Autor: Rómulo Betancourt
Título: Peregrinas argumentaciones sobre refinación nacional de petróleo
Fecha de publicación: 27-05-1938
Publicación: Diario Ahora


Hemos tenido oportunidad de leer el voto salvado del senador Muñoz Rueda y el editorial de un diario local, publicaciones ambas contrarias a la tesis de refinación estatal del petróleo.
Argumenta el senador Muñoz Rueda que la disposición aprobada en el Senado, reservando a la Nación el monopolio de la industria refinadora de aceites minerales, cohibirá al capital nacional y extranjero para invertirse en esa clase de empresas. De donde resultará, en su opinión, que Venezuela siga comprando en lo sucesivo "gasolina cara, elaborada en Curazao". Por otra parte, si el Estado "se resolviera, por error, a instalar por su cuenta tales empresas, produciría -según el criterio del aludido senador- una especie mala y costosa, viéndose obligado a oponer fuertes barreras arancelarias al producto importado, para contrarrestar la competencia".
Estos argumentos -y llamémoslos así- para llamarlos de algún modo-, son absolutamente deleznables. Carecen de toda fuerza probatoria.
El capital privado, extranjero y nacional, no ha necesitado de que sobre él penda esa "espada de Damocles", -a que alude el senador Muñoz Rueda-, de la disposición legislativa recién aprobada en el Senado, para evadir la inversión en refinerías.
Las compañías petroleras no establecieron en Venezuela sus plantas de refinación porque fueran onerosas las condiciones exigidas por la Ley. Ni tampoco porque obstaculizara el régimen de Gómez la erección de esas plantas. Por lo contrario esas leyes de hidrocarburos acordaban toda clase de garantías y facilidades a quienes quisieran emprender esa clase de empresas. En la legislación de 1928 desapareció, con el propósito de expeditarle aún más el camino a los pobres inversionistas en refinerías, el artículo de la Ley del 22 fijando un impuesto sobre las utilidades obtenidas por tales empresas. Y en más de una oportunidad hizo el gobierno de Gómez, por boca de sus Ministros, declaraciones categóricas en el sentido de que discriminaría en favor de las Compañías que establecieran plantas de refinación en Venezuela.
En los comienzos de su gestión administrativa, el Gobierno abrió una licitación pública, ofreciendo a quienes quisieran concurrir una concesión para explotar la industria de refinería. En esa oportunidad, tanto los capitales privados como los extranjeros brillaron por su ausencia.
No ha necesitado el capital, pues, que se legisle con cierto sentido nacionalista para evadir el negocio de la refinería. El capital extranjero no se invierte en el negocio porque los trusts petroleros tienen ya sus grandes refinerías en Antillas vecinas a Trinidad. En cuanto al capital privado, su retraimiento puede atribuirse a dos causas: de un lado, el miedo característico de nuestros capitalistas por las empresas' donde haya riesgo; y del otro, el temor de entrar a competir con intereses tan poderosos y tan influyentes en la vida venezolana como lo son los de las grandes compañías.
En síntesis: con todas las facilidades existentes hasta hoy en materia de refinerías, no se han establecido en el país. Resulta antojadizo y sofístico, por consiguiente, esgrimir, contra la disposición de sentido nacionalista aprobada en el Senado, el fantasma ése del pánico que despertará en el capital extranjero y criollo.
El segundo > es también de una consistencia fofa. Da por sentado el señor Muñoz Rueda que una refinería estatal es una >. En cuestiones económicas y administrativas, el dogmatismo resulta inaceptable. Los criterios son valederos en esas materias cuando se respaldan con hechos serios, de peso. Le toca, en consecuencia, al señor Muñoz Rueda demostrar, con esos hechos en mano, por cuáles causas una refinería nacional -trabajando con máquinas producidas en las mismas fábricas donde se manufacturaron las instaladas en Curazao y Aruba, destilando el mismo petróleo venezolano y manejada por técnicos tan aptos como los que están al servicio de las compañías extranjeras- no puede producir una >.
Por su parte, el diario a que aludimos enreda las cosas, maliciosamente. No es de mil millones que se necesita para instalar una refinería en Venezuela, capaz de abastecer con exceso al mercado interno. En las mismas páginas de ese .diario, hace varios meses, publicó un estudio el señor Osuna Lucena, quien afirmaba en él ser un experto en refinación de aceites minerales. Su artículo lo firmaba en Estados Unidos, donde decía estar estudiando la industria de refinación. Y en el estudio a que nos venimos refiriendo se demuestra, con datos y cifras muy precisas, que bastaría con una inversión de diez millones de bolivares -octava parte de las Reservas del Tesoro- para construirse una refinería nacional apta para suplirle carburantes a toda Venezuela.
No se ha pretendido que, de una vez, la Nación refine por cuenta propia los 180 millones de barriles de aceite crudo que producen los pozos de la República. Una fórmula lógica sería la de que una parte de ellos -la suficiente a abastecer el consumo interno- sean refinados en una empresa estatal. Y el resto de la producción, sea refinado en Venezuela, por empresas concesionarias. Mas, reservándose la Nación el derecho a cancelar esas concesiones y a abordar, directamente, la explotación de la industria de refinación, con carácter de monopolio estatal.