Autor: Rómulo Betancourt
Título: Dos actitudes frente al Plan Trienal
Fecha de publicación: 14-05-1938
Publicación: Diario Ahora


La presentación, al Congreso, del Plan Trienal elaborado por el Poder Ejecutivo ha servido para contrastar dos posiciones: la del entusiasta que no discrimina en los actos gubernamentales, y los aprueba todos con una sospechosa efusión; y la del crítico superficial -por sincero apasionamiento o por ser, simplemente, un "resentido" de no tener sitio en la mesa del presupuesto- que niega todo alcance positivo a las medidas oficiales.
Los primeros han arrostrado hasta el ridículo, en su empeño de demostrarle devoción al Presidente de la República y conmovido entusiasmo por el Plan Trienal. Voz hubo -el mismo día de ser presentado el mensaje- que comparó al general López Contreras con el Hada-Madrina, responsable de aquel hermoso milagro de transformar en Princesa altiva a la humilde Cenicienta. Esta retórica barata, manida, trasnochada, se da la mano con otro género de elucubraciones entusiastas. Venezuela saldrá del Plan Trienal, según esos comentadores empalagosos, convertida en una gran potencia.
Incapaces de detenerse en un análisis serio y honesto del Plan gubernamental, lo acogen a priori, a impulsos de una orgánica vocación cortesana o de una enfermiza propensión al optimismo. Es claro que nada aportan de constructivo ni de serio para la mejor ejecución de los objetivos señalados en el Plan esos epígonos de los gacetilleros de Gómez, o, suponiéndoles una buena fe mal encauzada, esos discípulos del doctor Panglos.
Los segundos adoptan la posición diametralmente opuesta. Niegan todo alcance positivo al Plan Trienal, y ya circula por allí, en los medios urbanos, el chiste ingenioso con que se pretende eludir la seria tarea de criticar a fondo cuanto haya de criticable en ese Plan administrativo. Y de acoger e impulsar cuanto en él tenga un sentido progresista.
Es claro meridianamente claro, que sobran razones para justificar el escepticismo frente al Plan Trienal. Aun antes de examinar su contenido, aun antes de detenernos en el estudio de cada uno de sus capítulos, nos asalta un recuerdo: el del Programa de Febrero, del cual este Plan no es sino una condensación, más precisa y menos ambiciosa. La exposición de aquel Programa suscitó una corriente nacional de euforia, de fe, de entusiasmo sin reservas mentales. Y a dos años de distancia de la fecha en que se hizo del conocimiento de los venezolanos, ese programa es hoy objeto de los chismes más ingeniosos y de los comentarios más desalentados. Los mejores propósitos contenidos en aquella programación de una política -moderna, renovada, de nuevo estilo- no trascendieron sino desfigurados de las páginas impresas a la realidad viva y operante de la Nación.
Estos hechos, innegables para quien no sea un oportunista irredimible, han creado un complejo de desconfianza. Y es más honrado el periodista que recoge en la calle este sentir colectivo, y lo eleva al conocimiento de quienes gobiernan la Repú6lica, que el otro, incapaz de auscultar el corazón del pueblo si espera encontrar allí rastros de disidencia con la política oficial.
Nosotros no negamos el fondo de verdad contenido en algunas críticas al Plan Trienal. Ni somos injustos al extremo de ignorar como halla el escepticismo de otros un asidero bastante firme en la experiencia de lo sucedido con el Programa de Febrero. Empero, estamos en desacuerdo con esa manera de negar en bloque, totalitariamente, todo cuanto venga del Gobierno. Ese género de oposición a ultranza no tiene nada que ver con una verdadera, inteligente, sagaz política oposicionista. Esta debe realizar una acción doble: la de rechazo sin reservas de todo cuanto haya de regresivo en la actuación, política o administrativa de un Gobierno; y la de tomarle la palabra a los gobernantes cuando lanzan una iniciativa progresista, presionando desde la calle para que ésta se traduzca en hecho cumplido.
En este sentido, no es difícil establecer la distancia que existe entre quien vocifera en una esquina contra el Plan Trienal y un doctor Prieto, al desmenuzar el capítulo sobre educación de ese Plan y demostrar con cifras y argumentos serios, sus fallas fundamentales. El senador y pedagogo, figura honesta y de relieve en las filas de la juventud intelectual de Venezuela, no se limita a señalar errores de mucha monta en el Plan Trienal. Al mismo tiempo, dando a su crítica un sentido realmente constructivo y serio, señala la forma de subsanar esas deficiencias primordiales que le apunta a la planificación elaborada por el presidente López para norma de los 3 últimos años de su período.
Como remate y síntesis de cuanto venimos comentando, afirmamos nuestra disidencia con el aplaudidor frenético y con el negador apriorista del Plan Trienal.
No es ese Plan, como lo pretende una ruidosa parlanchinería, el áncora de salvación para Venezuela. Empero, sí tiene sus lados positivos, sus aspectos progresistas. Representa un intento, analizado en su conjunto, para fijarle un rumbo a la desorientada, inconexa acción administrativa del actual equipo gobernante.
Nos proponemos en una serie de notas y procediendo con la mayor objetividad posible, estudiar cada una de las perspectivas que descubre ante los ojos de Venezuela el Plan Trienal.