Autor: Rómulo Betancourt
Título: Acerca del cultivo del algodón en Venezuela
Fecha de publicación: 09-12-1938
Publicación: Diario Ahora

En nuestro artículo de ayer prometimos enfocar la cuestión del cultivo algodonero en Venezuela. Hoy vamos a cumplir esa promesa.

Como es conocido del país, por un comunicado del mac, ha sido contratado los servicios del ingeniero agrónomo, doctor Chardón, para que elabore un plan de cultivo técnico del algodón. Ha surgido ahora, desde las páginas de El Heraldo, una opinión que enfáticamente niega a ese ingeniero conocimiento y experticia en la materia para la que se le ha contratado. El señor Jaime Feliú y Ronsó, en un tono a ratos pintoresco -por lo que tiene de dómine enseñando una cartilla -opina que sólo aquí 'suceden [?] tales adefesios.' Se refiere al hecho de que se contrate como experto en algodón a quien sólo lo es en hongos y otros parásitos del café y el cacao; y también en cultivo de caña de azúcar.

Le corresponde al mac aclarar públicamente si el señor Chardón es o no experto en el cultivo algodonero. Sobre el tópico no queremos hacer otro comentario, manteniéndonos en expectativa sobre el particular. En cambio, vamos a decir que coincidimos con el señor Feliú y Ronsó cuando dice que de una vez puede y debe implantarse en Venezuela el cultivo del algodón, sin esperarse a los tres años que se llevará el experto haciendo sus investigaciones. La acción estatal de apoyo al cultivo del algodón debe ir paralela, para decido más concretamente, a las investigaciones de carácter técnico que acerca de ese cultivo haga el señor Chardón, o quien los substituya, si es que efectivamente carece de credenciales para desempeñar el cargo.

En efecto, en los archivos del mac hay numerosos informes, muy precisos y detallados, sobre las condiciones adversas que han impedido el desarrollo del cultivo algodonero entre nosotros. Que han determinado, además, el alto coste de producción, que en algunos centros de cultivo alcanza a la cifra de Bs. 72 el quintal.

Entre esos informes, citamos alguna vez el del ingeniero Rodríguez, agrónomo al servicio del Ministerio. Está publicado en la Memoria del despacho de Agricultura y Cría correspondiente al año de 1937, Y versa sobre la situación de los productos de algodón de Apure.

En ese informe, con datos muy precisos, se descubren cuáles son las calamidades que soporta el pequeño agricultor algodonero de ese Estado llanero.

Los varios centenares de pequeños agricultores carecen de tierra suya y tienen que sembrar en parcelas arrendadas. No tienen crédito barato, sino que lo reciben, en forma de suministro y a intereses leoninos, de los comerciantes de la región. Es tan desamparada y crítica su situación, que observa el ingeniero Rodríguez, no pueden invertir suma alguna en cercar con alambre de púas los sembrados, para evitar que los destruya el ganado. Ya recogida la cosecha, no encuentra otra salida para ella sino en el comercio de San Fernando, que paga el algodón al precio que le venga en gana.

Esta situación de los productores de algodón de Apure puede y debe ser afrontada por el Estado inmediatamente. Los informes técnicos que lo guíen en ese sentido los tiene a mano el mac, ya que es de pensarse que los dictámenes de sus agrónomos no sean para archivarlos, con destino a las páginas de las Memorias anuales, sino para estudiados y proceder conforme a sus conclusiones. Si es tierra, ayuda crediticia, cooperación técnica (mediante la entrega de semillas seleccionadas) y seguridades de mercado lo que necesitan esos pioneros del cultivo del algodón en el Llano, deber del Gobierno Nacional y Regional es el de proceder a dotarlos de cuanto reclaman y necesitan.

No creemos que haya sido la intención del mac esperar a que transcurran tres años de pacientes investigaciones científicas para proceder entonces a ayudar a los agricultores ya dedicados al cultivo del algodón. El hecho mismo de que se haya exonerado a las semillas seleccionadas extranjeras del pago de derechos de aduana revela que se piensa en la necesidad de mejorar, desde ahora mismo, los cultivos existentes. Empero, esa ayuda no puede ni debe limitarse al simple abaratamiento de la semilla, sino que debe ligarse con una política agraria y con una política crediticia de inmediata realización.

Esta es la misma posición que adoptamos frecuentemente ante las iniciativas gubernamentales encaminadas a mejorar la agricultura del país. La de reclamar que se liguen con una política de tierra y con una política de préstamos. Porque mientras el pequeño agricultor nacional sea un tributario del gran propietario arrendador de parcelas y del gran comerciante dedicado al leonino negocio de avanzarle 'suministros' a la agricultura al 20% de interés, poco o nada progresará la economía agraria venezolana.