Autor: Rómulo Betancourt
Título: Las ferias libres
Fecha de publicación: 09-12-1937
Publicación: Diario Ahora


Ha sido acogida por el Ministerio de Agricultura, y trasladada de Relaciones Interiores, la iniciativa de establecerse con carácter nacional las Ferias Libres.
Como reminiscencia de una vieja tradición española, persiste todavía en algunos pueblos venezolanos -especialmente de la zona montañosa de los Andes- la costumbre de que el campesino concurra con sus frutos a venderlos directamente al consumidor, determinado día de la semana. En esta forma, se elimina el intermediario, la serie larga de intermediarios, que median entre el agricultor que trabaja la tierra y el hombre urbano que adquiere los frutos de ésta. Este intermediario se lleva siempre entre las manos "la parte del león ", obteniendo por sus actividades exclusivamente comerciales un margen de ganancias mucho mayor que el que le corresponde al que se dobló sobre el surco para sembrar las semillas y recoger las cosechas.
Nos parece de utilidad, como medio indirecto de abaratar la vida, la medida que sugiere el Ministro de Agricultura. Lo más pronto posible debe trasladarse del papel a la práctica, para que cumpla su función beneficiosa de dos sectores igualmente expoliados de la colectividad venezolana: el agricultor de limitados recursos y el consumidor urbano perteneciente a las capas pobres de la población..
Pero es urgente dejar constancia de que esa medida sólo servirá de paliativo, de solución parcial y de alcances muy limitados, al acuciante problema de la vida cara.
Es indudable que el conuquero, el productor en pequeño, sólo cultiva frutos menores y legumbres. Y que en la mayor parte de los casos, tiene sus cosechas vendidas "en la mata", esto es, antes de recogerse. Pertenecen al comerciante que les ha adelantado suministros. En estas condiciones, sólo un sector relativamente reducido de los pequeños agricultores estará en condiciones de concurrir con sus propios frutos a las Ferias Libres. Además, artículos de muy generalizado consumo -como el papelón, el azúcar, etc.-no podrán ser adquiridos en esas ferias. Su producción está centralizada en las manos de los grandes propietarios agrarios, dueños a la venta de los ingenios.
Esta argumentación nuestra quiere desembocar en lo siguiente: el establecimiento de las Ferias Libres -útil de todo punto de vista- no excluye, sino implica, la necesidad de que se legisle en el sentido de autorizar concretamente al Estado o a las municipalidades para regular los precios de los artículos de más generalizado consumo.
En este sentido, la experiencia de otros pueblos ha sido aleccionadora. No ha bastado con las Ferias Libres para impedir que el acaparador haga su juego. Ha sido, necesario dotar al Gobierno de un instrumento legal que lo capacite para regular coactivamente los precios de los artículos de primera necesidad.
Faltan apenas unos cuantos meses para que comience sus sesiones ordinarias el Congreso de 1938. Es por eso de utilidad ir desde ahora señalando cuestiones sobre las cuales debe fijarse el criterio del legislador. Y ésta de la vida cara, y de la necesidad de buscarle correctivos, ha sido de las más debatidas en los últimos tiempos venezolanos. Es casi imposible que pase un día sin que el problema sea abordado, desde cualquiera de sus ángulos, en las columnas de la prensa diaria.