Autor: Rómulo Betancourt
Título: Encuesta sobre el Tratado Comercial Americano-Venezolano
Fecha de publicación: 19-08-1938
Publicación: Diario Ahora


Bajo estos mismos titulares publica un diario local -en séptima página, como una cuña sin importancia- el siguiente cable de la United Press:
"El Comité para las informaciones de reciprocidad comercial abrió una encuesta pública sobre el Tratado con Venezuela, que está pendiente desde octubre de 1937. Al principio del año las dos naciones negociaron un acuerdo comercial aplicándose mutuamente la cláusula de la Nación más favorecida en relación con las tarifas de derechos de aduana. La encuesta abierta hoy es debido a las críticas de John Hamilton, presidente del Comité Nacional Republicano, a la propaganda hecha por el Ministerio de Relaciones Exteriores conducente a la formación de criterios falsos sobre la situación de los acuerdos comerciales. La verdad -Dice Hamilton- en relación con estadísticas comerciales es tan vital como la verdad en asuntos de seguridad".
Esta información cablegráfica aporta de nuevo sólo la noticia de que se ha abierto una encuesta pública en Estados Unidos acerca de los términos y conveniencia del Tratado comercial con Venezuela. De la contraposición de criterios frente a ese proyectado convenio comercial, habían llegado ya los ecos hasta nosotros. Y en estas columnas tuvimos oportunidad de hacer Un comentario al margen de ellos.
No vamos a insistir sobre el tópico de los contrapuestos puntos de vista existentes en los medios comerciales e industriales yanquis en cuanto al Tratado de Comercio con Venezuela. Sino a una cuestión que antes abordamos de paso, pero sobre la cual creemos necesario la insistencia.
No se explica el venezolano medio -entre los cuales nos contamos nosotros- por qué sigue nuestra cancillería, en materia de diplomacia comercial, el sistema del hermetismo. No se trata aquí de una disputa de carácter internacional, sobre delicados temas políticos. Sino de una discusión de carácter comercial, entre partes contratantes, cada una de ellas animada del propósito de obtener con el convenio la mejor parte para sí. Pero no es ésta una gestión comercial de tipo corriente, en que las partes deliberantes sólo representan sus propios, personales intereses, sino una gestión de características especiales, por cuanto los gestores de ella son personeros de naciones. Serán la Nación venezolana y la estadounidense las comprometidas como consecuencia del arreglo final a que lleguen los Gobiernos de Venezuela y de Estados Unidos.
Mediando esta circunstancia, resulta irreprochable la actitud de la Secretaría de Estado, al abrir pública discusión sobre el Tratado de Comercio bilateral que aspira a suscribir con Venezuela. Los resultados de la encuesta la orientarán, por cuanto podrá así captar los puntos de vista de los distintos sectores que integran la economía norteamericana.
Los exportadores dirán cuáles modificaciones del arancel venezolano consideran pertinente pedir; los importadores se pronunciarán por la fijación en tal o cual cantidad de toneladas de café, cacao, maderas, etc., del cupo de absorción por el mercado yanqui de materias primas y frutos agrícolas venezolanos.
En cambio, ¿cómo se procede en Venezuela? Nuestra Cancillería actúa por propia cuenta y riesgo, sin dar a conocer al país los términos sobre los cuales se discute el aludido Tratado de comercio bilateral. No se ha pensado en que una encuesta nacional dándosele oportunidad en ella a todos los sectores del país para exteriorizar sus opiniones deba servir de fuente de información y de guía seguro para el criterio oficial.
Y, claro está, que nuestra prevención y cuidado para suscribir ese Tratado deben ser mucho mayores que los de Estados Unidos. Nuestra posición para contratar con la poderosa nación anglosajona es sumamente delicada. Están situados en un pie de teórica igualdad, para discutir sobre materia de intercambio comercial, un país de débil estructura material y con un bajísimo índice de productividad -como es el nuestro- con una de las naciones de mayor desarrollo industrial del Occidente capitalista, formidable maquinaria económica y política.
Nuestra situación comercial con Estados Unidos es privilegiada, por cuanto es marcadamente favorable a Estados Unidos la balanza comercial entre los dos países. Las exportaciones totales nuestras para puertos de la Unión (y conste que en su casi totalidad, por concepto de petróleo crudo producido en Venezuela por compañías norteamericanas) fueron, en 1937, de 2.379.639 toneladas, con un valor de 87.793.000 bolívares. Y las importaciones alcanzaron a la cantidad de 195.803, con un valor de 119.181.000 bolívares.
Con estas cifras en la mano, Venezuela puede exigir condiciones muy liberales para nuestro comercio de importación y de exportación en ese Tratado con Estados Unidos. Pero, ¿cómo aportar luces, indicaciones, sugerencias, a la Cancillería venezolana, si ésta procede en un todo de acuerdo con las superadas normas de la >?
Estamos seguros de interpretar una opinión madurada en diversos sectores sociales al solicitar del Ministerio de Relaciones Exteriores la apertura de una encuesta pública sobre las condiciones a estipular en el convenio comercial con Estados Unidos.
No le bastaría a ese despacho ejecutivo, para atender a esta lógica exigencia, sino proceder con ese mismo sentido de respeto a la opinión de que ha dado pruebas la Cancillería norteamericana en el caso que nos ocupa.