Autor: Rómulo Betancourt
Título: La despoblación venezolana
Fecha de publicación: 03-12-1937
Publicación: Diario Ahora


El Ministerio de Fomento ha dado a la publicidad un resumen del Censo Nacional realizado en fecha reciente. Como explica el aludido departamento estatal, no se trata de una relación discriminada de los datos que arroja el censo, sino de una exposición global de ellos. Pero esa exposición es ya una confirmación estadística de lo que a simple vista se puede observar: que caminamos hacia la despoblación. El desierto terminará por dominamos si una nueva y enérgica política repoblatoria no es realizada por el Estado.
Este censo es el único relativamente verídico de los elaborados en los últimos años. Es bien sabida la falta de honradez con que se hacían los censos bajo el Gobierno anterior. El empeño oficial de engañar al país acerca de su verdadera realidad se manifestaba en ese escamoteo de las cifras ciertas de la población, para sustituidas con otras abultadas. Así se quería hacer ver cómo prosperaba y crecía y se poblaba Venezuela bajo el régimen paternal de los Gómez.
Este censo de 1936 es, por eso, menos halagador para los que gustan de autoengañarse y de engañar a los demás, acerca de la magnitud de nuestros problemas sociales. Pero es más real, más cierto. Y las cifras que arroja no pueden ser más desconsoladoras. No llegamos a los tres millones y medio de habitantes. Exactamente la cifra de nuestra población es 3.451.677 habitantes, incluyendo entre ellos a los extranjeros, a la población indígena en su mayor parte no incorporada a la vida civilizada, en número de 100.670 habitantes, y a los venezolanos radicados en el exterior, en número de 23.254.
Estudiando los datos de habitantes por ciudades importantes del país, llegamos a conclusiones verdaderamente trágicas. Ahí está el caso de Barinas -la antigua populosa ciudad llanera, centro de una región particularmente rica pro su cría ganadera- que tiene en la actualidad apenas 2.855 habitantes. San Carlos -también como Barinas capital de una entidad federal- tiene una población de apenas 2.571 habitantes. El Estado Bolívar, que dentro de sus trazos geopolíticos abarca una de las más ricas y extensas regiones de Venezuela, no tiene en total sino 99.511 habitantes.
Y esta misérrima población de apenas tres y medio millones de habitantes, dispersa en una vasta extensión que casi llega al millón de kilómetros cuadrados, debe ser reducida considerablemente. En efecto, si nuestra población va a ser clasificada desde el punto de vista de su capacidad productora, de su energía vital, de su salud y de su fuerza, el número de venezolanos útiles disminuirá sensiblemente. Disminuirá en un 50% cuando menos.
En estos días tuvimos oportunidad de leer en "Tierra", magnífico periódico de provincia que se publica en Zaraza, un informe del doctor Torrealba, médico de sanidad. Y ese informe concreta el estado de abandono y de miseria física en que se encuentran los habitantes de la zona que estuvo bajo su supervigilancia sanitaria. Los informes de los médicos de sanidad de la casi totalidad de las regiones venezolanas son coincidentes con ese del médico llanero. Y todos convergen a demostrar cómo nuestra raza está degenerada; y por ello mismo sin capacidad para ser activa forjadora de riqueza, como consecuencia de la desnutrición, de las enfermedades endémicas, del alcoholismo, de la mala vida.
Este problema viene de muchos años atrás. Está planteado en los mismos términos dramáticos desde los días en que se escindió Venezuela de la Gran Colombia para constituirse en República independiente. La Constituyente reunida en Valencia, en un decreto fechado el 13 de junio de 1830, se pronunciaba en favor de una intensiva inmigración extranjera con tres consideraciones que conservan toda su validez en nuestros días. Léanse:
"1- La pequeña población de la República no es proporcional a la vasta extensión de su suelo;
2- Este estado de despoblación impide los progresos de la civilización, el incremento y desarrollo de la riqueza y que se consolide y perfeccione la asociación política;
3- Para remediar estos males es necesario promover de todos modos la inmigración de extranjeros, que adoptando nuestra patria traigan a ella la industria y operen al adelantamiento de la Nación".
Para vencer esa amenaza de que el desierto nos trague -o menos metafóricamente: de que nos absorba pura y simplemente una potencia extranjera codiciosa de nuestras materias primas- sólo hay dos caminos, que deben recorrerse con audacia y decisión:
1- Vitalizar nuestra población actual, elevando con su sueldo y su salario el nivel de vida de las masas productoras. Educándolas, curándolas y fortaleciéndolas.
2- Incorporar a la vida nacional verdaderos torrentes de inmigración seleccionada. No esa inmigración en dosis homeopáticas, a base de 10 o de 20 familias, que hasta ahora se ha practicado. Sino la inmigración densa, hecha conforme a un plan inteligente y científico, a fin de enraizarla en nuestro suelo, consustanciarla con nuestra vida, venezolanizarla, para decirlo en una sola palabra.