Autor: Rómulo Betancourt
Título: Régimen de producción, nivel de salarios y condiciones generales de la vida en la Alemania Nazi
Fecha de publicación: 07-08-1938
Publicación: Diario Ahora


En su informe ante la Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra en este mismo año, el señor Harold Butler pasó revista a las formas de organización industrial y al nivel de vida popular en los principales países.
Particularmente interesante resultan sus conclusiones -balance y síntesis de rigurosos análisis- sobre Alemania. Constituye esa gran nación europea I una incógnita para el mundo. Y los campos están tendidos en zonas antitéticas: mientras vastos factores no se dejan influenciar por la hábil y sostenida propaganda del señor Goebels, Ministro del III Reich, sobre las grandes conquistas alcanzadas en Alemania por el régimen nazi, otros sectores por devoción a las reformas totalitarias de gobierno, o por confiada ignorancia aceptan la verdad de esas conquistas.
El señor Harold Butler -desde la alta tribuna de la SDN- resuelve esa incógnita con objetividad, fríamente, aportando cifras y hechos sin comentario alguno. Sus datos deben merecemos entera fe.
Estudia Butler el ascenso relativo en el nivel de salarios en los países industrializados, como consecuencia de ese proceso de reanimación económica que llegó a su vértice en 1936. En esa revista -cifras en mano- Butler llega a la conclusión de que en Alemania, al contrario de lo sucedido, sufrieron los salarios reales, en 1936, una disminución del 6%, con respecto a los salarios de 1933.
Ha sido observado que, si rigiera en el mercado de trabajo alemán un régimen de libre competencia -ese mismo que, mal que bien, regula las relaciones entre industriales y clases laboriosas de los países democráticos, los salarios y sueldos hubieran experimentado un alza. Faltan en Alemania técnicos y mano de obra calificada, en relación con la magnitud del desarrollo industrial del país. Y la competencia establecida entre los grupos de empleadores se traduciría en aumento de salarios y sueldos. Pero ese régimen de libre contratación no existe en Alemania. El Estado -regulador inapelable de la vida alemana- interviene para obstaculizar el paso de trabajadores de una rama de la producción a otra, y hasta de una fábrica a otra.
Esto -que para el lector medio, no informado a fondo sobre la situación del >, resulta difícil de comprender-lo confirma el doctor Fritz Nonnenbruch, en un artículo en prensa alemana el21 de marzo de 1937. Dice así ese escritor alemán:
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Pero algo también muy interesante falta por precisar. Las ganancias que obtienen las industrias trabajando a bajo coste -puesto que la coacción ejercida sobre técnicos y trabajadores-anula las ventajas de la libre competencia en el mercado de trabajo- benefician en su mayor proporción al Estado. y no a los industriales particulares. Las ganancias por encima de determinado límite obtenidas por la industria privada deben ser, obligatoriamente, invertidas en compras de títulos del Estado. Y el dinero que así recibe el Estado no se lo devuelve a la colectividad en forma de extensión de la cultura, deja asistencia social y de las otras medidas civilizadoras. Ese excedente de ingresos desagua, por los canales del Ministerio de Guerra, hacia la industria encargada de forjar destroyers, aviones y fusiles.
Esta supeditación de la industria privada alemana al Estado, y a su política armamentista, la enjuicia el señor Butler con las siguientes palabras: "De hecho, la economía alemana ha experimentado una revolución de estructura y pocos son los rasgos característicos del antiguo régimen capitalista que subsisten en ella. El libre empresario ha desaparecido. Las empresas privadas han llegado a ser del dominio de la economía nacional. El Estado tiene, en cierta forma, intereses en cada empresa alemana".
Y no se trata de algo que consideren digno de mantener en secreto dirigentes del Tercer Reich. Por lo contrario, pública y abiertamente reconocen que las condiciones de vida de los sectores laborantes "no les permiten la más mínima prodigalidad", como afirma el doctor Schacht. Pero -agregan- el pueblo alemán acepta ese nivel de vida bajo y todas las demás desventajas derivadas de un régimen de producción cuyo coste se reduce drásticamente porque contribuye así a fortalecer a Alemania como nación guerrera, conquistadora, agresiva.
Son interesantes estos datos. No sólo para los trabajadores, sino también para los industriales. Los regímenes totalitarios -por los cuales suspiran algunos elementos de la población venezolana- no sólo crean un clima político ad hoc, sin posibilidades para el libre juego de las fuerzas democráticas, sino que, en el campo de la economía, aplican también su concepción absorbente, totalizadora, de la vida social. El Estado -armado- impone a todos sus súbditos -desde el obrero hasta el industrial- la paga de un tributo, siempre insuficiente para llevar adelante sus fines de expansión militarista y guerrera.
Estos datos, si apurados y esquemáticos, son suficientes para descorrer el panorama interno de la Alemania nazi ante nuestros lectores.