Autor: Rómulo Betancourt
Título: El representante Hamilton Fish y la política nacionalista de Lázaro Cárdenas
Fecha de publicación: 21-06-1938
Publicación: Diario Ahora


La A P, en cable fechado en Washington el 19 de junio, trasmite declaraciones hechas por el representante republicano Harmilton Fish. Este parlamentario norteamericano, interpretando lealmente el sentir y el querer de banqueros e industriales inversionistas en América Latina, insurgió furiosamente contra la política nacionalista del Gobierno Lázaro Cárdenas. Y, al mismo tiempo, dijo palabras duras contra el Gobierno del segundo Roosevelt, porque no ha ordenado a las tropas yanquis que violenten. Las fronteras de México y vayan a recuperar, arma al brazo, las concesiones de la Standard y la Sinclair, nacionalizadas por el decreto del 18 de marzo de 1937.
Textualmente se expresó el representante Fish con las siguientes palabras:
"No acierto a comprender la actitud vacilante y blandengue del presidente Roosevelt ante la expropiación inicua decretada por Cárdenas. Los Estados Unidos tienen que pedir la devolución de las propiedades norteamericanas o una indemnización total. De otra forma, corremos el riesgo de que cunda el ejemplo de México y los Gobiernos de las otras Repúblicas latinoamericanas se atrevan a despojar a nuestros conciudadanos de todo cuanto allí poseen".
Estas palabras, por lo brutalmente sinceras, nos da la clave de la actitud de alarma asumida por toda la prensa imperialista norteamericana y europea ante el decreto mexicano del 18 de marzo. La "inicua medida" de Cárdenas -para expresamos con las palabras del representante Fish- significa no sólo la substracción a la codicia ilímite de los trusts aceiteros de una "importante zona de influencia". Crea, también, un foco de contagio. América toda está volviendo los ojos al México desbrozador de rutas. Y pensando también en la posibilidad de que un día puedan ser suyas, absolutamente suyas, las riquezas del suelo y del subsuelo nacional.
Nosotros no podríamos criticar la posición del representante Fish. Defiende los intereses del sector más agresivamente imperialista de la sociedad norteamericana, el encuadrado dentro de las filas del Partido Republicano, el Partido de ese presidente Harding que pasó a la historia con el calificativo de >. Posiblemente, el representante Fish sea él mismo, directo beneficiario en la explotación de riquezas naturales de países nuestros, por disponer de acciones privilegiadas en empresas petroleras, auríferas, azucareras o de electricidad.
En este caso, el representante norteamericano defiende su derecho a la vida fastuosa y regalada que se paga con los dividendos pingües. Y como a uno de esos self made man de grandes países industrializados resulta pueril reclamarle una vocación humanista, es explicable que poco le importe la suerte de naciones a las cuales ni conoce ni quiere. Naciones que son para él manchas verdes, azules o amarillas en el mapa mundi, sobre las cuales tiene apenas una información expresada en cifras: tantos millones anuales de barriles de petróleo, tanto consumo anual de kilowatios horas, tantos miles de gramos de oro producidos semestralmente...
Si nos explicamos la reacción antimexicana de los imperialistas de Estados Unidos, no podemos hallar explicación alguna -de no referirla a los planes más insondables de la degeneración, intelectual y del entreguismo más antipatriota- a la posición coincidente con aquélla asumida por cierta prensa.
No es un secreto para nadie que sólo petroleros, abogados de petroleros o periodistas y parlamentarios a sueldo de petroleros son capaces de criticar la "formidable resolución" del gobierno mexicano, según la justa calificación que le diera en el Senado venezolano el doctor lbrahim García.
América entera, de un extremo a otro de su vasta extensión, siente viva simpatía por la política nacionalista, honesta, reivindicadora, de Lázaro Cárdenas.
Y cuando se ve a periódicos y a individuos de la América nuestra identificándose con los criterios de los tories yanqui, de los inversionistas yanquis, no puede menos de hacerse la pregunta de los italianos:
-¿Chi paga?
y contestársela, sin mayor meditación:
-Pagan los petroleros.