Autor: Rómulo Betancourt
Título: Los técnicos ante el problema de nuestra economía desarticulada
Fecha de publicación: 09-10-1937
Publicación: Diario Ahora


El número de A.V.I (publicación mensual de la Asociación Venezolana de Ingenieros) correspondiente al mes de agosto del año en curso, trae un editorial muy interesante. Es un grito de alarma del técnico ante el atraso económico de Venezuela.
Le da pie al editorialista de A.V.I., para su comentario, la constatación, con cifras, de que el índice del costo de la vida de una familia obrera en la Argentina es tres veces menor que el de una familia obrera en Venezuela. Esta desproporción significa una disminución sensible del salario real del trabajador nuestro, una manifiesta incapacidad para atender a las necesidades vitales de su familia, y toda una secuela de trágicas consecuencias: alto índice de mortalidad infantil, decadencia de la raza por un régimen de vida inadecuado, incultura, atraso.
Las raíces de este problema fundamental en Venezuela -el problema de que la mayoría de sus habitantes no alcanza a satisfacer con sus ingresos normales las más indispensables necesidades de la existencia- las encuentra el articulista en los absurdos de nuestra organización económica. Y apunta, de paso, tres de esos absurdos:
1) Caracas, capital de la República, ciudad, la más densa de Venezuela porque a su crecimiento vegetativo se añade la inmigración interna del provinciano que viene a ella, padece al extremo la escasez de frutos y legumbres. Y esto, se debe a que las vegas que la rodean, aptas como pocas para el cultivo de esos artículos de consumo, están dedicadas al monocultivo de caña de azúcar.
2) Los fértiles Valles de Aragua y Carabobo, que sin dudas son de los más indicados para los cultivos agrícolas, están prácticamente convertidos en potreros.
3) Los Llanos del Alto Apure, exuberantes de potreros naturales, se resienten de la falta de hombres y de reses.
Enfocando estos aspectos de nuestra descoyuntada economía, se pregunta el editorialista:
"¿A qué debemos atribuir esta especie de caos? ¿Debemos creer acaso que en Venezuela no sólo los hombres sino también las cosas se empeñan en ocupar los puestos que no le corresponden?".
Es obvio que la segunda parte de esta pregunta no tiene razón de ser... las "cosas", el mundo inanimado de la naturaleza, nada puede frente a la voluntad domeñadora del hombre, cuando en sus manos tiene esa palanca para mover montañas, que es la técnica. Si en Venezuela las "cosas" dan la impresión de imponerse sobre el hombre, que las sufre, con cierto fatalismo suicida, es porque en los rangos gobernantes ha faltado, esa visión audaz y de conjunto que define a los equipos realmente interesados de empujar a los pueblos hacia adelante.
Tan no es fatal e insuperable nuestro atraso, nuestra desorganización, que el mismo editorialista de A.V.I. señala dos causas explicatorias de este estado de cosas: 1) Los altos fletes de los transportes, que impiden el contacto barato entre las zonas de producción y los mercados de consumo, o los puertos por donde se asegura la exportación al extranjero; y 2) La insuficiencia de nuestra población, que no llega a los tres millones de habitantes dispersos en una vasta extensión de 900 mil kilómetros cuadrados, fenómeno que se refleja en mil formas desfavorables sobre nuestra vida económica, política y social.
El editorialista se pronuncia, en consecuencia, porque tenga el Estado Venezolano una política de vialidad y una política de inmigración. Coordinar nuestros sistemas de transporte -utilizándose mejor las vías fluviales de comunicación y construyéndose una extensa red ferrocarrilera- llevar a la práctica un plan mixto de inmigración extranjera y de colonización interna extensiva, son las dos soluciones de primer plano que propone el editorialista de A.V.I.
Estas ideas coinciden con las que sistemáticamente hemos venido desarrollando en esta columna. Sólo se nos ocurre observar que el artículo cuya glosa hacemos peca tal vez de unilateral. Dejándose llevar de la mano por su tesis de "que los problemas básicos de Venezuela más que políticos son técnicos", olvida el editorialista de A.V.I., una cuestión esencial en toda acción planificada del Estado: la del dinero para financiarla. Con los recursos actuales del fisco venezolano no es posible esperar que pueda abordar en grande, con decisión, la solución de nuestros problemas fundamentales. De aquí que nosotros nos hayamos pronunciado porque parte, y muy principal, de cualquier plan estatal de solución a las necesidades de progreso del país, lo ocupe una reforma tributaria. Sólo gravando en forma considerable las grandes ganancias que hacen en nuestro país las empresas extranjeras explotadoras de nuestras principales fuentes de riqueza, se pondrán en capacidad el Estado venezolano para afrontar y resolver los problemas vitales de la nación.
Podría observársele también al editorialista de A.V.I. que las medidas que propugnan no deben concebirse aisladamente, sino como partes de un plan de conjunto, que comprenda la dotación de tierras, los créditos baratos, la cultura general y técnica. Las vías de comunicación, si al mismo tiempo de tenderse no se dota de tierras y de implementos y de semillas y de dirección técnica a la población rural, no cumplirán su rol de canales abiertos para la circulación de la riqueza.
Fuera de estas salvedades, compartimos las ideas expuestas por el editorialista de A.V.I.; y nos proponemos glosar en fecha próxima el interesante proyecto de red ferrocarrilera que se publica en el mismo número de agosto de esa Revista.