Autor: Rómulo Betancourt
Título: Al margen de unos "comentarios" y de una carta sobre refinerías nacionales
Fecha de publicación: 01-06-1938
Publicación: Diario Ahora


Los artículos de esta sección comentando el debate parlamentario sobre refinerías de petróleo, ha despertado el instinto polémico en el senador Muñoz Rueda. Desde las páginas de otro diario local ha venido publicando comentarios a los artículos nuestros.
No seremos nosotros quienes lamentemos este debate. Somos partidarios convencidos de la libre discusión, desde las páginas de la prensa, de los grandes problemas de la Nación.
Al precisar algunos conceptos ya emitidos por nosotros sobre el tema de las refinerías, vamos a dejar de lado cuanto en las exposiciones del señor Muñoz Rueda carece de interés para el debate. Tal esa gratuita adjudicación que nos hace de profesar nosotros un criterio "fascistizante". O la queja de no encontrar "enseñanzas" en nuestra sección, confundiendo a un periódico con una cátedra. En los libros y en las aulas universitarias es donde se adquieren conocimientos científicos. El periódico no puede cumplir sino una función rectora, más allá de todo pujo científico, presentando a la consideración de pueblo y Gobierno los álgidos problemas colectivos en una forma directa, viva, accesible a todos y captable por todos.
Dice el senador Muñoz Rueda, comentando un párrafo nuestro sobre la necesidad de que se controle y condicione al capital extranjero: "...es altamente deseable que el capital venezolano haga siempre de campeón en las empresas industriales que tienen relación o miran directamente a la economía nacional, pero nuestro capitalismo, desgraciadamente, además de exiguo carece de espíritu de empresa, porque no sin fundamento, teme a la propaganda de ese orden de ideas que usted exalta con tan sincero entusiasmo. Estos son los hechos; lo demás es sofistiquería, grata a los fracasados en la lucha".
Quedamos de acuerdo en que el capital criollo- por exiguo y por temor a la prédica "fascistizante" de periódicos como Ahora- no es capaz de actuar como valla frente al avance arrollador del capital extranjero. En lo esencial coincidimos con Muñoz Rueda, en negarle al capital nativo la agresividad y fuerza, requeridos para actuar él solo como dique frente a la ofensiva colonizadora del capital de ultramar. Y es por pensar así que propugnamos no que se abran las puertas del país inconsultamente a los inversionistas extranjeros -como se ha hecho hasta ahora en Venezuela- sino que el Estado realice lo que el capital privado nativo no puede cumplir por su orgánica debilidad y por su vocación agiotista. Esto es que actúe, en personero de la Nación, como muro recio erguido frente al afán absorbente, depredador, del capital financiero internacional.
Ese capital no arriba a nuestras playas simplemente a "desarrollar sus actividades e iniciativas a enseñamos a trabajar", como afirma nuestro contrincante, estampado, de paso, un concepto deprimente para la dignidad colectiva de los venezolanos. Vienen a nuestros países en moderna aventura de piratería. Y nuestra posición entonces -como nación urgida a un mismo tiempo del aporte del capital extranjero y de la necesidad de defender su riqueza nacional, y su soberanía con ella- debe asumir una doble modalidad. De un lado, atraer al inversionista, para que aplique su capital y su técnica a actualizar riquezas inexplotadas o explotadas deficientemente; y del otro, a condicionar rigurosamente la forma como va a operar el capital en Venezuela, para que la historia vergonzosa y humillante del petróleo no se repita.
Es tarea difícil, por no decir imposible, la de seguir al señor Muñoz Rueda en su exposición. Es que el senador polemista tiene un modo de razonar escolástico, que evade por completo el dato y la referencia concreta para apoyarse en los silogismos y demás argucias de la lógica formal.
Por eso, y para dar fin por nuestra parte a esta discusión en el vacío, vamos a aportar un argumento final, de fuerza, en defensa de nuestra tesis de establecimiento de una Refinería del Estado, monopolizadora del negocio de destilación y distribución de carburantes derivados del aceite mineral en todo el territorio de la República. Ese testimonio es una carta que nos ha enviado el señor Pedro Curiel Ramírez, desnudando las dolosas maniobras de las empresas aceiteras que venden gasolina, gas-oil y demás productos y subproductos del petróleo en el Estado Falcón:
La carta en referencia dice así:
Caracas, 26 de mayo de 1938.
Sr. Redactor de la Sección
Economía y Finanzas del Diario Ahora
Presente:
Leyendo hoy los atinados comentarios que en dicha sección hace usted al debate parlamentario surgido alrededor del artículo adicionado por la comisión especial al proyecto de Ley de Hidrocarburos actualmente en discusión en la Cámara del Senado, sobre la necesidad de una Refinería Nacional, no quiero desperdiciar esta magnífica oportunidad para traerle a sus piezas de convicción un aspecto conexo a él y ante el cual la mayoría de los venezolanos, abusando de una cómoda postura simplista, prefieren cerrar los ojos.
El mercado de consumo carburante en el estado Falcón viene siendo desde hace muchos años patrimonio exclusivo de dos poderosos trusts norteamericanos: La Caribbean Petroleum Company y la Lago Petroleum Corporation quienes con un admirable sentido práctico se vienen repartiendo las jugosas utilidades consiguientes a un producto de ingente demanda en el buen funcionamiento de numerosos servicios públicos, tales como vehículos de tracción de motor, plantas de hielo, trapiches de molienda de caña, desmotadoras de algodón, etc., etc. Y es del caso de anotar, que frecuentemente y sin que medie un aviso previo, se suspenden los envíos de tambores de gasolina que periódicamente son despachados para aquella región desde refinerías extranjeras controladas por estas empresas, produciéndose como es natural un alza desmedida del precio de la gasolina, y realizando ambas empresas a través de sus bombas de expendio y alguno que otro expendedor particular y previsivo, cuantiosas utilidades con evidente perjuicio del camionero falconiano, del automovilista, del industrial nativo, que ve con dolor y hasta con rabia cómo el producto de su trabajo honrado pasa de sus manos íntegramente a las sucursales que ellas tienen establecidas en el país.
Desde luego estas empresas por medio de sus personeros en aquel estado aducen inconvenientes de transporte, retardos inevitables, etc., etc., pero tales circunstancias -aun cuando merecieran crédito- no podrían obviarse fundándose en el País una Refinería de Petróleo?, y liquidar así de una vez una situación de inseguridad que entorpece servicios públicos cada día más intensivos en una República de naciente y progresiva industrialización y cuyo futuro econó9mico no puede continuar dependiendo de las especulaciones bolsísticas de Londres o Nueva York.
Lo felicita en venezolano.
Su atto. amigo.
Pedro Curiel Ramírez