Autor: Rómulo Betancourt
Título: Orientación hacia la técnica del cultivo cafetero en Colombia
Fecha de publicación: 16-11-1938
Publicación: Diario Ahora


En octubre pasado se celebró en Colombia un Congreso del Café. Asistieron a él delegados de todas las zonas caficultoras del país. Y fue presentado a su consideración, por los delegados de Caldas, un proyecto de legislación que vale la pena glosar. Los problemas que allí se abordan y se intentan resolver son muy semejantes a los confrontados por la producción cafetera nacional.
Los delegados de Caldas, en la exposición de motivos que precede al proyecto, informan que han recorrido los municipios de Pereira, Armenia, Calarcá, Montenegro, Chinchiná y Manizales. Y encontraron en todos esos centros agrícolas de importancia desde el punto de vista cafetero un hecho muy generalizado: los malos cultivos, por métodos atrasados y empíricos; y, como consecuencia de esa ignorancia generalizada de los agricultores, a las haciendas azotadas por la "gotera", el "mal rosado" y otras enfermedades parasitarias que amenazan destruir las plantaciones. Los proyectistas encuentran que la impericia que está presente en las actividades agrícolas de los caficultores tiene una parte determinante en el fenómeno de la merma de un 40% sobre la producción del año en la cosecha de ese departamento. Y concluyen pronunciándose porque se declare "la dictadura sobre cultivos de café."
Esa "dictadura" que se ha reclamado en el Congreso del Café colombiano es la de oficinas técnicas, integradas por agrónomos aptos, capaces de dar un rumbo científico y moderno al cultivo colombiano de ese fruto.
En su artículo primero, el proyecto exige la promulgación de una Ley, que haga obligatorias las medidas que adopte el Departamento Técnico relativas al cultivo del café, a fin de que nadie pueda acometer siembras nuevas sin permiso previo de las oficinas que se abran en cada municipio cafetero.
Estas oficinas estarán formadas por un agrónomo y un práctico, y se irán estableciendo a medida que el personal de técnicos en agronomía del país lo vaya permitiendo.
Este personal resolverá los permisos que se le dan para la iniciación de nuevas siembras, previa consulta al organismo central. Se expedirán esos permisos sólo en el caso de que el análisis químico de las tierras donde se pretenden establecer nuevas siembras, demuestre que la tierra es apta para el cultivo del café.
El Departamento Técnico tendrá también atribuciones para dictar medidas, de carácter obligatorio, relativas a los cultivos secundarios, los cuales pueden impedirse o mandarse a destruir dentro de los cafetales, si a juicio de los agrónomos perjudican el desarrollo normal del café.
El Departamento Técnico central dictará medidas especiales para impedir por los medios ya conocidos la erosión del suelo.
El comité nacional dotará a las oficinas municipales de los elementos necesarios para estudios y análisis del suelo.
El Director Técnico nacional convocará a todos los agrónomos nombrados, para que en asamblea de los mismos se acuerden los sistemas o medidas más aconsejables, o que estén dando mejores resultados.
Esta es, en síntesis, la proposición hecha al Congreso Cafetero de Colombia por los delegados del Cauca. La suerte posterior de ese proyecto nos es desconocida. Pero lo interesante es el hecho de que se haya presentado y discutido en una asamblea de cafeteros. Este simple hecho revela que ya en sectores importantes de las clases agrícolas de Colombia se comienza a pensar en que el empirismo y la rutina, deben darle paso a la ciencia. En un mundo en que la racionalización -tanto industrial como agrícola- está a la orden del día, no es posible estancarse en el uso inveterado de sistemas de producción rutinarios.
Esta lección deben meditarla en Venezuela tanto el Gobierno como los agricultores. Hay en nuestro país un desdén profundo por el técnico. En el agrónomo, por no tener las manos callosas y usar aparatos complicados, no se ve sino a un pedante de la ciudad. No ignoramos que en la prevención hacia el técnico hay una base, o motivo, de mucho peso entre nosotros. Nos referimos a la manifiesta incapacidad científica y práctica de muchos de los "expertos" extranjeros cuyos servicios han sido contratados por varios Ministerios. Pero es claro, de meridiana claridad, que la ineptitud de unos cuantos agrónomos o veterinarios no puede ser aceptada como argumento en contra de la progresiva utilización de los servicios técnicos en la agricultura y la cría nacionales.
La verdad es que mientras en Venezuela se siga cultivando el café -como los otros frutos agrícolas- con métodos muy pocos diferentes de los ya familiares a los hombres de la Colonia, la producción permanecerá estancada. O lo que es peor, como revelan las estadísticas: en vías de franco retroceso.