Autor: Rómulo Betancourt
Título: Rumores de disminución de la tarifa aduanera sobre el trigo extranjero
Fecha de publicación: 31-08-1938
Publicación: Diario Ahora


Hasta nosotros ha llegado el rumor de que el Ministerio de Hacienda estudia la posibilidad de aforar en clase distinta al trigo extranjero.
Actualmente, el trigo importado está aforado en el arancel en 4a. clase menos el 20%, o sea Bs. 0,40 por kilogramo. Según nuestros informes, existe la intención de rebajar ese aforo, clasificando a la harina en 2a. clase. El tributo a cobrar sería entonces de Bs. 0,10 por kilogramo.
Indudablemente que esta medida -si se completa con una reglamentación de los precios de venta en el país de la harina y con una fijación oficial del contenido de harina y del precio de expendio del pan- repercutirá favorablemente en favor del consumidor. El pan de trigo bajaría de precio.
Desde este punto de vista, la medida que se estudia resulta favorable para el pueblo venezolano. Mas, si se enfoca el problema a más larga distancia y con criterio de conjunto; si al lado del interés de Venezuela-consumidora se coloca el de Venezuela-productora, se llega a la conclusión de que esa medida, tomada aisladamente, no llegará al fondo mismo de un ingente problema económico nacional: el de la industria triguera. Expliquémonos.
Venezuela es nación apta para el cultivo triguero. Terrenos propicios para ese cultivo (entre 1.300 y 1.600 metros de altura, temperatura que oscile entre 10 y 18 grados, existen con abundancia en la cordillera andina. La producción nacional no obstante esas circunstancias, es treinta veces inferior a la capacidad de consumo (producimos tres millones de kilogramos, aproximadamente, y consumimos treinta y tres millones). La salida de dinero anual a pagar harina de trigo extranjera es cuantiosa: casi 7 millones de bolívares en 1931; casi 6 millones en 1932; 4 millones en 1934, etc.
¿Por qué la producción triguera no se basta para saturar el mercado interno? Las causas son diversas. Vamos a sintetizarlas: a) dificultades y alto precio de fletes. Hay zonas trigueras enteras (las del distrito Trujillo, en el estado del mismo nombre, por ejemplo), en las que se ha abandonado la siembra de trigo, por ser zonas "embotelladas", sin caminos que las comuniquen fácilmente con la carretera de los Andes. El precio de flete entre los Andes y Caracas es de Bs. 45 para sacos de 196 libras, cuando el flete de Nueva York a La Guaira para sacos del mismo peso es de $ US 6, o sea Bs. 21,15 (menos de la mitad del flete de la harina merideña); b) el atraso técnico y primitivismo en el cultivo, al extremo de que la trilla del trigo se hace con bestias, no se siembra trigo de pedigree (escogido) y el arado romano campea por sus fueros en las regiones trigueras; c) control por unos pocos señores poderosos de los únicos molinos modernos de trigo que hay en los Andes, quienes, prevalidos de su situación, tienen agarrotados por el cuello a los cultivadores pobres del cereal.
Hemos sintetizado las causas fundamentales que dificultan el desarrollo en grande del cultivo triguero en Venezuela. Factores adjetivos los hemos puesto a un lado, porque derivan de esos que son básicos. (Tal el rechazo por el amasador de trigo criollo, porque no "levanta", circunstancia derivada del beneficio deficiente que de sus cosechas hace el cultivador, debido a la falta de implementos y de cultura técnica modernos.)
Ante esta situación, no basta con disminuir los derechos de aduana. Eso traerá una repercusión favorable inmediata en el precio de venta del pan y una intensificación de la compra al extranjero de harina americana. Lo lógico es que se proceda -aquí como en el caso de la industria textil- con criterio de conjunto, con visión totalizadora, tomando a Venezuela como nación. Y como Nación que necesita, al mismo tiempo, de vida barata y de vitalización de sus fuentes autóctonas de riqueza, como fórmula para independizarse de economías mediatizadoras extranjeras.
En consecuencia, nos pronunciamos por la revisión del arancel de aduanas y por la disminución de la tarifa que grava a la harina, como medida de emergencia y en vista a la situación insoportable de vida cara que confronta el pueblo. Medida que, para ser realmente eficaz, debe ligarse con el control por el Estado de los precios de venta de la harina extranjera, así como de la cantidad de harina que se invierte en la colaboración del pan y precio de expendio de éste.
Pero esta medida de emergencia tendrá una eficacia transitoria si no se liga con una política triguera audaz, dinámica, valerosa, por parte del Ejecutivo Federal. El desiderátum, la aspiración, debe ser que Venezuela se baste así misma como productora de trigo. Y el abaratamiento de los transportes, el crédito barato ya largo plazo para el productor de trigo, el molino del Estado o entregado a cooperativas de productores, la dirección técnica de los cultivos por expertos cerealistas; las seguridades de mercado para todo el trigo que se produzca en los Andes, son las fórmulas lógicas para cumplir aquella finalidad nacionalista.
De no procederse así, el cultivo triguero será abandonado, centenares de agricultores medios se proletarizarán y la balanza comercial de Venezuela se verá aún más afectada, por la salida anual al exterior de porciones cada vez más crecidas de nuestras escasas reservas de oro para pagar harina de trigo extranjera.
No es con medidas apresuradas y parciales, tomadas desde un ángulo de apreciación unilateral, como pueden solucionarse los graves problemas de la economía venezolana. Se necesita de una visión y de una actuación armónica, de conjunto. Desde este punto de vista, las rebajas o aumentos en los aranceles de aduana deben ligarse con medidas encaminadas a vigorizar nuestra economía.
No es imposible, sino perfectamente hacedero, conciliar la necesidad de abaratarle la vida al pueblo con esa otra -suprema insoslayable necesidad de impulsar, vitalizar e independizar la economía venezolana.