Autor: Rómulo Betancourt
Título: México está vendiendo su petróleo
Fecha de publicación: 30-11-1938
Publicación: Diario Ahora


Bajo este mismo titular publicó Ahora, en su edición de ayer, un extenso e interesante cable, fechado en Ciudad de México.
Se transcribieron en él recientes declaraciones del "Gerente General de la Distribuidora de Petróleos Mexicanos", entidad encargada de la colocación en los mercados extranjeros del petróleo nacionalizado.
Esas declaraciones son optimistas. El Gobierno de México, contra todas las previsiones en contra de la prensa al servicio de los grandes trusts, está vendiendo hoy el petróleo de la Nación con relativas facilidades.
Recientemente ha sido suscrito un contrato con la Azienda Generale Italiana Petroli, S.A., de Roma, Italia, "que abarca un volumen considerable de petróleos crudos mexicanos, cuyo valor es de varios millones de dólares".
También ha sido suscrito otro con la firma Correa e Castro Ltda., de Río de Janeiro, concediéndole la exclusiva para la colocación del aceite negro mexicano en el extenso mercado brasilero. Por último, ha sido formalizado un contrato de venta de aceites refinados con el Gobierno costarricense. Allí está nacionalizada la distribución de la gasolina y otros derivados del aceite mineral. En licitación abierta por el Estado para la suscripción de contratos de compra triunfaron ampliamente las aplicaciones hechas por los representantes del petróleo mexicano. Los otros concurrentes -dos compañías privadas: la Unión Oil Company of California y la Purchasing and Shipping Enterprise- fueron fácilmente derrotados. Comentando este significativo triunfo, opina así el vocero de la oficina gubernamental que en México agencia la distribución del aceite mexicanizado: "Tenemos especial interés en favorecer a nuestras repúblicas hermanas con pre4cios que quebranten el despiadado monopolio que hasta ahora han venido padeciendo y es por eso que se explica y justifica el franco éxito que hemos alcanzado en la penetracion de los mercados interiores".
Como podrá observarse, hasta países fascistas -como es el caso de Italia- han acudido a comprar el petróleo de México. No obstante la profunda discrepancia teórica que existe entre la ideología de un Gobierno imperialista y colonizador "a la abisinia", y un gobierno de beligerante antifascismo y de militante acción contra los fines de soguzgación de la economía nacional por las empresas extranjeras, como lo es el de México, la entente comercial ha sido posible. Hábil e inteligentemente ha explotado la Administración del presidente Cárdenas la agudizada hambre de combustible que experimentan las naciones de Europa y América. Especialmente la de aquellas que, como Italia, están desarrollando un vasto plan de industrialización sin poseer cuantiosas reservas propias del petróleo.
Y aún el mercado interno norteamericano lo está penetrando, audazmente, el Gobierno mexicano. Mr. Roy. R. Fischer, un activo agente de negocios, es el representante en Estados Unidos de las oficinas del Estado mexicano que administran la industria estatizada del aceite negro. Ya ha logrado colocar numerosos pedidos en los propios reductos de los grandes trusts yanquis del petróleo.
Contrastan estas noticias con las que a diario, en un tono alarmista cuyo origen bituminoso no resulta difícil de descubrir, se propagan en contra de la estabilidad económica de México desde las columnas de conocidos órganos de prensa,. Allí se reproducen, con una periodicidad que a leguas revela 10 planificado de la campaña, cuanto publican para desacreditar a la administración Cárdenas los periódicos que dentro de México agencian los intereses de las compañías expropiadas (Omega, El hombre libre, Excelsior, etc.) O que, en los Estados Unidos e Inglaterra, son clasificados unánimemente como órganos de expresión de Deterding y de los herederos del extinto pirata de la alta finanza, el mundialmente conocido John D. Rockefeller.
No es cierto, pues, que México se haya visto imposibilitado, después de haber nacionalizado el petróleo, para producirlo y para venderlo. Como tampoco lo es que atraviese una etapa crítica en sus finanzas públicas, al extremo de que se esté acercando a los límites de la falencia fiscal.
Una prueba en contra de esta última tesis -pregonada a todos los vientos por la reacción internacional- está en el acuerdo celebrado recientemente con Estados Unidos por el Gobierno de Cárdenas. En pago de las tierras expropiadas a propietarios norteamericanos -para realizar en ellas y en las reivindicadas de grandes terratenientes nacionales su vasto y planificado sistema de reforma agraria-, el Gobierno Cárdenas se ha comprometido a hacer pagos periódicos de determinadas sumas. El primero de esos pagos, que hará en abril de 1939, alcanzará a la suma de un millón de dólares. Los pagos sucesivos no serán nunca inferiores a esa misma suma, mientras el Gobierno concluya de satisfacer las indemnizaciones que una comisión paritaria –un delegado por México y otro por Estados Unidos- fijará por las tierras nacionalizadas. Y si el Gobierno de Estados Unidos ha propuesto este arreglo y lo ha aceptado México, es porque la Secretaría de Estado está convencida de que la situación del Tesoro mexicano no es de quiebra. De ser cierta la interesada versión sobre el colapso de las finanzas gubernamentales del país azteca, es indudable que la Secretaría de Estado se hubiera abstenido de proponer ese arreglo; y hubiera exigido garantías reales, tales como hipotecas sobre los ingresos de aduana o de otras rentas seguras del Gobierno de México.
La realidad -contra la cual se estrella la dialéctica de todos los "resentidos" por la progresista y audaz política nacional-revolucionaria del Gobierno Cárdenas- es que éste está conduciendo a México por caminos inéditos en nuestra América. Lo está conduciendo hacia la liberación nacional y hacia la prosperidad interna. Al cabo de este recorrido, México no sólo será libertado de tutelas económicas y políticas extranjeras, sino que también habrá asegurado posibilidades de bienestar colectivo a todos los mexicanos.
Los pueblos de América Latina, que han aprendido a guiarse por su instinto y repudiar a ciertos fabricantes de opinión a los que conocen demasiado, están por eso con México y con su política económico-social. Ven en ella rumbo y meta.