Autor: Rómulo Betancourt
Título: Problemas de mercado para el café
Fecha de publicación: 30-11-1937
Publicación: Diario Ahora


En un diario local ha sido reproducido, tomándolo de prensa belga, un discurso pronunciado en Amberes por el Cónsul de Brasil.
El diplomático brasilero le dio un extraño título a su exposición: "El café, enemigo público No. 1". Y ese rótulo para su discurso lo extrajo de la situación que ocupa el café en los mercados europeos, cuyos puntos de acceso se le cierran con las altas barreras aduaneras como si se tratara, efectivamente, de un "enemigo público" de los pueblos.
La exposición que glosamos contiene, al par que una hojarasca literaria sin importancia, datos de sumo interés. Son los referentes a la escala ascendiente de tributos de importación cobrados en las naciones consumidoras sobre cada kilo que se importa. Esa escala tiene su cifra más baja en la China: 1 1/2 franco por kilo. Y su más alta cifra en Italia: 40 francos por kilo. Entre los dos extremos de mínima y máxima imposición, están las intermedias: 3 francos en Bélgica, 6 en Suiza, 12 en Polonia, 14 en Francia, 22 en Alemania, 32 en Austria, 37 en Hungría. Y hay que dejar constancia de que esas cifras se refieren exclusivamente al impuesto arancelario. A ellos se agregan otros, sobre el consumo, dando como resultado que en Italia, por ejemplo, la suma de los impuestos que pesan sobre un kilo de café, antes de llegar a las manos del consumidor a través de los canales distribuidores del comercio, es de 75 francos.
Este régimen de excepción establecido con respecto al café por los gobiernos de naciones consumidoras significa para aquellos proventos muy apreciables. El Gobierno Francés, por ejemplo, obtuvo en 1934 más de mil millones de francos nada más que de gravámenes sobre la importación de ese grano. Italia por su parte, obtiene por el mismo concepto un promedio de mil doscientos millones de francos. Y como observa, haciendo un comentario marginal a esas cifras, el cónsul del Brasil en Bruselas, los plantadores de café del Brasil no alcanzan a obtener como beneficios ni siquiera una décima parte de aquellas.
Estos datos son sumamente reveladores. De un lado, ponen en evidencia esa monstruosa situación de que las naciones cultivadoras del café derivan menor suma de beneficios de ese cultivo que la obtenida por las naciones consumidoras. Del otro, convencen hasta al más ignorante de las cuestiones económicas de cómo no podrá pensarse en solucionar la crisis del café mientras no se le libre de las pesadas tributaciones que sobre él existen en los mercados europeos, haciendo así imposible su consumo por las grandes mayorías. Sólo los estratos sociales más favorecidos en la distribución de la riqueza están en condiciones de consumir la aromosa y cara bebida.
Esto plantea la necesidad urgente de que las naciones productoras de café hagan un frente común con la finalidad de luchar por la reducción de las tarifas arancelarias y demás impuestos cobrados al grano en los mercados del exterior.
Obteniéndose esas rebajas, aumentará automáticamente el consumo del café americano en las ciudades europeas. Los sectores sociales que no pueden consumir una bebida que tan caro cuesta, la tendrán ya a precios accesibles; y la consumirán.
Venezuela debe tomar la iniciativa de la formación de ese frente cafetalero. No ignoramos las dificultades con que se tropezarán. El fracaso de la Conferencia Cafetera de la Habana, y los resultados poco positivos obtenidos por las deliberaciones realizadas en el Instituto Panamericano del Café, en Washington, son hechos muy recientes y muy expresivos. Contra todos los factores adversos debe lucharse, creándose una conciencia americana del problema, sólo al precio de coordinar los esfuerzos anarquizados y dispersos podrá alcanzarse la modificación de esa situación actual, que ha convertido al café en un supuesto "Enemigo público No. 1" de los pueblos europeos y en una fuente de fantásticos proventos para los fiscos de esos pueblos.