Autor: Rómulo Betancourt
Título: El comercio entre Venezuela y Estados Unidos
Fecha de publicación: 29-07-1938
Publicación: Diario Ahora


Bajo este mismo título, publicó El Universal el 28 de julio un extenso cable de la United Press, relacionado con el intercambio comercial entre Estados Unidos y Venezuela. Resume esa información cablegráfica un estudio hecho por el Departamento de Comercio del Gobierno estadounidense sobre esa materia.
Los datos en cuestión son una prueba más aportada en este expediente que nos hemos propuesto levantar de nuestra real situación económica. Martillando sin descanso sobre el hierro frío de la incuria oficial, de la indiferencia del capital privado, de la ignorancia de los más -acerca de nuestras trágicas perspectivas, lograremos al fin la formación de una corriente capaz de torcer a tiempo este camino hacia el abismo por el cual vamos marchando.
Las importaciones hechas por Venezuela de Estados Unidos, durante el año próximo pasado, excedieron en un millón de dólares a las de 1936. En 1237, el volumen de las importaciones venezolanas venidas de Estados Unidos superó, con apreciable margen, al de 1929, año-vértice de la prosperidad económica mundial.
En cambio, las importaciones hechas por los Estados Unidos de productos semielaborados y de materias primas venezolanas fue, durante el año de 1937, menor en un 13.1/2% a las de 1936.
La exportación de Estados Unidos para Venezuela, de productos manufacturados y de substancias alimenticias se aumentó en 1937, con respecto a 1936, en un 90%.
Las importaciones de café hechas por Estados Unidos de puertos venezolanos fueron menores, en 1937 con respecto al año anterior, en un 42%. Se apreció un aumento en ese mismo año 37, y poco sensible, en la exportación de cacao venezolano para los puertos de la Unión norteamericana. El volumen mayor de las importaciones hechas por Estados Unidos, de nuestro país, le correspondió al petróleo -el 74%- riqueza que solo es nominalmente venezolana, porque en las condiciones actuales de explotación lo extrae, manipula y vende en el exterior sus dueños reales: las grandes compañías. Esto es, casi los 3/4 de lo que aparece como vendido por Venezuela a los norteamericanos, fue vendido en realidad a ellos por sus compatriotas de la Standard Oil; o por los británicos de la compañía Shell.
El Departamento de Comercio de Estados Unidos no se limita a resumir estas Cifras. También hace optimistas comentarios con respeto a la euforia económica con que vive Venezuela, gracias a su petróleo. Y, de paso, exalta la política de Obras Públicas del Gobierno Nacional y la "situación favorable de la agricultura venezolana".
Nosotros no tendríamos por qué exigirle a ese Departamento gubernamental de Estados Unidos que diera una apreciación diferente de nuestra realidad. Es a nosotros mismos -a los venezolanos y al Gobierno que está al frente de la Nación- a quienes compete sacarlas deducciones objetivas, verídicas, de esos datos. Y las tales deducciones tienen que ser, necesariamente; mucho menos optimistas que las del Departamento norteamericano de comercio.
Revelan esas Cifras lo que todas las otras de la estadística nacional de comercio externo: que nuestra balanza de comercio es deficitaria con relación a la casi totalidad de los países con los cuales comerciamos. Porque no tenemos para vender, prácticamente, sino petróleo. Y el petróleo no es nuestro, sino que está en manos extranjeras.
Una observación final se nos ocurre. Los datos de la Secretaría de Comercio revelan bien las posibilidades en que está Venezuela para colocar en Estados Unidos la mayor parte de su exportación de frutos agrícolas. Bastaría que presionara para ello nuestro Gobierno, utilizando el arma que en sus manos puso el artículo 17 de la Ley de Aduanas. Ese artículo lo autoriza para establecer tarifas aduaneras diferenciales, aumentando los derechos de importación hasta en un 100%, como represalia contra países con los cuales es desfavorable nuestra balanza de comercio y no absorban activamente determinada cuota de los productos agrícolas del país.
Y al lado de esta observación, adjetiva, la fundamental: es hora ya de que los responsables de la cosa pública se apersonen de que iremos hacia la absoluta ruina económica, si a tiempo no se recuerda que es perecedera, contingente e inestable la riqueza de la cual depende actualmente nuestra vida toda: el petróleo.