Autor: Rómulo Betancourt
Título: Las condiciones requeridas por las naciones para traer al inversionista extranjero
Fecha de publicación: 02-11-1938
Publicación: Diario Ahora


San José de Costa Rica, octubre 31 (ap Exclusivo Heraldo)- Una poderosa compañía americana ha adquirido la hacienda "Tenorio". Indícase que serán asociados de la nueva Compañía, la Zumarry United Company y la Compañía de Almacenes Macys. Se afirma que la nueva empresa invertirá Veinte millones de dólares, dedicándose al desarrollo agrícola o industrial de Costa Rica, trayendo expertos y maquinarias y estableciendo una sucursal bancaria especial.
El cable que hemos puesto como epígrafe de este artículo, publicado en la edición de El Heraldo" del 1° de noviembre, suscita una serie de interesantes reflexiones.
En Venezuela consideran los sectores de mentalidad ideológica reaccionaria, partidarios de gobiernos de "mano dura", que hay un sólo medio de atraer el capital inversionista extranjero. Ese es el de asegurarles una paz octaviana, impuesta mecánicamente desde las alturas del poder, ahogando antes de expresarse, todo brote de descontento colectivo. Otros agregan que debe garantizársele también al inversionista de ultramar que encontrará en nuestro país un islote anacrónico y feliz para el capital, ya que no rigen impuestos directos sobre la renta y las utilidades.
En nombre de estos argumentos especiosos, se obstaculiza al libre juego de las fuerzas democráticas y se entorpece todo intento de reforma progresista al régimen impositivo nacional. La existencia de organizaciones políticas de extracción popular se considera un crimen de lesa Patria, "porque ahuyenta al capital extranjero". La idea del establecimiento de un Banco Central de Emisión, o la promulgación de una Ley de Impuesto sobre el Patrimonio, sobre la Renta o sobre el exceso de utilidades son declarados auténticos delitos contra el porvenir de la nacionalidad, "porque ahuyentan al capital extranjero".
La atención que se le presta en el mundo oficial a los sectores sociales de los cuales es vocero esa prensa reaccionaria, ha determinado, en buena parte, el rumbo actual de la República. Sus elementos negativos en lo político y su lentísimo avance en lo económico entroncan, directamente, en esa tesis de que s6lo un país de libertades democráticas dosificadas y de régimen impositivo medioeval ofrece atractivos al capital extranjero.
Esos "atractivos", existiendo en Venezuela, no han sido suficientes para crear una fuerte corriente inmigratoria de capital y de técnica extranjeros hacia nuestra tierra. El capital de ultramar no viene a nuestro país, como tampoco vino ayer bajo el régimen de dictadura, sino para aplicarse a la industria del petróleo.
Y cabe preguntarse: ¿es por azar o casualidad que en otras ramas de la actividad económica no se invierte el capital extranjero entre nosotros? De ninguna manera. En el mundo de la economía lo mágico e inesperado no cuenta para nada. Los fenómenos de ese orden se rigen por leyes perfectamente descubribles y precisables. Y una de ellas, es la de que los capitales excedentes de los países industrializados se desplacen de preferencia hacia países saneados, con buenas vías de comunicación, en contacto fácil y barato con las salidas al mar, y estables políticamente (estables en el sentido de que haya coincidencias entre el rumbo gubernamental y las corrientes populares de opinión, y no en el de que le dan los reaccionarios de "orden" impuesto precariamente por el imperio brutal de la fuerza).
Precisamente, es Costa Rica un país de América que atrae al capital extranjero porque allí se conjugan muchas de las características recién apuntadas por nosotros. Ese pequeño país tiene buenos caminos, ha vencido las enfermedades endémicas y está remoto allí el peligro de las profundas conmociones colectivas. Y esta suerte de armonía social no es el producto de un gobierno de "mano fuerte" ni del sacrificio de las libertades públicas. Por lo contrario. Existe allí amplia, absoluta libertad de prensa: la oposición, aun la de extrema izquierda, tiene sus organizaciones legalizadas y de su representación de minoría en el Congreso y los concejos municipales. Esto en cuanto a lo político, que en lo económico rigen leyes que en Venezuela la reacción consideraría hipócrita y farisáicamente, como inaceptables por "ahuyentar" al capital inversionista. La Ley de Impuesto Cedular de Ingresos, por ejemplo merma en beneficio del Estado las utilidades de las grandes empresas. La Ley de Precios autoriza al Ejecutivo para fijar, por decreto, el valor de venta de los artículos de generalizado consumo. La producción y venta de la gasolina están estatizadas. Una Ley de Moratoria fijó retroactivamente en el 6% anual el máximo del interés que puede estipularse en las convenciones hipotecarias, y la disposición rigió y rige aún para contratos vigentes en el momento de promulgarse la Ley. No obstante todo eso -ambiente de libertades públicas amplias, y legislación tributaria y social más progresista que la nuestra- una sola compañía invierte en Costa Rica Veinte millones de dólares en actividades agrícolas.
En cambio la paz octaviana de Venezuela y la ausencia der una legislación tributaria y social de corte moderno, no son suficientes en nuestro país para atraer al capital inversionista.
Silencie, pues, la reacción su conocida música de organillo. No es represión y ausencia de leyes de sentido previsor lo que impresiona y atrae al inversionista de Europa y de Estados Unidos, sino las condiciones económico-sociales del país y el grado de estabilidad política real que haya logrado alcanzar.