Autor: Rómulo Betancourt
Título: El crédito de Bs. 1.000.000 para cultivadores de frutos menores; y el agudo problema de la tierra
Fecha de publicación: 03-12-1938
Publicación: Diario Ahora

El Ejecutivo ha tomado una medida digna de sincero apoyo. En la última reunión del Consejo de Ministros se ha autorizado al mac para invertir, en el incremento de la producción de frutos menores, la cantidad de un millón de bolívares.

Este aporte crediticio que se va a llevar al agricultor pobre de Venezuela será distribuido a través del Banco Agrícola y Pecuario, dándose preferencia en los préstamos a aquellos productores más perjudicados en sus siembras por las torrenciales lluvias del crudo invierno de 1938. Se estipula en la resolución oficial que acuerda el crédito, límites racionales al montante de los préstamos. No podrán ser nunca mayores de Bs. 1.000 para cada persona o firma.

Se exceptúa el caso de los solicitudes hechas por cajas rurales o por sociedades agrarias, en cuyo casó la cuantía del préstamo puede llevarse al límite de Bs. 3.000.

Esta medida -como toda otra tendiente a poner el crédito barato y estatal al alcance del agricultor empobrecido- tendrá recuperación beneficiosa en las cosechas del año próximo. Un sector de la pequeña agricultura será libertado de la garra acogotadora del agiotista, del gran comerciante de pueblo que da suministros a los trabajadores de la tierra en condiciones leoninas. Buena parte de culpa de la falta de entusiasmo del campesino para laborar la tierra la tiene ese Harpagón aldeano, que presta al 20%, entregando sólo un porcentaje del suministro en metálico y el resto en mercaderías con precios recargados; y el cual, no contento con esto, impone a su 'cliente' condiciones tan onerosas como el empeño de las cosechas, o la venta anticipada de éstas a precios arbitrarios.

Enfocando nosotros esta realidad, dijimos, al comentar la reciente medida gubernamental de emergencia rebajando los aforos arancelarios para el maíz y varias legumbres (caraotas, arvejas, frijoles, etc.) que debía ser completada con el apoyo estatal al productor de frutos menores. Si la aludida medida de emergencia se explica y justifica plenamente, por el insoportable encarecimiento de la vida, en cambio resultaría suicida que se estabilizara. Venezuela, siendo país de vocación agrícola y disponiendo de tanta tierra apta para el cultivo, no puede depender para su alimentación, como Inglaterra, de frutos producidos fuera de sus fronteras. La medida crediticia por la que abogábamos ha venido, y la saludamos con satisfacción.

No ignoramos, ni creo que lo ignore el Gobierno, cómo es de insuficiente esa suma decretada para solucionar el problema económico del pequeño productor. La magnitud de ese problema se evidencia en el hecho de que en los archivos del Banco Agrícola hay peticiones no atendidas de créditos que exceden a más de los diez millones de bolívares. Sin embargo, ese millón de bolívares, de ser honestamente distribuido entre los agricultores más necesitados; y si esa medida coincide con las de carácter crediticia que tomen las Cajas Agrarias, servirá para aliviar en mucho la suerte del agricultor de reducidas posibilidades, del medianero y del conuquero, del pisatario y del propietario de escasas hectáreas.

Ahora bien, al lado de estas resoluciones gubernamentales relativas al crédito agrícola, se imponen otras con urgencia. Nos referimos a las relacionadas con el agudo problema de la tierra. No sólo porque lo extorsiona el comerciante que le da 'suministros' es por lo que el pequeño agricultor siembra poco, muchas veces apenas lo indispensable para asegurarle a su hogar campesino provisiones de maíz y caraotas. Sino también porque en la falta de tierra suya encuentra un valladar para su estímulo. Trabaja nuestro agricultor en frutos menores, por lo general, en tierra arrendada, pagando canon por ella; yen tierra ya agotada por la explotación intensa de muchos años. La empresa de roturar el bosque para sembrar tierras nuevas no puede seducido. Sabe que siempre corre el riesgo de que se le reclame por el dueño de la hacienda, la parcela que ha 'fundado', cuando ya sea remunerativa gracias a su esfuerzo. Dotar de tierra suya a los agricultores pobres -tierras cercanas a los centros de consumo, en contacto fácil y rápido con pueblos y ciudadanos- es, por eso una obligación que debe atender el Gobierno Nacional. Tierra y crédito constituyen binomio clave de la producción venezolana de frutos menores.