Autor: Rómulo Betancourt
Título: La recuperación económica mundial y las perspectivas de una nueva crisis
Fecha de publicación: 27-07-1938
Publicación: Diario Ahora


El señor Harold Butler, al inaugurar la vigésima cuarta reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo (Ginebra, 1938), presentó un extenso y documentado informe.
El señor Butler, así como la institución que presidiera hasta hace poco, son insospechables de todo radicalismo. Recuérdese que la Oficina Internacional del Trabajo es una dependencia de la de la SDN.; y que a sus conferencias anuales asisten como delegados gubernamentales varios Ministros del Trabajo y otros funcionarios de alto rango.
Tomando en cuenta estos antecedentes, cobran mayor fuerza las conclusiones a que llega en su informe el señor Butler. Hoy nos limitaremos a glosar las relativas a la recuperación económica mundial. Mañana, a las perspectivas de crisis que ya apuntan en el horizonte internacional.
Observa ButIer que el período de recuperación económica, posterior a la destructora crisis cíclica iniciada en 1929, no fue recibida como anteriores etapas de prosperidad. La que sucedió a la guerra de 19t4-18, por ejemplo, fue saludada internacionalmente como un período de seguridad eterna. La confianza más firme en que esa prosperidad se estabilizaría indefinidamente se posesionó de todos los ánimos. En Estados Unidos, especialmente, surgió toda una promoción de teóricos, quienes pusieron en lenguaje de economistas las audaces afirmaciones de Mr. Ford y otros magnates sobre la manera de impedirlas crisis. El pánico de la bolsa de Nueva York, en 1929, Y la catástrofe económica que le siguiera -crisis general abarcando todas las ramas de la producción combinándose el desequilibrio agrícola con el industrial y el bancario y haciéndose sentir intensamente en todos los continentes- echaron por tierra a esos fáciles cálculos. Y es aleccionador por la dura enseñanza, que tanto los productores poderosos como el resto de la población recibió los primeros síntomas de mejoramiento económico (a partir de 1932) en una forma diferente a la de los días de la posguerra. La gente se sintió aliviada de una carga opresiva, pero casi ni habló ni se vanaglorió de ello. Temerosas de esas oscuras fuerzas económicas que rigen, independientes del hombre y escapando a su control, las naciones organizadas bajo el signo del capitalismo fueron cautas para exteriorizar su satisfacción al vislumbrarse los primeros síntomas de ascenso en la economía.
La recuperación se efectuó con ritmo intenso, insospechado hasta entonces. En .1931, el índice de la producción industrial del mundo -excluyendo a la Unión Soviética- rebasó considerablemente el nivel de 1929, considerado como año-vértice de la producción en la posguerra. Aún cuando ya a fines de 1937 se presentaron los primeros síntomas alarmantes de una nueva depresión económica -a los cuales nos referimos después- el índice de productividad durante todo el año fue de 101,9. Esto en cuanto a la producción de conjunto, considerando al mundo industrial como un todo ecuménico. Si se discrimina yn esa producción de conjunto las individuales de las principales naciones manufactureras, se observa:
1) Algunos de los principales países industriales -Japón, Suecia, Gran Bretaña y Alemania- han superado resueltamente sus respectivos niveles de 1929.
2) Otras naciones de igual importancia industrial -Estados Unidos, Canadá, Checoslovaquia, Italia, Holanda- han alcanzado casi su nivel de 1929, o cuando menos lo habían alcanzado en los primeros meses de 1937.
3) Por último, a otros países -especialmente Francia, Bélgica y Polonia sólo les faltó un 10 o 20% para llegar a sus niveles de 1929.
En este aumento de los índices de producción, parte fundamental, básica, ha tenido la política armamentista de las grandes potencias. En 1936, el Instituto Alemán de Coyuntura Económica calculaba que en ese año por lo menos el 11% del valor de la producción neta de la industria mundial se había dedicado a la fabricación de armamentos. Por su parte, la Federación de Industrias Británicas ha afirmado que el estímulo ejercido directamente por el rearme -como textualmente cita el señor Butler- fue en 1936 de cuatro veces a seis veces mayor que el que produjo la inversión del capital extranjero durante la última época de prosperidad. En síntesis, se puede considerar que la industria bélica ha suministrado el elemento básico de la recuperación económica que se apreció hasta el tercer trimestre de 1937.
Reflexiones pesimistas sugiere este fenómeno al informante señor Butler y no pueden ser sino esas las que asalten y torturen la mente de todo hombre aun inmune a la historia fascista. Resulta inconcebible que la reanimación de los negocios, la prosperidad relativa de que ha disfrutado el mundo occidental últimamente, haya derivado del incremento de una industria destructiva, aniquiladora de reservas humanas. Los obuses y cartuchos disparados en los frentes de Abisinia, de España y de China han actuado como reanimante de la industria mundial.
Una "prosperidad" asentada sobre base tan artificial y tan endeble debía estar expuesta a muchas contingencias. Tenía que ser ficticia, contingente. Esto se ha puesto de manifiesto con los alarmantes indicios de depresión, visibles a partir del último trimestre del año pasado.
Sobre esta nueva curva descendente de los negocios mundiales versará nuestro artículo de mañana.