Autor: Rómulo Betancourt
Título: Pesimista enfoque oficial sobre la Balanza Comercial de Venezuela
Fecha de publicación: 07-07-1938
Publicación: Diario Ahora


En su mensaje anual presentado al Congreso el 29 de abril de 1938, el ciudadano Presidente de la República se refirió al período 1937-38 como año-récord de nuestro comercio exterior. En efecto el tonelaje superó en casi 3 millones al del anterior. El valor en bolívares de ese comercio de exportación fue mayor en 200 millones al de 1936. Si apenas fueron esas cifras menores que las arrojadas por el año 1929, el cual -como apuntábamos alguna vez- es un año-vértice en la vida económica nacional.
Nosotros, al comentar esas cifras del mensaje presidencial (Ahora, edición del 4 de mayo de 1938), hicimos la observación de que, presentadas escuetamente, daban una impresión excesivamente optimista. Porque en realidad se alzaba, detrás de ese cortinaje brillante de cifras-records, el dramático complejo económico de Venezuela.
Al discriminar esas cifras, al ahondar en los hechos que se ocultan detrás de ellas, llegamos entonces a la conclusión de que la prosperidad revelada por ellas es ficticia. En efecto, el mayor aumento de nuestro comercio exterior se debió a una circunstancia transitoria y adventicia: la intensificada explotación petrolera. El mayor volumen de exportaciones e importaciones previno, única y exclusivamente, de que la producción petrolera pasó de 24 a 27 millones de toneladas; y, correlativamente, se importó mayor cantidad de instrumental y materiales por las compañías petroleras. Pero la producción raizal, perdurable y absolutamente nuestra, venezolana -la producción agropecuaria no experimentó incremento alguno. Por lo contrario, ciertos renglones de exportación de productos de la agricultura y de la cría disminuyeron en volumen durante el año económico 1937-1938. La conclusión a que llegamos fue ésta, expuesta con leal franqueza: es hora ya de que a las cifras halagadoras se substituya por el desnudo, por el escueto y doloroso dato de que Venezuela marcha aceleradamente hacia la monoproducción. De que devenimos a grandes pasos país de extracción minera, país petrolífero, sin industrias propias, con la agricultura y la cría en bancarrota. Y con la circunstancia, alarmante hasta desvelar de preocupaciones cotidianas a quienes llevan realmente en la conciencia el dolor y el amor de Venezuela, de que esa industria minera de la cual está dependiendo la economía y el fisco de la Nación, la manipula, explota y controla el capital extranjero.
Algunos de esos que han hecho de la cortesanía, profesión, masculló posiblemente, al leer aquél comentario, un apóstrofe contra los >. No conciben esos señores, cuya mayor preocupación es cobrar periódica e íntegramente su soldada, que haya quienes, sin prevenciones apriorísticas y sí con verdadero sentido de la función clarificadora que compete al periodista independiente, impidan que costosas ilusiones se posesionen del pueblo venezolano.
Posteriormente a la publicación del artículo nuestro a que venimos aludiendo, y en la Memoria de Fomento correspondiente a 1937, hemos encontrado una explícita aceptación oficial a esa tesis pesimista sobre la real situación de Venezuela. En la introducción de esa Memoria, calzada con la firma del actual titular de dicha Cartera, está contenida una réplica indirecta a las optimistas cifras del mensaje presidencial del 29 de abril.
Refiriéndose al superdesarrollo de la minería en Venezuela, en mengua de la producción raizal del país, escribe el doctor Néstor Luis Pérez: >
Luego se refiere el expositor al fenómeno -ya analizado desde estas columnas- de que el capital nacional tenga una definida vocación comercial y agiotística, no invirtiéndose espontáneamente en industrias ni en modernizar la producción agrícola. Dice así el Ministro de Fomento: "El dinero que aporta a la circulación el petróleo, apenas alcanza para lo que tenemos que comprar en el exterior. El numerario entra por esa puerta de la circulación, para salir inmediatamente a pagar tributo a las factorías extranjeras, no obstante tener un medio físico rico en toda suerte de materias primas para nuestro mercado industrial. Pero la mayoría de nuestros capitales y de nuestras actividades prefieren, a las faenas de la producción agrícola o industrial, las de la mera explotación comercial".
Por último, en un párrafo muy concreto, el Ministro de Fomento reconoce que no es tan brillante, ni mucho menos, la situación económica del país, tal como parece deducirse de las optimistas cifras del mensaje del 29 de abril. He aquí las palabras del doctor Pérez: "El desequilibrio de nuestra balanza de comercio debe ser ya objeto de especial preocupación. Nuestra importación en 1936 aumentó en más del 25% sobre la de 1935, sin que hubiera un aumento correlativo en la exportación, lo cual hace aparecer al problema de la producción nacional como uno de nuestros problemas dominantes. Menos comerciantes y más industriales y agricultores; menos establecimientos de comercio y más fundos y factorías, debe ser nuestra consigna".
En síntesis, pues: no es para producir entusiasmo, sino alarma y desvelo, la situación económica del país. No es una política de malabarismos aritméticos, en la que porcentajes, tonelajes y millonadas de bolívares se barajen -superficialmente- lo que requiere con urgencia inaplazable Venezuela. Sino una política comercial, una política agraria, una política fiscal, una política social. Y una política industrial, coincidentes en una misma directriz y orientadas hacia una misma finalidad: la de crear una economía nuestra, venezolana, potente y autónoma.