Autor: Rómulo Betancourt
Título: Rebaja en los aforos arancelarios del maíz y de varias legumbres (caraotas, arvejas, etc.)
Fecha de publicación: 29-11-1938
Publicación: Diario Ahora


Ha sido dictada por el Ministerio de Hacienda una Resolución, rebajando los aforos arancelarios que pagan el maíz y varias legumbres (caraotas, garbanzos, arvejas, lentejas, habas, fríjoles).
El maíz ha sido clasificado, de acuerdo con esta resolución ministerial en la 2a. clase, más un 50%. El tributo aduanero por kilo quedará así reducido a Bs. 0,15. En cuanto a las legumbres enumeradas, pagarán 3a. clase, más el 50%, o sea, Bs. 0,30 por kilogramo. La reducción es muy sensible (de Bs. 0.90 por kilogramo, ya que de acuerdo con la clasificación hasta ahora vigentes, pagaban las legumbres Bs. 1,20 por kilogramo).
Esta medida fiscal ha sido tomada con el propósito de abaratar los precios de venta de esos comestibles, de primera necesidad en la dieta alimenticia de nuestro pueblo y que han alcanzado precios prohibitivos. En efecto, las más recientes cotizaciones del maíz criollo es de Bs. 23 el maíz amarillo y Bs. 22 el maíz nuevo (los 100 kilogramos); y los de las legumbres más consumidas, entre las que comprende la Resolución de Hacienda, los siguientes: caraotas negras: Bs. 105 los 100 kilogramos, para detallarse a veintiséis y veintisiete centavos; arvejas verdes: Bs. 70; arvejas amarillas: Bs. 75; garbanzos grandes: Bs. 125 a Bs. 135; frijoles blancos: Bs. 60 a Bs. 70, etc.
Esta medida, conforme reza la resolución gubernamental, es de emergencia; y sólo regirá mientras se normalizan las condiciones de abastecimiento de los mercados para los mencionados productos.
Es modalidad interesante y nueva en este género de resoluciones, la que se pauta para los importadores. Estos estarán obligados, al dirigir al Ministerio de Hacienda la respectiva solicitud para importar esos artículos, a especificar el precio máximo a que lo ofrecerán a la venta en sus establecimientos.
Esta medida ha producido descontento y revuelo en el alto comercio. Especialmente entre aquellos mayoristas que tienen maíz depositado en sus almacenes. Naturalmente, no es este el argumento que hacen en contra de la disposición. Hablan de los perjuicios que acarreará a la agricultura la vigencia de una medida que pondrá al maíz y la caraota americanas en condiciones de competir victoriosamente con esos mismos artículos cosechados en el país.
Sobre la cuestión vamos a fijar criterio. Objetiva y desapasionadamente. Sin parcializarnos por éste o aquel sector.
No puede caber duda de que esta medida era necesaria. A ella se ha tenido que apelar siempre, en todos los países, cuando circunstancias de cualquier orden -trastornos de índole política, vendavales o lluvias excepcionales que destruyen las cosechas, etc.- determinan una merma violenta en la producción de artículos comestibles de mucho consumo. El Estado, en esos casos, no puede cruzarse de brazos, en espera de próximas cosechas, mientras toda la colectividad padece las consecuencias de un alza desmedida en el precio de artículos de generalizado consumo, derivadas de la desproporción entre la oferta y la demanda de ellas.
Sólo que en otros países se prefiere, antes que la rebaja arancelaria, la importación directa, por el Estado o por las Municipalidades, de lotes determinados de tales artículos. Resulta sumamente fácil calcular el consumo promedial de esos artículos de generalizado consumo que se han encarecido extraordinariamente. También es tarea accesible la de prever por cuántos meses -los necesarios para que vengan nuevas cosechas- durará la escasez. Es teniéndose en mano, todos estos datos, que se procede a la importación, por el Estado o las Municipalidades de las cantidades suficientes para abastecer de esos comestibles a la colectividad, a precio bajo y durante todo el lapso que dure la escasez.
En esta forma, se logran dos objetivos. De un lado, proveer al mercado de los artículos artificial mente encarecidos a un precio accesible a los sectores más pobres de la colectividad. Del otro, evitar que los importadores, cuando disponen de silos especiales para ello, compren grandes cantidades de esos artículos cuyo aforo ha sido reducido, y los guarden para competir con los de producción interna.
Es tomando en cuenta estos hechos, que en otros países -como se hizo en Bogotá hace un año, por ejemplo, cuando la Municipalidad importó directamente azúcar- se procede más bien a la importación directa, por organismos oficiales, de los artículos que han experimentado grandes alzas en sus precios. Este procedimiento, como es lógico, disgusta al comercio. Se irrita de ver al Estado o a las Municipalidades compitiendo con él. Pero, esa irritación ha sido afrontada, en nombre de los intereses colectivos, por más de un país de América. Y no hablemos de Europa, donde -aun en países como Inglaterra, que se precian de su lealtad a la concepción liberal del Estado éste interfiere constantemente en la actividad económica privada.
No obstante considerar que lo mejor hubiera sido que el Estado importara directamente lotes de los artículos cuyo aforo ha disminuido, encontramos que la medida adoptada será útil. Redundará en reducción del precio de venta de artículos de primera necesidad, cuyo coste era ya inaccesible para gran parte de la población. En nuestra opinión, sin embargo, debe el Gobierno Nacional ajustarse a la siguiente línea, si es que no quiere que sean negativos los efectos de su resolución:
1) Vigilar celosamente porque los precios de venta de los artículos beneficiados con la medida se compaginen con el nuevo aforo que pagarán.
2) Suspender la medida en cuanto se aproxime el momento en que las cosechas venezolanas de esos artículos permuta la saturación del mercado nacional.
3) Facilitar el cultivo de frutos menores por el agricultor nacional. Darle a éste tierras y ayuda crediticia y técnica; mejorar los caminos; simplificar el contacto del productor con el consumidor. Porque nadie en Venezuela es capaz de aceptar la tesis de la resolución de que sólo las "lluvias torrenciales" de estos días tienen la culpa de la escasez de frutos menores. Ese "accidente" sólo ha venido a agravar una situación anterior a él, ya bastante difícil. En Venezuela cada año es menor la cosecha de frutos menores por las tremendas condiciones bajo las cuales vive y trabaja el agricultor nacional.