Autor: Rómulo Betancourt
Título: Más de 4.000 campesinos despojados de sus tierras en los distritos Crespo y Torres del estado Lara
Fecha de publicación: 28-05-1938
Publicación: Diario Ahora


En estos días está de actualidad el tópico del campesino venezolano. Los periódicos devotos de los gobiernos "auténticamente venezolanos" y los partidarios de que "nos ajustemos las prietas bragas de nuestra realidad" editorializan con frecuencia sobre el tema. Les embarga el ánimo de angustias el pensar que la realización del Plan Trienal despertará en el campesino nativo el ansia trashumante. Los campos quedarán solitarios, cuando el MOP comience a invertir en obras públicas los trescientos y tanto millones de bolívares que le asigna el Plan Trienal.
Ha sido tesis sostenida en esta, y en otras secciones de Ahora, la de que no sólo la política de obras públicas desplaza al campesino del surco. Peca de unilateral, de miope, el criterio apuntado. Y sobre todo, antes y primero que todo, de cobarde. Se trata de eludir, mediante hábiles subterfugios de prestidigitadores de la palabra escrita, el contenido real del problema. De escamotearlo, con la limpieza con que el jugador de manos hace desaparecer pañuelos y palomas dentro del insustituible sombrero de copa.
Sin ignorar que una política de obras públicas carente de planificación perturba las actividades agrícolas, debe reconocerse que no radica allí el fundamento esencial del éxodo campesino. Sino en la ausencia de condiciones de seguridad, de bienestar, de cultura, en el campo venezolano. No encuentra el hijo de la tierra alicientes suficientes en el agro nacional para quererlo, para sentirse vinculado a él, para estar a cubierto de la tentación de abandonarlo.
En apoyo de esta tesis, vamos a traer a cuento lo sucedido en los Distritos Crespo y Torres, del Estado Lara.
Más de 4.000 campesinos estaban "afincados", desde hacía muchos años en terrenos nacionales ubicados en los alrededores de Carora y de Duaca. Sus tierras florecientes tentaron la codicia avara de algunos grandes propietarios, vinculados con la tiranía en el poder. Denunciaron estas tierras como baldías, o las compraron al Estado por misérrima suma. Los campesinos que habían talado bosques, alzado sus ranchos y fundado sus pequeñas haciendas en esas tierras, no hicieron oposición al denuncio, o adquisición, de ellas por terceros. Aceptaron lo sucedido, unos por ignorancia, otros por haber sido engañados por quienes le dijeron que no los molestarían los nuevos propietarios, todos por reconocer la unitilidad de oponerse con sus débiles fuerzas a señores tan poderosos como Argenis Azuaje.
Los adquirentes y denunciantes de esas tierras se valieron de tretas bien conocidas para tirar los alambres de los deslindes en tal forma que varios miles de hectáreas suplementarias quedaban comprendidas dentro de sus nuevos dominios. No se limitaron al atropello, irregular aun a la luz de la Ley de Tierras Baldías entonces vigente, de denunciar tierras ocupadas de buena fe, desde hacía varios años, por auténticos agricultores. También estafaron a la Nación, apropiándose de mayor cantidad de hectáreas que las estipuladas en sus títulos.
Metódica, calculada, criminalmente, éstos usurpadores de la tierra comenzaron a desahuciar a los agricultores afincados en ellas. Se dio el caso de que les fueran quemados los sembrados y las casas a los reacios a abandonar una parcela a la cual se sentían entrañablemente unidos. Y los antiguos campos de cultivo fueron convertidos, por Argenis Azuaje y los otros piratas agrarios, en potreros dedicados a pastoreo y cría de ganado.
Los campesinos despojados, se arrinconaron en pejugales vecinos, o trabajaron tierra ajena en calidad de pisatarios, o emigraron hacia los centros mineros, a arrendar a las grandes compañías extranjeras su fuerza de trabajo. Empero, guardaron, soterrado y vigilante, su rencor. Estalló a la muerte de Gómez, en esa forma violenta e irrazonable que tienen los estallidos espontáneos de las masas rurales. Quemaron potreros, destruyeron las cercas, mataron los ganados.
El Gobierno del estado Lara intervino. La administración Gabaldón-Alvarado Silva, realmente interesada en solucionar los problemas sociales en una forma democrática, recabó perentoriamente del Ministerio de Agricultura la remensura de los terrenos poseídos, como si fueran suyos, por los despojadores del campesinado. Estaban seguros los gobernantes de Lara de que esa investigación demostraría que alrededor de 20.000 hectáreas son poseídas y usufructuadas dolosamente por quienes no son sus dueños.
Y obsérvese bien que se trataba de acordar los títulos de esos supuestos propietarios -sin denunciarlos, reconociéndoles legalidad, no obstante saber que los obtuvieron haciendo valer sus vínculos con la Tiranía- con la cantidad de tierras que detentan.
Nada hizo entonces el Ministerio de Agricultura. Ni posteriormente. Se conformó con enviar una comisión de abogados, cuyo informe se archivó en el Ministerio.
La Subcomisión de Agricultura, al aprobar la Memoria de ese despacho correspondiente al año 1936-37, objetó que no se hiciera mención en aquel documento al problema de los campesinos despojados de Carora y Duaca. Dice así el párrafo a que aludimos del dictamen de la Subcomisión de Agricultura:
>
En este año, párrafo idéntico pudiera insertarse en el dictamen que rinda la comisión parlamentaria encargada de examinar la Memoria de Agricultura. Porque el problema de los campesinos de Carora y Duaca continúa planteado en los mismos términos: los usurpadores, detentando tierra ajena y arrendándola a precios altos, o substrayéndola a la agricultura para destinarla a la ganadería; y los campesinos despojados de sus cultivos rumiando sus rencores y dispuestos a abandonar a una tierra que para ellos es madrastra.
Una tímida, una inofensiva pregunta se nos ocurre hacer a los teorizantes, desde Caracas, acerca del > del campesino de no abandonar el surco para irse a los trabajos del MOP:
¿Es lógico y humano exigirle a los cuatro mil trabajadores rurales despojados de sus tierras en Duaca y Carora que permanezcan, en calidad de peones pagados con salarios de dos reales y medio, en las mismas tierras de que fueron arbitrariamente despojados, después de haberlas cultivado como suyas por espacio de varios años?