Autor: Rómulo Betancourt
Título: A propósito de la industrialización de Venezuela
Fecha de publicación: 28-07-1937
Publicación: Diario Ahora


Se nos ha escrito una carta, relacionada con los dos artículos en que criticábamos las tendencias parasitarias del capital nacional.
En esa carta se nos dice que en Venezuela no es posible crear una industria pesada, porque carecemos del elemento fundamental para nutrirla: el hierro; y se nos pregunta que indiquemos como las industrias de transformación, del tipo de las llamadas ligeras, podrían establecerse en el país con mercado seguro. Vamos a complacer a ese espontáneo colaborador de nuestra columna.
Es cierto que hablar de industria pesada, de industria constructora de máquinas, es algo todavía bastante utópico en Venezuela. La alta técnica alcanzada por los países que han arribado a las etapas superiores del industrialismo, les permite producir máquinas a precios y con cualidades incompetibles por países en trance de iniciarse en la vida industrial. Esa parece ser la objeción mayor que por el momento pueda hacerse a un intento de creación en Venezuela de una industria productora de maquinaria. Y no la de carencia de mineral de hierro en nuestro subsuelo. En meses pasados, en un artículo de periódico, el Ingeniero Horacio Castro transcribía párrafos de una solicitud introducida por un grupo de colegas suyos al Ministerio de Fomento relacionada precisamente con la posibilidad de explotar comercialmente el hierro en que es rica la Sierra de Imataca. Según los cálculos de esos profesionales, a lo largo de esa cadena de montañas existe una riqueza potencial de ese mineral calculable en la cantidad de un mil ochenta millones de toneladas.
Pero, dejemos esto de lado. La explotación de nuestras reservas de hierro es algo todavía muy nebuloso y lejano; y sin hierro, no hay industria pesada posible. Por eso cuando hablábamos nosotros en esta columna de la posibilidad de producir en nuestro país, siempre que el capital criollo deje de invertirse en casas de alquiler y propenda a la aplicación improductiva, muchos artículos de consumo que actualmente se importan nos referimos a los de la industria ligera.
La segunda pregunta que nos hace el amigo cuya carta glosamos, es muy fácil de contestar. Más de una vez, desde las páginas de publicaciones oficiales o en las columnas de la prensa diaria, se han insertado extensas listas de mercaderías, que importamos dándole así salida para el extranjero a nuestro escaso oro cuando se dispone en Venezuela de las materias primas requeridas en la producción de aquéllas, de mano de obra suficiente, y, sobre todo, de un mercado seguro.
Revisando las páginas de la Estadística Mercantil y Marítima nos encontramos con numerosos artículos de fácil producción interna, y los cuales, sin embargo, nos vienen de Europa o de Estados Unidos. Todavía importamos más de 15 millones de bolívares en artículos de algodón (driles, lona, medias, zarazas, etc.) porque es insuficiente la producción de nuestra industria textil y porque ésta todavía no responde a los avances de la técnica en esa rama de la producción. En insecticidas importamos más de Bs. 300.000. En jabones para el tocador y medicinales, alrededor de Bs.190.000 En preparaciones dentífricas, cerca de Bs. 270.000. En tintas y cremas para calzados, Bs.40.000. En peines y peinetas, Bs. 34.000. En botones, Bs.292.000. En conservas alimenticias (jamones, embutidos, tocino, carnes en latas, etc.), más de un millón de bolívares. En mantequilla, más de trescientos mil bolívares. etc.
Estas cifras son lo suficientemente reveladoras de nuestra incuria y de nuestro atraso. No se concibe cómo disponiendo nosotros en la totalidad o de la mayor parte, de las materias primas requeridas para la producción interna de esas mercancías, las continuemos importando, anulando las posibilidades de un desarrollo independiente de la industria nacional y aumentando de año en año el déficit de la balanza de pagos del país, déficit artificialmente cubierto con los ingresos del petróleo.
Hay algunos de esos artículos -como observaba el señor Ramón Veloz en un trabajo publicado en la Revista del Ministerio de Hacienda- que no resulta comercial producirlos en el país, porque la totalidad de la materia prima debe importarse. Es el caso para algunas variedades de botones. Pero en cambio, sí estamos en condiciones de producir otras variedades del mismo artículo, o sucedáneos suyos. En el caso de los botones, por ejemplo, existen grandes posibilidades en Venezuela de crear una industria que manufacture ese producto a base de las madre perlas de oriente, las cuales exportamos para que en el exterior sirvan de materia prima al mismo botón de nácar luego importado. Y de la nuez que crece silvestre en Barlovento, y allí se pierde por nuestra incapacidad suicida para utilizar las riquezas naturales del país, nuez ésta conocida con el nombre de tagua o marfil vegetal. Esa nuez es aprovechada en el Ecuador, industrialmente, en la producción de botones y para la exportación hacia las zonas manufactureras del exterior.

Se nos ha escrito una carta, relacionada con los dos artículos en que criticábamos las tendencias parasitarias del capital nacional.
En esa carta se nos dice que en Venezuela no es posible crear una industria pesada, porque carecemos del elemento fundamental para nutrirla: el hierro; y se nos pregunta que indiquemos como las industrias de transformación, del tipo de las llamadas ligeras, podrían establecerse en el país con mercado seguro. Vamos a complacer a ese espontáneo colaborador de nuestra columna.