Autor: Rómulo Betancourt
Título: Las deudas de Latinoamérica a los Estados Unidos del Norte
Fecha de publicación: 08-04-1937
Publicación: Diario Ahora


En los altos círculos financieros norteamericanos se habla con insistencia de proposiciones provenientes de ciertas Repúblicas del Sur, en el sentido de llegar a un reajuste de sus deudas atrasadas, si bien han sido extremadamente lentos los adelantos que hasta ahora se han hecho para concretar esos arreglos.
Los banqueros de los Estados Unidos se muestran sumamente contrariados con los países latino-americanos deudores, y muy especialmente por la actitud benévola que hacia ellos guarda el Presidente Roosevelt y que los banqueros juzgan lesiva a los intereses de los tenedores de bonos y títulos de deuda. Dicen los banqueros de Wall Street que todos estos países han hecho grandes progresos desde el punto de vista económico, progresos que se deben en gran parte a los beneficios que derivan de los Tratados de Reciprocidad inaugurados por la Secretaría de Estado, y al incremento de la demanda y de los precios de las materias primas. Hacen cargos al Gobierno de Washington por no haber considerado la situación de los tenedores de bonos cuando se celebraron esos Tratados o cuando se otorgaron nuevas concesiones a los países deudores. Agregan que, si bien esta manera de proceder puede estar muy acorde con la política del Buen Vecino que desarrolla la Administración de Washington, hubiera sido justo que se prestase alguna atención a los derechos "violados" de los ciudadanos americanos que han invertido su dinero en deudas de países del Sur. Dicen también los banqueros que es ocioso insistir sobre los excesos reales o imaginarios de los banqueros americanos en las operaciones que han realizado en estos países porque hoy los bonos están en manos de ciudadanos que merecen la protección del Gobierno.
A juicio de la banca yanqui, la renuncia de los deudores a avenirse al cumplimiento de las obligaciones contraídas, es evidente en numerosos casos: Colombia, que goza de un balance de comercio favorable con los Estados Unidos es uno de los países más remisos. Su atraso se explicó por la emergencia de la guerra contra el Perú, pero la emergencia nunca materializó y, con todo, continúa la suspensión de los pagos. Perú adeuda enormes sumas que no amortiza en forma alguna. Chile ofrece entrar en un arreglo cuyas estipulaciones se consideran inaceptables. Uruguay, Brasil y México andan muy atrasados y muestran una negligencia que no es del agrado de los señores banqueros. Cuba, además de haber suspendido los pagos correspondientes a diversos empréstitos, se ha negado a reconocer la deuda de $ 40.000.000, contratada por Machado con el Chase Bank y garantizada con bonos de Obras Públicas, etc., etc.
Sobre esta actitud de descontento de los banqueros americanos se puede decir mucho. Las Repúblicas suramericanas se vieron obligadas a aceptar, en la generalidad de los casos, condiciones extremadamente onerosas en la contratación de los créditos que les han sido concedidos por Norte América. Aquello de los "excesos" cometidos por los banqueros que llevaron a cabo esas operaciones no es palabra vana y fueron ellos los primeros en descuidar los intereses de sus clientes a quienes indujeron a invertir en negocios no del todo sanos.
Por otra parte, las Repúblicas suramericanas cumplen a la larga sus compromisos, pues existe todavía en estas latitudes, el orgullo de ser buenos pagadores y de honrar el buen nombre de la Nación. Mucho más que observar tienen los banqueros yanquis a los créditos que concedieron a los países europeos durante la guerra y después de ella.
Es indudable que el Presidente Roosevelt tiene una visión mucho más amplia y más sentido comercial que los banqueros, sus paisanos, porque obligar a los países deudores de Latinoamérica a pagar estrictamente, equivaldría a conducirlos a una bancarrota segura y entonces el sector industrial de los Estados Unidos perdería clientes compradores que le son absolutamente necesarios.