen vecino" y las promesas de "nuevo trato" del Presidente Roosevelt para los países Centro y Sur Americanos, dejan mucho que desear y no sería juicioso atarnos demasiado a nuestros potentes vecinos.
El Tratado de Reciprocidad con Cuba, para citar un ejemplo, ha servido para promover la industria azucarera, pero la industria azucarera es en Cuba una industria norteamericana como es norteamericana e inglesa la industria petrolera venezolana. Las compañías azucareras cubanas han realizado, gracias al Tratado, ganancias muy grandes que han ido a parar a los bolsillos de los accionistas yanquis sin que ello haya contribuido a mejorar la situación del "colono" y del jornalero cubano. En cambio, el Tratado no concede mayores ventajas al tabaco cubano. Por el contrario, los americanos lograron una rebaja de los derechos de importación sobre sus cigarrillos de pelo rubio, lo cual no deja de ser un contrasentido. La naciente industria cubana se ha visto desplazada de su propio mercado doméstico por las manufacturas norteamericanas que lograron substanciosas rebajas en el arancel de Importación de Cuba.
Nosotros compramos en los Estados Unidos gran parte de la maquinaria y de las manufacturas que consumimos y, es natural que así sea por la proximidad y porque Norteamérica recibe, sin limitaciones, la mayor parte de nuestros productos. Todo permite pensar que las relaciones comerciales entre los dos países tomen incremento mayor cada día y creemos que nuestro Gobierno debe empeñarse en estimular ese incremento por todos los medios a su alcance, pero conservando siempre nuestra libertad de acción y de elegir mercados.