Autor: Rómulo Betancourt
Título: Las primas de exportación
Fecha de publicación: 16-07-1938
Publicación: Diario Ahora


Varios diarios locales están comentando con insistencia la cuestión de las primas de exportación. Se han deslindado campos antitéticos. Mientras hay diario que se pronuncia por la supresión pura y simple de las primas, considerándola una bonificación a la incapacidad productiva del latifundio, otros conceptúan como imprescindible el mantenimiento indefinido de esa medida estatal.
Sobre la cuestión vamos a fijar, diáfanamente, nuestro punto de vista.
El sistema de bonificaciones a la agricultura se inició entre nosotros a fines del régimen anterior. Tratando de apaciguar el descontento contra el régimen, visible en los sectores agrícolas, la dictadura apeló al procedimiento de distribuir subsidios entre los agricultores. Claro está que esos millones así invertidos se distribuyeron de acuerdo con las normas típicas de >: la parte del león quedó rezagada entre las uñas de los >; y mediocre porción fue la que llegó hasta los bolsillos de una Ínfima minoría de auténticos hombres del campo.
El Gobierno actual estableció, desde los comienzos mismos de su gestión al frente de la cosa pública, el sistema de las primas de exportación. Y con ese fin se invirtió en 1936 la suma de 43 millones de bolívares yen 1937 la suma de 22 millones de bolívares. En este año, la partida destinada a atender ese servicio continúa figurando en el Presupuesto.
Las primas actuales para los dos principales frutos de exportación de Venezuela -café y cacao- son de Bs. 22 para el quintal (40 Kgs.) de café y de Bs. 10 para la fanega (50 Kgs.) de cacao.
El mantenimiento de las primas ha permitido sostener el precio del café en el mercado venezolano a un nivel superior de su coste de producción. Cálculos bastante aproximados nos permiten afirmar que ese coste de producción es, para el pequeño productor, directo participante con su familia en todos los trabajos del cultivo, de Bs. 16 por saco; y de alrededor de Bs. 20 en las haciendas grandes, manejadas por mayordomos y pertenecientes a terratenientes absentistas, o manejadas por sus propios dueños. Ahora bien, con todo y la prima, el precio del café escogido ha oscilado, en la cosecha del año pasado, entre Bs. 32 y Bs. 42. Sin la prima, el precio de venta hubiera sido sensiblemente inferior al coste de producción.
De estas constataciones surge, para el observador superficial o parcializado hacia determinados intereses de la realidad agrícola nacional, la idea de que la prima debe mantenerse indefinidamente. Nuestra opinión, siendo favorable al mantenimiento momentáneo de la prima -previas ciertas modificaciones a su funcionamiento a que luego aludiremos- es contraria a la prolongación indefinida de esa medida. Como se ha escrito en alguna parte, es anticientífica, empírica y tiende a eternizar los problemas de la economía natural de Venezuela.
Nos pronunciamos por el mantenimiento condicionado de la prima. Esas condiciones son las siguientes:
1) Efectivo y vigilante control; para lograr que la prima vaya directamente al productor. Eso no sucede en la actualidad en la mayoría de los casos. Sólo los agricultores con cierto desahogo económico se favorecen con ella. Los agricultores medios y pobres, privados de la atención crediticia (el Banco Agrícola apenas atiende el 25% de las peticiones que se le hacen y los otros bancos no prestan sino a intereses usuarios), tienen que vender su café en la mata, o >. Urgido por la necesidad de dinero para atender a sus gastos familiares y al cuido de las siembras, el agricultor pobre apela al comerciante -verdadero pulpo de las energías creadoras del hombre del campo- y apenas recibe por su café vendido antes de la cosecha, de Bs. 25 a Bs. 30. Esta esquilmación del agricultor por el comerciante podría evitarse si el montante de las primas se distribuyera no después de recogidos los frutos, sino al comienzo del año. En esta forma, el agricultor podría servirse de ese dinero y no se vería obligado a solicitar suministros de los comerciantes o de, los grandes hacendados. 2) Adopción por el Estado de lo que ha tenido hasta ahora: de una audaz, consciente y progresista política agraria. Tienen razón quienes afirman que la prima es una especie de premio absurdo que da el Estado a quienes son incapaces de producir a más bajo precio. Sólo el atraso técnico de la producción agrícola nacional, el régimen de propiedad latifundista vigente en nuestro agro, el sistema de monocultivo rutinario de las haciendas (es raro el agricultor nuestro que a más de café y maíz se le ocurra sembrar otros frutos), la falta de créditos fáciles y baratos, pueden explicar lo que sucede con la producción agrícola nacional. Mientras en Centro América -por ejemplo- llega la producción de café por mata hasta la cifra de 10 lbs., entre nosotros el promedio de producción por mata es de 1/4 de libra.
Las primas, en síntesis, pueden aceptarse como un mal inmediato, siempre y cuando, insistimos, se distribuyan no después sino antes de la cosecha y haciéndolas llegar directamente al agricultor. Pero, si se va de una vez a la raíz del problema, adoptándose toda una serie de medidas (reforma agraria, tecnificación y diversificación de la producción. extensión y abaratamiento del crédito), capaces de superar el índice de improductividad (porque sería un contrasentido llamarlo de productividad) del agro nacional.