Autor: Rómulo Betancourt
Título: El reajuste de las deudas es una necesidad. Parte I
Fecha de publicación: 26-04-1937
Publicación: Diario Ahora


La valorización del bolívar ha de producir, lógicamente, perturbaciones más o menos intensas en los distintos sectores de la economía y en sus relaciones mutuas. Uno de los efectos de repercusión más profundo se deja sentir sobre los deudores, quienes tendrán que atender al cumplimiento de las obligaciones pendientes, con un medio de liberación más caro que el que regía para la fecha de la contratación de la deuda.
Un individuo, comerciante o agricultor que hubiera contraído una deuda -pongamos por caso- de diez mil bolívares cuando el bolívar tenía un poder adquisitivo o liberatorio de sólo 3.90, tendrá que cancelar con una moneda cuyo poder adquisitivo o liberatorio es de 3.06, es decir, aproximadamente un 28 por ciento más alto. En realidad pagará su deuda con una moneda que le cuesta 28 por ciento más cara y lo justo, lo exacto, sería que el monto de la deuda fuese rebajando en la misma proporción.
Entre los agricultores existen todavía deudas, privilegiadas muchas de ellas, que fueron contraídas con un bolívar más bajo aún, lo que crea una situación todavía más difícil y más injusta. Por otra parte, es notorio que los créditos concedidos a los agricultores en los años de prosperidad o de inflación, sumados a los intereses acumulados, exceden en mucho a su capacidad de pago y al precio real que hoy pueden tener sus fincas.
Comerciantes y banqueros enseñan en sus cuentas corrientes cifras que en verdad y en la mayoría de los casos no valen la mitad o la cuarta parte. No podrán recobrarlas íntegramente. Es para ellos mucho más sano y lo es también para la economía general, borrar todo lo engañoso y reducir esas cuentas a los límites que marcan la capacidad de pago del deudor. Estamos ciertos de que esta medida producirá un efecto psicológico de magníficas consecuencias sobre los agricultores quienes se sentirán nuevamente estimulados al trabajo y para los acreedores es tanto mejor dejar a un lado cantidades sofisticadas y adaptarse a la verdad de la situación.
El reajuste de la deuda agrícola es una medida que, a más de justa, es de buena política comercial y económica. Nosotros sabemos que ya muchas de las grandes firmas acreedoras de la agricultura han transado numerosas cuentas, reduciéndolas a límites racionales. Sabemos que el Banco Agrícola y Pecuario ha obrado de la mima manera en numerosos casos de cuentas congeladas. Consideramos que, para que el reajuste surta todos los efectos favorables que de esta medida deben esperarse, es necesario hacerlo simultáneo y general, es decir, que sea objeto de una Ley. Sirvan estas líneas de insinuación a los señores del Congreso.