Autor: Rómulo Betancourt
Título: Las cajas rurales y los Presidentes de estado
Fecha de publicación: 24-09-1938
Publicación: Diario Ahora


Ha sido publicado en los diarios el texto de una circular dirigida por el Ministerio de Agricultura y Cría a los Presidentes de estado.
En ella, se esboza un proyecto de mucha transcendencia para la vida agrícola nacional: el del establecimiento de Cajas de Crédito Rural.
Menos complejas que los Bancos, expeditas en sus relaciones con el agricultor, establecidas en las propias zonas de producción y no en las distantes ciudades, estas Cajas están llamadas a jugar un papel muy importante en Venezuela. Estarían llamadas a jugar un papel muy importante, debemos decir mejor. Y vamos a explicar el porqué de este pesimismo, que no es apriorístico sino que responde a razonamientos lógicos.
Las Cajas Rurales sugeridas por el mac, deben tener como finalidad atender la premiosa necesidad de crédito del conuquero, del medianero, del pisatario, del agricultor pobre. De todos aquellos sectores de la economía agrícola nacional dedicados a cultivar frutos menores. El hacendado rico y el comerciante poderoso han hecho de esos trabajadores rurales tributarios suyos. Los cánones crecidos que les cobran por el alquiler del piso, los intereses leoninos fijados al dinero que les prestan en calidad de suministros, los precios altísimos a que les venden las mercaderías por ellos necesitadas, han arruinado por completo a ese sector laborioso del agro venezolano. Empobrecido, decepcionado, ha llegado a sembrar apenas lo que necesita para subvenir a sus necesidades familiares. De aquí que de año en año decrezcan las cosechas; y esa circunstancia -unida a las lluvias torrenciales, los malos caminos y las maniobras alcistas de los intermediarios- han convergido para fijarle precios exagerados a los artículos de primera necesidad.
La intención del Ministerio de Agricultura y Cría parece ser la de crearle un aliciente al campesino, a fin de que siembre con renovado entusiasmo. El crédito barato, llevado hasta su propio conuco por la Caja Rural, cumpliría esa función.
Pero esa medida ha nacido tarada. Porque su ejecución se supedita a la voluntad de los Presidentes de estado. En efecto, éstos serán los encargados de establecer las Cajas de Crédito Rural. El número de las que necesite cada estado agrícola de la República lo fijará la respectiva autoridad ejecutiva regional. El capital inicial de cada una de las Cajas que se instale -la suma de Bs. 5.000- será aportado, por partes iguales, entre el ma. y el respectivo Gobierno Regional.
Quien conozca la incapacidad, la inercia y la vocación de despilfarro que caracteriza a la mayoría de los gobernantes de Venezuela adentro, no puede sino ver con escepticismo este papel fundamental que se les ha asignado en el mecanismo de las Cajas Rurales. Y desde ahora puede afirmarse que serán absolutamente inaptos para llevar a la realidad la parte de tarea -que es la fundamental- a ellos asignada.
Sin telarañas en los ojos, desnudamente, hay que plantearse las cosas. Y si así nos planteamos el rol que jugarán casi todos los Presidentes de estado en la ejecución del plan de Cajas Rurales, podemos decir, por adelantado, sin pecar de sectarios, que será nulo. Satisfacer sus propios apetitos y los de una vasta, voraz burocracia provinciana, es la preocupación casi única de la mayoría de los hombres que rigen los destinos de la Provincia. E interesarse mucho -eso sí- en que una prensa benévola publique decretos que no se ejecutan y excreencias locales del Plan Trienal, donde se ofrecen asilos para mendigos o fábricas de camisas.
Si esto es así, como lo sabe Venezuela entera, ¿cuál eficacia puede esperarse de unas Cajas Rurales que van a exigirle a los Presidentes de estado lo que la mayoría de ellos no quiere ni puede darle a la colectividad: inversiones progresistas, labor progresista y capaz?
Cada uno de los Estados agrícolas de la República necesita, por lo menos, de veinte cajas rurales. Un total de cien mil bolívares será, apenas, una inyección de aceite alcanforado para la anemia que padece el organismo agrícola de cada Estado de la República. Y por anticipado hay que rechazar, por absurda, la idea de que los Presidentes de estado "maltraten" a sus amigos, servidores y protegidos al extremo de recortarle cincuenta mil bolívares al presupuesto con que se paga la burocracia provinciana. Considerarán más acertado ignorar la miseria del campesino, cerrar los ojos ante la urgencia de vitalizar la economía agraria y decir a Caracas que allí no se necesitan más de dos o tres Cajas Rurales.
Es tomando en cuenta todos estos factores que exponemos nuestro criterio, favorable a la medida de las Cajas Rurales, pero muy pesimista con respecto a la eficacia de su funcionamiento.