Autor: Rómulo Betancourt
Título: El Plan Trienal y los recursos en dinero del Estado
Fecha de publicación: 15-05-1938
Publicación: Diario Ahora


El Plan Trienal, para su ejecución, necesita de una "Materia prima" insustituible: el dinero. Toda acción administrativa está condicionada por los recursos monetarios de que disponga el Estado para cumplida.
¿Estará Venezuela en condiciones económicas como para abordar las obras previstas en el Plan? Claro que sí. Proporcionalmente a su población, es Venezuela el país de América de presupuesto estadal más cuantioso. Y los ingresos fiscales tienden a crecer progresivamente, de año en año. No obstante ser tan ridícula la participación nacional en su producción petrolera, es tan voluminosa esa producción -ya desplazamos a Rusia del segundo puesto en la escala mundial de países productores- que los ingresos fiscales por tal concepto sobrepasan todos los años a las estimaciones hechas por Hacienda.
Se prevé en el Plan de Inversión, durante los tres últimos años de la gestión administrativa del Gobierno López Contreras, de la cantidad de Bs. 1.210.148.000. La forma misma cómo en el Plan ha sido distribuida esa suma global dentro de los diversos Ministerios, será objeto de posteriores comentarios nuestros. Hoy nos limitaremos a comentar, puntualizando nuestra primera disidencia con el Plan Trienal, la medida hacendista anunciada por el Ejecutivo para arbitrar 2.00 millones de bolívares.
El total de los ingresos normales del erario, previsto para los tres años del Plan, es de Bs. 1.010.148.000. El total de gastos presupuestados durante el trienio 1938-41 es, como ya lo precisamos, de Bs. 1.210.148.000. El déficit alcanza a Bs. 200.000.000. Es para cubrir ese déficit que el Presidente de la República plantea la fórmula de una emisión de Bonos del Tesoro.
Según las palabras presidenciales, las condiciones bajo las cuales se efectuaría esta emisión serían las siguientes:
Se emitirían Bonos del Tesoro, hasta la concurrencia de los doscientos millones de bolívares necesitados, bonos éstos cuya amortización y pago de intereses serían garantizados por el Gobierno. Se agregaría a los gastos requeridos por cada una de las obras a construir durante el trienio una "prima de emisión y colocación de bonos", la cual no pasaría del 10% del valor de la obra. La suma de ambas partidas se dividiría en veinteavos, pagaderos uno al final de cada año, durante 20 años. La tasa del interés, a discutirse también como el porcentaje de la prima de emisión y colocación de bonos, no podrá ser nunca mayor de 4% anual sobre los saldos deudores de cada año. Facilitando la concurrencia del capital extranjero, los bonos se emitirían en forma tal que fueran redimibles en bolívares, o en moneda extranjera, a opción del tenedor.
El Presidente le señala a este sistema dos ventajas: 1) El destino de la suma que por medio de la emisión arbitrará el Estado, será aplicada a "obras reproductivas" las cuales y por sí mismas, pagarán a la larga su coste; y 2) La posibilidad que abre al capital privado nacional, "estancado hoy por falta de negocios atrayentes", de invertirse en forma segura y remuneradora.
No se necesita examinar con lupa el proyecto inversionista para descubrirle su verdadera fisonomía, se trata de un empréstito. Cualquier estudiante de finanzas elementales, al analizar las condiciones previstas para la emisión en referencia, no duda en afirmar que en nada se ajustan a una medida de esa índole. Por el plazo asignado para la redención de los bonos y por otros detalles fundamentales, el arbitrio emisionista del Plan Trienal nos resulta un arbitrio emprestista. Y no se trata ya de un empréstito interno. La previsión hecha de que los bonos sean redimibles en moneda extranjera, a opción del tenedor, crea la posibilidad de que los inversionistas de Europa o Estados Unidos copen la mayoría o la totalidad de la emisión.
Posiblemente, el Ejecutivo temió llamar las cosas por su nombre, debido a la reacción defensiva que suscita en Venezuela la idea del empréstito. No se ha olvidado el bloqueo de 1902; ni a los cañones del "Phanter" bombardeando nuestras costas y humillando la dignidad nacional. Tan es esto cierto que el Ejecutivo Federal, cuando se habló hace meses de la posibilidad de que el Estado gestionara la contratación de un empréstito externo, se apresuró a desmentir a quienes habían recogido esa versión en los periódicos caraqueños.
Ahora bien, en concepto nuestro lo sustantivo en la cuestión no es discriminar si se trata de emisión o de empréstitos. Ni tampoco presentan un interés fundamental ciertas elucubraciones intentadas en las columnas de algunos colegas acerca de las repercusiones que tendría, en el mercado nacional del dinero, la concurrencia del Estado con los solicitadores de préstamos a interés.
Ahora bien, en concepto nuestro, lo sustantivo son medidas fiscales extremas. Se acude a ellas cuando el Estado no dispone de medios normales para aumentar sus ingresos y cubrir sus necesidades de dinero. Todos los trastornos introducidos en la vida económica normal por tales medidas de excepción, se afrontan cuando no quedan sino ellas como los únicos recursos a los cuales apelar.
Enfocada así la cuestión, lo que cabe preguntar es esto: ¿Está Venezuela en condiciones fiscales tales, por agotamiento de todos los demás arbitrios para aumentar los ingresos del Estado, que no tenga otra salida sino la emisión o el empréstito? A esta pregunta debe contestarse con un no rotundo. El Estado venezolano no tiene por qué acudir a medidas excepcionales para aumentar sus recursos. Le bastaría con revisar su política impositiva, con establecer impuestos nuevos, con modernizar su anticuado sistema de recaudación de rentas, para ponerse en condiciones de aumentar en no menos del 50% sus ingresos normales.
No otro fue el pensamiento de Adriani, el malogrado financista venezolano. Dirigiéndose al Congreso del 36, Alberto Adriani, entonces Ministro de Hacienda, no habló de emisiones o de empréstito como recurso a los cuales debiera apelar para la ejecución del Programa de Febrero. En la creación de nuevos arbitrios rentísticos señalaba la vía a seguir para arribar a aquel resultado. He aquí textuales palabras suyas: "Desde el punto de vista financiero, el Programa de Febrero pide un sistema tributario más rediticio, más equitativo, más justo. Pero hay otro aspecto de lo dicho: el aumento de los servicios públicos, y ello implica un aumento de los impuestos. Hay que extender, ampliar el sistema de tributario".
En nuestro artículo de mañana demostraremos, con cifras irrebatibles, que no es el empréstito o la emisión la medida a adoptarse por el Estado, para arbitrar los 200 millones de bolívares arrojados como déficit por el Plan Trienal. Sino el establecimiento inmediato del impuesto sobre la renta y sobre el exceso de beneficios, a fin de que sean las compañías inversionistas extranjeras las que cubran, con sus tributaciones, ese déficit.