Autor: Rómulo Betancourt
Título: El contrabando II El mensaje presidencial
Fecha de publicación: 11-08-1937
Publicación: Diario Ahora


Ayer abordamos este tema. En líneas generales lo dejamos esquematizado. Hoy fijaremos otros puntos de vista sobre la misma materia.
El intenso contrabando que siempre se ha hecho en Venezuela ha obedecido a dos causas fundamentales de un lado, lo altos tributos aduaneros cobrados sobre determinadas mercaderías, especialmente suntuarias; y del otro, la extensión de nuestras costas y fronteras, que dificulta materialmente un buen control sobre ellas.
Los altos impuestos que en Venezuela se cobran por los artículos de importación no tienen ni siquiera el justificativo de ser consecuencia de una política económica del Estado. Esta no ha utilizado el arancel como un aliado para la realización de planes industriales. Simplemente se ha visto en los ingresos aduaneros la vía tradicional; la más cómoda y al mismo tiempo la menos suscitadora de rebeldías, de recaudar los dineros requeridos por el Estado para atender sus servicios. Y el fuerte tributo aduanero ha persistido en nuestra legislación, llegando a ser el renglón más cuantioso de nuestra Renta Interna, así como el incentivo mayor para el ilícito negocio del contrabando. De aquí que señalaba una realidad la Cámara de Comercio, de Caracas, cuando en una comunicación dirigida el 8 de junio de 1936 al Ministerio de Hacienda pedía la rebaja de los derechos aduaneros sobre la seda, en forma tal que hiciera imposible el contrabando. En posterior comunicación de esa misma entidad al Despacho del ramo, y con fecha 14 de abril de 1937, ratificaba posiciones. Dice así esa comunicación en uno de sus párrafos: "En el arancel actual se conservan elevados esos derechos aduaneros y por ello sugiere ahora el Ministerio la consideración de que se lleven a un punto en que hagan del contrabando un negocio peligroso".
De modo tal que una política arancelaria justa y un control mejor organizado de nuestras costas son los medios más adecuados, los medios de primer plano, para hacer disminuir la introducción clandestina de mercadería extranjera al país.
Hemos dicho los medios de primer plano porque otras medidas, colaterales, deben también adaptarse. En primer término, la verdadera organización técnica de nuestro servicio de aduanas. Entre los cargos fiscales son las aduanas las que con más ambición persiguen los profesionales del puesto público y no van a ellos, en una cantidad apreciable de casos, los individuos mejor dotados, los más capaces y responsables, sino los más vinculados con quienes dispensan posiciones. Este hecho, que se manifiesta en toda nuestra administración pública, tiene caracteres aún más pronunciados y repercusiones sensiblemente peligrosas en lo que a materia de aduanas se refiere. Y a este respecto, es oportuno recordar aquí la serie de constataciones hechas en un reciente artículo de periódico por el señor Vásquez Fermín sobre la ineptitud e incumplimiento de sus funciones por muchos administradores de aduanas. También aludía al sistema utilizado por algunos altos funcionarios de ese ramo de escamotearla al celador o al empleado subalterno la participación que la Ley acuerda, de un 50% de los bienes incautados, a quienes hacen un denuncio de contrabando. Ese proceder de las supremas autoridades de aduanas trae como consecuencia que los empleados subalternos prefieran muchas veces entenderse con el contrabandista, y recibir de él algún dinero como precio de su complicidad, antes que hacer un denuncio para beneficiar con él a su jefe.
También contribuye al incremento del contrabando la lenidad con que se trata al comerciante que trafica con mercancías importadas clandestinamente. La Leyes particularmente drástica con el contrabandista de cuyo barco y mercaderías se incauta el Estado, y los saca a remate, en beneficio del fisco y del denunciante. Pero en cambio es tolerante en extremo con quien dentro del país con tal mercadería, haciendo una competencia desleal al comerciante honesto y perjudicando los intereses del fisco. Pensando precisamente en ese aspecto del problema del contrabando fue que se hizo la observación a la Asociación de Comerciantes de ser incompleta su campaña contra esa ilegal industria mientras no se publicaran, al lado de las listas de los capitanes de barcos cogidos en delito de introducción clandestina de mercaderías, las casas de comercio asociadas en esas dolosas operaciones.
También se ha puesto en evidencia últimamente -y ello ha sido motivo de un comunicado dirigido por la Cámara de Comercio de Caracas al Ministerio de Hacienda- la circunstancia deque no se protege al comerciante honesto en la forma como se hace el remate de las mercaderías incautadas. En ese remate, el fisco en realidad no toma en cuenta sino la cuantía de los impuestos y no el valor mismo de la mercadería. De modo tal que acordándose varios postores para no hacer ofertas sino por el montante de los impuestos pueden obtener -y obtienen frecuentemente¯ la mercadería por debajo de su precio de compra en los mercados manufactureros del exterior. Y quien así adquiera tales mercaderías estará en situación privilegiada con respecto al comerciante, que importó y pagó la totalidad de los impuestos.Estos aspectos varios del problema del contrabando deben destacarse, como una colaboración con el Estado en el camino de encontrarle solución a aquél.