Autor: Rómulo Betancourt
Título: La industria azucarera y los intermediarios
Fecha de publicación: 15-08-1937
Publicación: Diario Ahora


Ayer comentamos la reciente medida del Concejo Municipal, fijando un precio de venta, al menudeo, del azúcar. Hoy queremos insistir sobre el tema, enfocándolo desde otros puntos de vista.
La producción total de Venezuela es de unos 20.000.000 de kilos de azúcar por año. Sólo una cuarta o quinta parte de ese volumen total, o sea de 4 a 5 millones de kilos, son consumidos por la ciudad de Caracas. Hay que descartar, por lo tanto, la posibilidad de que el alto precio de venta del artículo tenga por causa un exceso de consumo en la Capital de la República que haya superado a la capacidad de producción del país.
No se trata tampoco de una incapacidad momentánea de los productores de azúcar, por haber terminado simultáneamente todas las zafras, para abastecer el mercado caraqueño. Eso hubiera determinado, de ser así, un alza natural en el precio del artículo. Pero lo cierto es, como lo constata en su representación ante el Concejo el grupo de pequeños industriales que manipulan con azúcar, que del 2 de julio al 8 de agosto de este año entraron a Caracas, de sólo el Central Venezuela del Estado Zulia, la cantidad de 1.712 sacos grandes, con un peso total de 104.350 kilos. Este otro posible factor del alza debe ser descartado.
Y, por último, hay que poner también a un lado, como factor que pudiera haber contribuido al precio exagerado de ese artículo a un acuerdo entre lo productores para aumentar el precio del azúcar. Aquellos continúan recibiendo Bs. 5 por cada saco de 10 kilos, eso mismo reciben en mayo. Y mientras en aquella fecha el saco era vendido a Bs. 6,15 en la actualidad los abastecedores exigen hasta Bs. 9 por saco. En 60 días ha habido un aumento violento del valor del artículo de un 47%, sobre-precio de monopolio que se ha quedado íntegro en las manos de un grupo de mayoristas.
Sólo se han beneficiado con este sobre-precio artificial del azúcar aquellos de entre los productores que son más poderosos, económicamente y tienen vinculados sus negocios agrícolas con los de carácter comercial. Esa doble situación de productores en grandes y de comerciantes mayoristas los ha favorecido.
Más, la masa mayor de los productores continúa atravesando una situación que nada tiene de satisfactoria. La industria azucarera, como todas las otras raizales del país, vive precariamente, sin posibilidades de desarrollo.
Sobre este particular publica la Memoria del Ministerio de Agricultura y Cría (págs. 584-368) un extenso y documentado informe, rendido por el agrónomo Géigel Hernández después de hacer una visita de inspección a través de los fundos azucareros del Estado Miranda.
Según las contrataciones de ese experto, más del 80% de las haciendas visitadas en su jira estaban hipotecadas. Los agricultores se quejan de su mala situación.
En concepto del experto, tres fallas deben señalarse a la industria de la caña de azúcar en ese sector:
1. Administración. No es la adecuada. Hay mucho empirismo en el productor. No lleva una contabilidad precisa, que lo indique el costo exacto de la producción y le permita ajustar ese costo al precio del artículo en el mercado.
2. Trabajo en el campo. Es muy bajo el rendimiento del trabajo humano, aumentándose el costo de producción. Ese bajo rendimiento obedece, según el señor Geigel Hemández, "al lamentable estado físico de los trabajadores que los incapacita para realizar sus labores cabalmente" y a la ninguna preparación técnica del personal.
3. Oficinas. La maquinaria empleada en la mayoría de los ingenios es anticuada. De los trapiches no se obtiene, en términos generalmente, sino el 80% de extracción. "El problema -dice el informante- es de difícil solución por el momento, pues la mayoría de las haciendas no puede pensar en comprar maquinaria nueva que les permita obtener el máximo de beneficio.
No es la oportunidad de ahondar en el tema de la precaria situación de la industria azucarera. Lo haremos alguna vez como comprobación de la incapacidad económica del latifundio y en abono de la tesis de que ciertas industrias deben ser tuteladas por el Estado. Por hoy nos limitaremos a destacar la circunstancia -que evidente surge de este artículo- de no haberse beneficiado en las especulaciones con los precios del azúcar sino un grupo reducido de acaparadores urbanos y aquellos pocos de entre los dueños de ingenios que están asociados a grandes almacenes de Caracas.