Autor: Rómulo Betancourt
Título: Posibilidad de producir comercialmente en Venezuela artículos alimenticios a base de leche, azúcar y cacao
Fecha de publicación: 28-12-1938
Publicación: Diario Ahora

En el N° 7 de la Revista de Fomento, hemos encontrado un excelente trabajo sobre el tema que sirve de título a este comentario. Lo suscribe A. Germán Otero, director del Laboratorio Nacional, técnico venezolano en química industrial de sólidos conocimientos científicos y de manifiesta preocupación por los problemas económicos de Venezuela.

El doctor Otero se propuso demostrar -y lo alcanzó a cabalidad- el contrasentido de que Venezuela importe anualmente artículos alimenticios conservados -a base de leche, cacao y azúcar-, estando en posibilidad de producidos la industria nacional. En efecto, nuestro país, habiéndose incorporado también a la tendencia universal a consumir intempestivamente tales productos dietéticos, presenta la característica de no producirlos. Y así invertimos anualmente alrededor de Bs. 450.000 en la importación de 300.000 kilogramos de esos productos (Toddy, Ovomaltina, Chocomalt, leches malteadas, etc.), cuando resulta fácil la elaboración nacional de productos similares a esos en sabor, y de poder nutritivo idéntico al suyo.

En respaldo de su tesis, el director del Laboratorio Nacional hizo el análisis químico de dos muestras de esos productos, escogiendo a aquéllos de mayor consumo en el país; alrededor del 35 al 40% de las importaciones anuales de esos alimentos conservados, corresponde a los examinados en el Laboratorio Nacional. De ese análisis resultó que esos alimentos son preparados mezclando cantidades -aproximadamente las señala el doctor Otero en su interesante trabajo- de azúcar, leche desgrasada, cacao y extracto de malta. Además, pequeñas cantidades de esencias aromáticas, como vainilla, con la intención de darle al alimento un sabor agradable al paladar.

De esos ingredientes importantes, sólo uno -el extracto de malta- no es producido por la agricultura y la cría nacionales. Pero este artículo, en todas sus múltiples variedades, es de fácil obtención en los mercados del exterior, y a bajas cotizaciones. Oscila entre Bs. 1,40 y Bs. 1,60 el precio por kilo de ese producto, puesto en Caracas.

Los demás -azúcar, leche, cacao- se producen cuantiosamente en el país. La seguridad del consumo fuerte que de ellos haría la industria productora de alimentos conservados, bastará para crearles un firme mercado interno. Y también pondría cese parcial a las calificadas con razón por el doctor Otero como 'paradojas económicas' del país.

Entre ellas, está la del azúcar. Más que una paradoja es una monstruosidad. Hasta un crimen, para no valemos de eufemismos sino llamar a las cosas por su nombre. El azúcar nacional se vende en Venezuela al precio, prohibitivo para densos sectores sociales, de Bs. 60 los 100 kilogramos. Y, al mismo tiempo, se exportan anualmente grandes cantidades de papelón a precio vil, a: precio de dumping, con objeto de descongestionar el mercado interior y de asegurar así las cotizaciones crecidas dentro de Venezuela de los productos semielaborados extraídos de la caña de azúcar. Estas exportaciones de papelón 'barato' -que determina el absurdo de costar menos en Nueva York el producto elaborado en Guatire, Maracaibo o Maracay que en los mismos sitios donde se ha producido- acusan cifras en ascenso. En 1925, las exportaciones fueron de 125.151 kilos; y en 1936, de 285.852 kilos. Y por los puertos nacionales por donde salen esos productos 'baratos' de la caña de azúcar venezolana regresan anualmente, a precio alto y para beneficio de economías extranjeras, alrededor de 200 mil kilos de esos mismo productos, mezclados como ingrediente a los alimentos conservados. Esta paradoja, o monstruosidad o crimen -como quiera llamársele- tendería a aminorarse, si se establece una industria fuerte en Venezuela, productora de esos alimentos; y la cual bien podría llegar a un arreglo satisfactorio con los centrales azucareros, para que en vez de exportar papelón a bajo precio produzcan azúcar de segunda calidad, a un valor convencional, para ser consumido por dicha industria. Es de observarse que en la producción de alimentos conservados a base de cacao no se requiere de azúcar blanca. El color del producto acabado es oscuro.

Lo mismo podría decirse del cacao. Este se expende en Venezuela, país productor, al precio de lujo de Bs. 4.50 el kilogramo. El escaso consumo interno es la única razón por invocarse en favor de este precio, aún cuando se caiga en un círculo vicioso. Y esto, porque el consumo es limitado por ser alto el precio de venta del artículo. Observa Otero que una empresa nacional productora de alimentos conservados a base de cacao, calculando una venta de la mitad de lo que actualmente consume el país (o sea, 150.000 kilos) podría asegurarle al cacao nacional un consumo interno de 20 a 30 mil kilos. El arreglo sobre precios sería fácilmente realizable, sobre esta base halagüeña de consumo firme.

Los cálculos incluidos en el ensayo del doctor Otero, sobre valor de maquinarias, edificios, etc., para una empresa industrial de la índole de la que nos venimos ocupando, demuestran que bastarían Bs. 250.000 para establecerla. Calculando un promedio de venta anual de 150.000 kilogramos, la empresa dejaría unas utilidades netas de Bs. 21.500 anuales.

Le observamos a estas conclusiones a que llega Otero -y éste es el único motivo de disidencia nuestra con su magnífico trabajo- el calcular como precio de venta del producto nacional el de Bs. 3,20 el kilogramo; o sea, al mismo precio del artículo importado. Y esto no nos parece lógico, tanto desde el punto de vista comercial como desde el punto de vista social. Desde el primer ángulo -el comercial- porque es indudable que para desplazar del mercado a productos extranjeros, ya acreditados, necesitaría la industria nacional no sólo producir artículos igualmente buenos, sino a más bajo precio. Y desde el punto de vista social, porque con la industrialización en Venezuela del cacao, la leche y el azúcar -para producir un alimento similar a los que estamos importando -debe perseguirse no sólo la creación de una nueva industria. El abaratamiento de tales alimentos, de indiscutible valor nutritivo, debe ser un objetivo concreto por alcanzar. Sólo así prestaría tal industria un servicio real a la colectividad, a más de los que indirectamente recibiría ésta de la circunstancia de beneficiarse la agricultura y la cría nacionales con el fortalecimiento del mercado interno para la leche, el cacao y el azúcar.

Claro está que éstas son observaciones un poco académicas. No sabemos de nadie que esté pensando en tomar en serio las ideas de Otero. Nuestros prudentísimos 'hombres de negocios' dirán que la química industrial es un disparate y el Director de los Laboratorios Nacionales un iluso. Y seguirán comprando casas para arrendadas, hipotecando al 10% y haciendo los otros negocios agiotísticos en que tradicionalmente vienen invirtiendo sus capitales. El desarrollo de la economía nacional, el impulso vital de lo venezolano, son preocupaciones alimentadas, si acaso, por una escasa docena de capitalistas nuestros.