Autor: Rómulo Betancourt
Título: Excesiva importación de automóviles
Fecha de publicación: 06-08-1937
Publicación: Diario Ahora


"Venezuela", publicación mensual en lengua inglesa editada en Nueva York por la Cámara Venezolana de Comercio, publica en su número 3 (julio de 1937), una interesante estadística. Se refiere al número de automóviles, con su peso y precio totales, exportados desde Nueva York hacia nuestros puertos durante los meses corridos de enero a junio del año en curso.
Esos datos revelan bien a las claras cómo el renglón de automóviles es uno de los canales por donde se va al exterior buena parte de esas reservas monetarias tan necesitadas por la economía nacional.
Los datos en referencia son éstos:

Automóviles exportados de Nueva York para Venezuela entre Enero y Junio de 1937

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N° de autos


Peso en kilos


Valor en dólares




Enero


582


906.979


$


342.928.46




Febrero


935


1.568.069


"


596.196.40




Marzo


755


1.191.295


"


458.276.14




Abril


734


1.147.026


"


427.206.52




Mayo


-750


1.392.423


"


524.014.89




Junio


617


968.948


"


380.308.43




Total


4.371


7.174.740


$ 2.728.930.84




Si se comparan esas cifras con las de otros países de América, vemos en forma más neta cómo son de exageradas las importaciones venezolanas de automóviles. Por ejemplo, en el mismo mes de Mayo de 1937 en que Venezuela importó 750 automóviles, Colombia ¯nación con 9 millones de habitantes, o sea, el triple de la nuestra¯ apenas importó 289.
Nosotros importamos en ese mes 461 automóviles más que nuestros vecinos occidentales.
No negamos la circunstancia de que Colombia es un país con extensa red ferrocarrilera y cuya población se desplaza, además, por las vías fluviales interiores. Allá no son los ríos navegables, como en Venezuela, rutas prácticamente desechadas. Pero aún así resulta de mucho volumen esa diferencia apuntada, y en un solo mes, entre el número de automóviles importados por una y otra nación.
Podría objetársenos también que en Colombia la importación cuantiosa de automóviles ha encontrado una valla en el alto precio de las divisas extranjeras, debido a la devaluación del peso, cuya relación con el dólar es de alrededor del 175%. Y que, en cambio, la valorización del bolívar, y por lo tanto, la baratura del dólar en el mercado de letras venezolano ha sido un incentivo para la importación intensificada. Sin desdeñar la parte de verdad en este argumento, recordamos simplemente la circunstancia de que no se trata de un fenómeno circunscrito a un período de meses determinado. El fenómeno viene de bastante tiempo atrás y se ha repetido con regularidad, pese a las fluctuaciones cambiarias. El hecho real es que Venezuela, país de escasos 3 millones de habitantes, importa anualmente más automóviles que Colombia, país cuya población supera en tres veces la venezolana.
¿Cuál causa, o cuáles causas, explican este intenso comercio de importación realizado por nuestro país, con relación a los automóviles? Trataremos de dar respuesta a esas preguntas.
La primera de esas causas ¯y aquí nos referimos principalmente a los autos suntuarios, de modelos caros, los mismos que brillantes como espejos se amontonan por centenares en las puertas del Hipódromo¯ está en el rastacuerismo de los "nuevos ricos" del país. Los enriquecidos a la sombra del presupuesto negociando "royalties" petroleros o sirviendo de testaferros a los concesionarios del régimen anterior, se sentirían deprimidos de no cambiar de modelo todos los años. Y devuelven casi nuevo a la agencia el auto costoso, para recibir el que trae la última novedad en carrocería o motor. Ante esta situación, el Estado no puede actuar en moralista. Si el "nuevo rico" quiere invertir dinero en autos caros, que lo haga, pero pagando de paso su capricho. Impuestos altos, casi prohibitivos, deben fijársele a los automóviles de lujo. Y esas medidas, lograrán dos resultados: o disminuir la creciente fuga de dinero para pagar esos vehículos espectaculares; o aumentar los ingresos fiscales, si es que los potentados del país prefieren pagar los autos suntuarios a sus nuevos precios y la importación no decae. Tanto una como otra salida de la situación serían favorables a la Nación.
Y al Iado de esa medida, que bien pudiera calificarse de "sanción fiscal', hay otras por tomar, más profundas y generales. Si en Venezuela se importan en cantidad creciente los autos y camiones de modelos poco costosos es para asegurar el transporte de una población que no se desplaza sino por la carretera. Las vías fluviales de penetración y el mar, no son utilizados como medios naturales para desplazar por ellos personas y cosas. De modo tal que una manera indirecta de detener la creciente importación de vehículos de motor ¯y de sus accesorios y repuestos, que constituyen también fuertes renglones¯ sería la de fortalecer nuestra destartalada marina mercante nacional. El día en que tengamos surcando al Orinoco una flota de vaporcitos cómodos y rápidos, tal como los que recorren el Magdalena colombiano; el día en que dispongamos de unos cuantos barcos decentes y seguros para hacer el tráfico de cabotaje, semejantes a los que constituyen el orgullo de Chile, la gente viajará por mar y ríos, el comercio y los agricultores utilizarán también esas vías de transporte. Y la decadencia de la carretera como ruta única de comunicación se reflejará automáticamente en una reducción de esas cifras impresionantes que anualmente salen de Venezuela para las cajas de Ford, de la General Motors y de la Good Year.