Autor: Rómulo Betancourt
Título: El problema de las divisas extranjeras. Parte I
Fecha de publicación: 11-12-1937
Publicación: Diario Ahora

Internacional del Trabajo

Teóricamente, la política oficial en materia monetaria es firme en el sentido de conservar el alto tipo de cotización del bolívar. A penas hace un mes -el 10 de noviembre- los Ministros de Fomento y de Hacienda, en declaración conjunta entregada a los diarios, declararon formalmente "que no está en el ánimo del Ejecutivo un cambio en la política observada al respecto, ya que nada hay que la justifique, desde luego que en las circunstancias que motivaron aquella determinación no han cambiado". Y agregaban: "Las importantes reservas de oro nacionales y de la posición actual de la Nación reafirman, por el contrario, los motivos que indujeron al Ejecutivo Federal a emprender esa política, que responde hoy también a las exigencias de la economía venezolana".
Esta política monetaria del Gobierno es, sin posible duda, la más conveniente para la economía nacional. Ningún argumento sólido se ha aportado en pro de una desvalorización monetaria. En las condiciones actuales de Venezuela -muy diferentes de las de nuestra vecina Colombia- llevar nuestro símbolo monetario al límite de su paridad con el dólar-Roosevelt debe ser una aspiración nacional".
Pero esta política gubernamental, muy firme en las palabras, no lo es en los hechos. O cuando menos, no se han tomado las medidas adecuadas y enérgicas para que se concrete en realidad.
En efecto, las declaraciones ministeriales resultan algo inoperantes cuando se contempla el hecho, a diario renovado, de que el comerciante importador, ante la falta de oferta de dólares en las ventanillas de los Bancos, tenga que acudir a adquirirlos en la "bolsa negra". El comerciante, en teoría, puede adquirir dólares americanos al tipo oficial de Bs. 3.19; pero en la práctica se ve obligado a pagar la vigente en el mercado libre, o "bolsa negra", que oscila entre Bs. 3.35 y Bs. 3.40 por dólar.
Y este no es resultado, en nuestro concepto, de esa "escasez momentánea de dólares" señalada por la Asociación Nacional de Comerciantes en una carta abierta que nos dirigiera la "escasez momentánea" se está convirtiendo en escasez crónica. Y en permanente el fenómeno de que rijan dos tipos de cambios: el teórico, que sólo sirve para figurar en los índices que publican los diarios; y el real, en el cual se hacen todas, o casi todas, las operaciones de compra de divisas.
En nuestro concepto -rectificable si es que aportan oficialmente hechos capaces de convencemos de lo contrario- esta situación deriva de la política titubeante del Ejecutivo. De esa posición intermedia, que consiste en tomar una resolución y no atreverse a llevarla hasta sus últimas conclusiones.
El Ejecutivo siempre ha dicho -y lo repite el comunicado de los Ministros de Fomento y Hacienda del 10 de noviembre- que no ha "obrado con propósito de control" al realizar un acuerdo con los oferentes mayores de dólares -las compañías petroleras- para fijar un tipo estable de cambio. Ahora bien, nosotros no concebimos cómo pueda estabilizarse realmente el cambio si una compleja serie de medidas, que en último análisis se resuelven en el control estatal del cambio, no se toman.
Si esas medidas de conjunto, enérgicas a un mismo tiempo que cautelosas, no se adoptan, el Gobierno Nacional estará en una posición desairada. Y sus organismos estabilizadores del cambio, tal como la Oficina Nacional que tiene esa misión, verán reducido su radio de actividad única y exclusivamente a distribuir entre los Bancos las divisas, para que éstos los suministren al comercio, ganándose de paso una comisión tan fácil como poco justificable.
En otra forma se ha procedido en varios países americanos: Colombia, Costa Rica, Ecuador, Chile, etc.; donde el propósito estatal de estabilizar el cambio se acompaña de medidas legislativas, estableciendo rigurosas formas de control y otras medidas laterales, igualmente drásticas. Porque resulta en realidad un contrasentido que un Gobierno esté convencido de la necesidad de estabilizar el cambio, que lo declare así enfáticamente y que al mismo tiempo no adopte resoluciones capaces de traducir en hechos ese criterio suyo en materia monetaria.
Colombia, por ejemplo, ha tenido en los últimos 20 años, dos períodos de cambio intervenido: desde principio de 1932 a agosto de 1933; y de mayo de 1936 en adelante. En ambos períodos, han regido disposiciones drásticas, para evitar la fuga de capitales, para poner límite a los derroches de los colombianos en el exterior, para considerar como delito punible la realización de transacciones sobre divisas extranjeras en la "bolsa negra".
Más concretamente nos referimos a la política cambiaria de Colombia y a las medidas que, en líneas generales, creemos deba adoptar en Venezuela el Ejecutivo Federal. Hoy dejamos la constancia expresa de que nos parece absurda la inercia oficial ante el hecho, que va haciéndose normal al prolongarse por días y semanas, de existir voluminosa diferencia entre el tipo oficial, teórico, de cambio, y el tipo real, el tipo en el cual se ve obligado a hacer sus transacciones en divisas extranjeras el comercio nacional. Esa inercia es la negación, en los hechos, de la política de valorización del bolívar tan firmemente proclamada, en las palabras, por los Ministerios de Hacienda y de Fomento.