Autor: Rómulo Betancourt
Título: La inaceptable tesis del abogado litigante de la Standard Oil
Fecha de publicación: 26-10-1938
Publicación: Diario Ahora


El doctor Alejandro Pietri, hijo -abogado de la Standard Oil y de sus empresas subsidiarias: Lago Petroleum Corporation y otras- ha dirigido una carta pública al director de El Universal.
En esa carta, el abogado de las compañías aceiteras de Rockefeller asume una posición de desdén hacia la prensa y de suficiencia jurídica que resultan inaceptable. Dice el litigante de la Standard al director del diario de Las Gradillas:
"Insiste usted en ocuparse, por medio de editoriales, de un asunto que ventila ante la Corte Federal y de Casación, sin ser usted abogado y sin conocer las actas del expediente. Como ya le dije verbalmente, no creo que la misión de la prensa sea la de inmiscuirse en litigios que son del resorte exclusivo de los tribunales".
Estas frases destempladas nacen de un criterio muy generalizado entre determinados abogados de empresas extranjeras poderosas, y contra el cual es imprescindible formar un bloque de oposición. Consideran esos juristas de mayor o menor cuantía al servicio del capital financiero internacional, que los litigios en que ellos sean parte, son tabú para la prensa. La acción fiscalizadora del periódico, que debe hacerse sentir en todos los planos de la vida de la Nación, debe detenerse, cohibida y respetuosa, ante los estrados judiciales donde se ventilan asuntos en los cuales sea parte una compañía de ingleses o de norteamericanos.
Esta tesis no puede ser admitida ni por un momento. Si en la época de la tiranía, cuando la alianza de Maracay con los petroleros estaba firmemente soldada, fue posible el amordazamiento de la prensa para que no abordase el tema tabú del petróleo, hoy no sucede lo mismo. La prensa tiene el derecho, y el deber, de tomar posiciones y de fijar actitudes ante todos los problemas vitales del país. Y su responsabilidad resulta más ineludible que nunca cuando se trata de enfocar un aspecto cualquiera del más dramático y difícil de esos problemas: el de las relaciones del Estado con los poderosos, audaces e indóciles barones del aceite.
Resulta de una arbitrariedad flagrante que se asimile un litigio entre el Estado y las compañías petroleras a una simple contienda judicial entre personas privadas. Está bien que un juicio sobre X que demanda a Z por ejecución de hipoteca se considere del "resorte exclusivo de los tribunales". Empero, una diferencia de tanta monta y de transcendencia tan grande para Venezuela como lo es la que se está debatiendo entre el Estado y las compañías petroleras, a propósito de las exoneraciones de derechos de aduana, no puede debatirse exclusivamente en el ambiente discreto de los tribunales. A la luz pública, teniendo la Nación en ese debate voz y voto, es como deben discutirse cuestiones en que siempre va implícito un riesgo para la soberanía nacional.
A la falta de otros argumentos, exhiben con frecuencia los enemigos del público debate de la cuestión petrolera, uno de visible inconsistencia. Nos referimos al de que ese tema es tan arduo, complejo y vasto que sólo son capaces de formarse juicio claro acerca de él, unos cuantos iniciados. Los hermeneutas de la ciencia del petróleo, sabiondos caballeros en posesión de una ciencia con mucho de infuso y de cabalístico, son los sólo aptos para opinar sobre petróleo.
Es muy posible que el litigante de la Standard Oil se cuente entre quienes niegan al hombre medio venezolano, posibilidad de estar enterado, y en capacidad de opinar, sobre el problema del petróleo. Si no pensara así, no adoptaría ese tono casi protector, de "experto" que hace a los demás mortales copartícipes de la verdad por él poseída, cuando emplaza al director de El Universal a leer el Petroleum Times, de Londres, de fecha 27 de agosto. El editorialista de Las Gradillas dijo, muy justamente, que la opinión pública venezolana se pronunciaba contra las exoneraciones de derechos arancelarios a las compañías petroleras, por considerar exagerado ese privilegio y "actualmente incongruente con la más sana doctrina de derecho público". ¿Qué responde a esto el litigante de la Standard Oil? Remitiendo al periodista a la lectura de la entrega ya citada del periódico petrolero londinense, donde encontrará el texto de una ordenanza sobre Petróleo de Palestina -"que es un país cercano al Iraq, uno de los mayores campos de petróleo del mundo"- estipulando que el Alto Comisionado tendrá facultades para exonerar de derechos de importación a las compañías petroleras.
Ahora bien, si el litigante de la Standard Oil no estuviera saturado de la arrogante creencia de que el resto de los venezolanos son unos legos en materia petrolera, se hubiera abstenido de hacer ese argumento. Porque en nada favorece a su tesis. Palestina no figura entre las naciones productoras de petróleo, por lo cual la legislación en cuestión resulta tan inoperante como la dictada en el mismo sentido por Panamá, nación no petrolífera. El hecho de que sea un país cercano al Iraq carece de importancia en el debate planteado; y no es cierto, además, que Iraq sea uno de los mayores campos petroleros del mundo. Ocupa el octavo puesto en la escala mundial de producción, con un 1.542%, arrojando sus pozos un total de 31 millones de barriles por año. Venezuela, que ocupa el tercer puesto en la escala de producción mundial, arroja 182 millones anuales de barriles y le corresponde el 9.038% de la producción mundial.
Como podrá observarse, no es tan profunda la sabiduría de quienes pretenden monopolizar los conocimientos sobre el petróleo, negándole al periodista toda aptitud para abordar el tema. En cambio, los periodistas venezolanos están en capacidad de preguntarle al celoso abogado de los intereses aceitosos norteamericanos si no siguen teniendo fuerza aquellas afirmaciones contenidas en el memorándum dirigido a las empresas por el Ministro de Fomento, el 2 de octubre de 1930. En él se afirmaba que México había exonerado a las compañías de pago del tributo de aduanas por una sola vez (ley de 1901). Y que en forma permanente, sólo exoneraban Panamá, que no tiene petróleo; Francia, que no cuenta como país productor; y Estados Unidos, que son fabricantes de las maquinarias de petróleo. Ahora habría que agregar a Palestina, a la que el solo hecho de su vecindad con Iraq no le da por ningún respecto categoría de país petrolero.
En síntesis: en la polémica Pietri-El Universal, nuestra simpatía está, después de maduro el análisis, con lo fundamental en la tesis del diario de Las Gradillas. Esto es, en reivindicar para todos los venezolanos, el derecho y el deber de seguir con apasionado interés cualquier conflicto del Estado con las compañías aceiteras.