Autor: Rómulo Betancourt
Título: El cultivo algodonero en la Argentina
Fecha de publicación: 08-12-1938
Publicación: Diario Ahora

Ante la noticia de que se piensa ensayar en grande entre nosotros el cultivo algodonero, muchos son escépticos, los pesimistas. Esa falta de fe tan negativa que caracteriza a determinados elementos y sectores de la colectividad venezolana, cuando se plantea la cuestión de nuestras posibilidades como pueblo creador de riqueza, se ha manifestado en esta oportunidad. Ante la noticia de que se ha exonerado de derechos aduaneros a las semillas de algodón destinadas a la siembra; ante el informe oficial de haber sido contratados los servicios profesionales del experto agrónomo, doctor Chardón, para que realice estudios técnicos a fin de mejorar e impulsar el cultivo algodonero en el país, esos derrotistas de profesión encogen los hombros y respingan el gesto. Extranjerizantes irredimibles, no conciben cómo pueda aspirar Venezuela a redimirse de la dependencia en que se encuentra de economías extranjeras.

Nuestra posición de siempre ha sido totalmente diferente a ésa de los hombres sin fe. Creemos apta a nuestra nacionalidad para superar su atraso económico y para incorporarse al ritmo de los pueblos modernos, forjadores audaces de su propio destino económico. Por pensar así, alentamos cuanta iniciativa de contenido progresista sea tomada en los medios gubernamentales; y si nuestra actitud es la mayor parte de las veces polémica y contradictoria frente a la línea oficial en materia económico-financiera, es porque la observamos vacilante, dubitativa, sin audacia.

En comprobación de cuanto afirmamos, ahí está bien reciente la actitud asumida por nosotros frente a las medidas relacionadas con el cultivo algodonero en Venezuela. Las respaldamos sin reservas. Y si algo quisiéramos y reclamamos en que esas medidas tuvieran una fisonomía más resuelta. Sobre el tema volveremos, poniendo de bulto los reparos que se nos ocurren a la actitud gubernamental frente al cultivo algodonero nacional. Hoy vamos a hacer un rápido esquema de la evolución del cultivo algodonero en la Argentina, revelador de que sí hay posibilidades latentes en nuestros pueblos para las tareas coordinadas, científicas, técnicas, en materia de agricultura.

Argentina, que en 1937-1938 producirá no menos de 72.000 toneladas de algodón, se incorporó recientemente a la producción algodonera. Fue entre los años de 1917 y 1926 -al amparo de la inflación de precios de la post guerra y gracias a una inteligente propaganda oficial en favor del cultivo del algodón- que la extensión del área sembrada de la preciosa malvácea alcanzó apreciable crecimiento. De 3.100 hectáreas sembradas en 1917, pasó la extensión de tierra cultivada de algodón a 110.100 hectáreas diez años después. En el año 1936-1937, el cultivo recibió un fuerte impulso. El área sembrada se elevó a la alta cifra de 410.000 hectáreas, cubriendo una superficie de cultivo algodonero tres veces mayor a la existente en el año 1931-1932.

Dos circunstancias, de orden externo, han favorecido el rápido desarrollo del cultivo algodonero en la Argentina. De un lado, el prodigioso avance de la industria textil nacional, que ha repercutido sobre la agricultura asegurándole un mercado interno firme y extenso al algodón. Del otro, las restricciones impuestas al cultivo en Estados Unidos, principal concurrente mundial en la venta de esa materia prima, con lo cual se ha favorecido la exportación hacia centros manufactureros del algodón argentino.

Empero, al lado de esas circunstancias externas, otras directamente ligadas con el proceso mismo de cultivo han determinado el ascenso continuo de la producción algodonera en aquel país.

El Estado argentino ha refaccionado crediticiamente al productor de algodón. Y le ha prestado, además, una invalorable y constante ayuda de carácter técnico. La racionalización del cultivo ha sido así posible. El Estado fundó y sostiene una Estación Experimental, dedicada exclusivamente a mejorar los métodos de cultivo de algodón. Distribuye semillas adecuadas a los distintos climas del país. Alecciona perseverantemente a los agricultores para lograr que cultiven cada vez mejor, cada vez más científicamente, al algodón. Se ha llegado en esta forma a obtener resultados tan sorprendentes como éste: en la provincia de Tucumán, y en una estancia perteneciente a la familia Rescate, se tiene asegurada una producción por hectárea de una tonelada y media de algodón (1.400 kilogramos). O sea, una producción cuatro veces mayor que la obtenida, por hectárea, en la mayor parte de los fundos algodoneros de Venezuela.

Estos datos -que hemos obtenido en la Revista Económica, órgano del Banco Central de la República Argentina- revelan bien que sí hay posibilidades en América para el cultivo rediticio del algodón. Sólo se requiere, para ello, que se aborde con ambición, y planificadamente. Al Estado le corresponde suscitar el entusiasmo por ese cultivo; y darle luego base económica y dirección técnica. La experiencia argentina es, en ese sentido, sumamente interesante; y vale la pena difundirla entre nosotros, ahora que despunta en los medios gubernamentales un interés, todavía larvado, pero ya manifestándose, en favor del cultivo algodonero en Venezuela.