Autor: Rómulo Betancourt
Título: Venezuela y su petróleo en caso de guerra mundial
Fecha de publicación: 01-10-1938
Publicación: Diario Ahora


El llamado "pacto de las cuatro potencias", firmado anteayer en Munich, sólo abre un compás de espera -a costa de Checoeslovaquia- en la cuestión de la guerra. La aplaza, quién sabe si por meses y por años. Pero los elementos de contradicción existentes entre el eje Roma-Berlín y las llamadas "naciones democráticas" -por una de esas ironías en que tan frecuente es la historia no desaparecerán, ni con mucho, por el hecho de que Hitler, Mussolini, Daladier y Chamberlain estampen su firma al pie de un documento diplomático.
Enfocando la cuestión así, no resulta ocioso que cumplamos el ofrecimiento, hecho en nuestro artículo de ayer, de enfocar en este de hoy las repercusiones que tendría sobre nuestro país una guerra mundial, dada su característica de nación productora, en grande, de petróleo.
En 1917, cuando estaba en su clímax La Primera Guerra Mundial, saltó el primer pozo "La Rosa" en los campos petrolíferos del Zulia. Cuando advino el armisticio de 1918, apenas se iniciaba, con intensidad creciente, el trabajo de exploración de nuestros subsuelos, en solicitud del ambicionado carburante. No tuvimos así posibilidad de confrontar en aquella época los problemas que Rusia con sus pozos de Bakú, que Irak y Rumanía con los suyos. Esos pozos fueron objetivos militares de las grandes potencias. Inglaterra se lanzó, distrayendo para lo de los frentes de Europa Occidental grandes contingentes de tropas, sobre los yacimientos rusos. Turquía invadió el Irak, Rumanía fue asediada por las tropas imperiales del Kaiser GuilIermo ii. Y el hambre de petróleo, la necesidad de satisfacer las demandas crecientes de gasolina, fuel oil y otros derivados del aceite negro que experimentaban los ejércitos motorizados, determinaron esas maniobras y ofensivas estratégicas.
Terminada la guerra, nuestro país comenzó a inscribirse entre los grandes petrolíferos mundiales. Hoy exporta el 98% de su producción, ocupando el primer rango entre los países exportadores. Su producción normal -alrededor de 180 millones de barriles- puede ser elevada hasta en un 25%, inmediatamente de resolverse las compañías a intensificar la explotación de los yacimientos en actividad.
Al mismo tiempo que ha crecido formidablemente nuestra potencialidad petrolera, se ha intensificado la motorización de los ejércitos. El papel que juegan hoy el tanque, la aviación, y otras armas de guerra movidas con motores que queman gasolina y otros aceites ligeros no admiten comparación con el que jugaba en 1918. Ha cobrado intensa actualidad aquella frase célebre del Premier francés Clemenceau: "En las batallas del mañana, la esencia será tan necesaria como la sangre misma".
Ahora bien, por la arbitraria distribución de los yacimientos petrolíferos entre unos pocos países favorecidos por la naturaleza, se confronta por el triángulo Roma- Berlín-Tokio el acuciante problema de la falta de aceite mineral. En Alemania, por medio de procedimientos sintéticos, se ha llegado a la obtención de gasolinas, que son capaces de abastecer precariamente al país en tiempo de paz, pero insuficientes para garantizarle que su maquinaria motorizada de guerra no carecerá de esencia en caso de una guerra intensa y prolongada. Italia, no obstante todas las bravatas del señor Mussolini sobre la autosuficiencia económica del "Imperio", padece de un hambre crónica de petróleo. La situación de Japón es igualmente desfavorable.
Son Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia, las grandes potencias con fuentes propias de petróleo, unas dentro de los propios límites territoriales, otras en sus colonias, semicolonias y protectora dos. Y es lógico prever y esperar que al estallar una guerra entre el bloque de estados totalitarios y los semitotalitarios -es una vergüenza seguir llamándolos "democráticos">, después de su claudicación de Munich- los primeros pretenderán destruir las fuentes de aprovisionamiento de aquéllos. Esta contingencia amenazará entonces a Venezuela.
No vamos a discutir cuestiones de estrategia militar y naval. Simplemente a observar que en la época del avión no hay distancia insalvable ni hazaña destructora que no pueda realizarse.
Tomar en cuenta esta contingencia, y preverla, es deber de los gestores de la cosa pública en nuestro país.