Autor: Rómulo Betancourt
Título: Burocracia y agricultura
Fecha de publicación: 27-11-1938
Publicación: Diario Ahora


Todos los días, bajo el mismo titular: "Nuevos nombramientos", reproducen los diarios, tomándolas de las páginas de la Gaceta Oficial, las listas interminables de los nuevos funcionarios. La burocracia se muestra cada día con nuevos batallones, y aún sin secarse la tinta con que se escribió en el diario oficial los nombres de los nuevos "agraciados", ya otra lista está hecha en las Direcciones Administrativas de los Ministerios.
Esta reflexión, se nos ocurre leyendo la más reciente de esas listas. Corresponde al MAC. Un Ministerio que ha venido caracterizándose, en lo que va corrido de la Administración actual, por su frondosidad burocrática. Dentro de poco tiempo, si no se pone fin a esa hipertrofia de cargos públicos en el Despacho de Agricultura y Cría, habrá más funcionarios en él que soldados en el Ejército.
Al mismo tiempo que los diarios publican en primera página la cotidiana galera con los nuevos nombramientos, van insertando, en páginas escondidas, noticias como esta que encontramos en un diario local: "Se instaló una Caja Agraria en Cagua, del Estado Aragua".
El acontecimiento fue trascendental. Acudió el Presidente del estado y la plana mayor del Gobierno aragüeño. Y todo porque en uno de los centros agrícolas más importantes del país comenzará a funcionar una caja de crédito rural, dotada del microscópico capital de Bs. 5.000, aportados en proporciones iguales por el MAC y por el Ejecutivo regional.
Este contraste da la clave de la paradójica situación de nuestro país. Mientras las estadísticas revelan que en 1913 exportábamos 64 millones en café, y en 1937 sólo 41 millones; que en 1913 exportábamosi7 millones de kilogramos de cacao y en 1937 sólo 16 millones; que en 1913 exportábamos 2 millones de kilos de balatá y en 1917 no exportamos ni un gramo; que en 1913 exportábamos 13 millones de kilogramos de madera y en 1937 sólo 2 millones, y así sucesivamente para los demás artículos de exportación -con excepción de petróleo-, en Venezuela se crean ejércitos de inspectores, investigadores, vigilantes y supervigilantes de la agricultura y la cría. Lo más lógico y lo más elemental es que se comience por forjar una economía agrícola y pecuaria, fortaleciendo la capacidad productora del agricultor y del criador mediante inyecciones fuertes de crédito; y después, que se crearan cargos con objeto de fiscalizar esa riqueza ya lograda.
Aquí se está comenzando por el fin. Y se da entonces el contrasentido -o se dará dentro de poco- de que habrá más funcionarios de agricultura que agricultores, más expertos en economía agrícola que trabajadores de la tierra.
Hay un tono de pesimismo indiscutible en nuestras palabras. Un tono de amargura y de escepticismo. No lo ocultamos. A veces, cuando una medida crediticia progresista se promulga -como en el caso de la ayuda a los caficultores- nos entusiasmamos por un momento. Después, recaemos en una actitud de desesperanza y de falta de fe. Porque vemos que casi siempre viene detrás de unas de esas medidas atinadas el nombramiento de una nueva legión de burócratas, quienes, a la larga, van a consumir más, mucho más, más, que lo invertido en la precaria medida progresista.
Y es oportuno decir que esa empleomanía del venezolano, esa tendencia a agarrarse a la desesperada de la ubre presupuestal, enraíza también en la miseria y atraso de nuestra agricultura. Sólo gente de vocación heroica puede afrontar, sin desmayar al fin, la áspera lucha con la naturaleza, sin el aporte del crédito barato y a tiempo, sin seguridades de mercado, sin tener posibilidades de llevar los productos que coseche a los medios de consumo por vías transitables y pagando fletes accesibles.
Los que no tienen esa vocación terrícola hondamente arraigada, prefieren emigrar a la ciudad, en busca del cargo público o de la fácil sinecura oficial. y hombres antiguamente útiles para la colectividad, por estar cumpliendo una función de creadores de riqueza, devienen poco menos que parásitos del Estado.
Este tono nuestro es el mismo de la casi totalidad de la prensa. De la prensa capitalina y provinciana. De un extremo a otro del país se oye el insistente clamor contra esa monstruosa deformaci6n de nuestra economía, expresada en la hipertrofia de la burocracia.
"Retorno a la tierra", reclamaba, patética y sentimentalmente, un funcionario del Ministerio del Trabajo, en reciente discurso radiado. Pero la gente venezolana, más pragmática y menos romántica, prefiere enfilarse hacia Caracas, en busca del cargo público, porque con precarias Cajas Rurales, distribuidas con cuentagotas a través del país, no se inyecta al campo ese aporte vigoroso de dinero prestado en condiciones liberales que reclama una agricultura cogida entre tenazas implacables: el usurero, el acaparador de tierras, los malos caminos, el mercado inseguro.
Aun cuando casi estamos convencidos de que las palabras sensatas caen siempre en el vacío, insistimos una vez más en la necesidad de un viraje revolucionario en la línea administrativa del Gobierno actual. Menos burócratas y ayuda más eficaz -crediticia y técnica- a la agricultura y la cría, sería la fórmula para sintetizar ese viraje.