Autor: Rómulo Betancourt
Título: Más dinero y autonomía en su actuación necesita nuestro servicio inmigratorio
Fecha de publicación: 31-07-1937
Publicación: Diario Ahora


En nuestro artículo de ayer prometíamos analizar si lo acordado presupuestariamente para atender al servicio inmigratorio era suficiente; y si la forma como se abordaba la cuestión inmigratoria en Venezuela, desde el punto de vista administrativo, era la adecuada.
Con respecto al primer punto -a la crucial cuestión del dinero- no pueden ser más pesimistas las constataciones. En la Ley de Presupuesto hay destinada para inmigración apenas la cantidad de Bs. 200.000. Como ha sido observado, con mucha justeza, esa cantidad es apenas suficiente para elaborar un buen plan de inmigración, pero no alcanza para cubrir ni siquiera los gastos iniciales requeridos por el cumplimiento de aquél. Las partidas acordadas para el servicio de colonización suman cifras mayores: B. 600.000 para las colonias ya establecidas; Bs. 200.000 para las nuevas colonizaciones; y para las colonias subvencionadas, Bs 150.000. Además, como informaba en reciente Comunicado el Ministerio de Agricultura, se ha acudido al procedimiento de constituir juntas de colonos, a los cuales acuerda créditos, en forma de suministros entregables de acuerdo con las exigencias de los cultivos, el Banco Agrícola y Pecuario.
El sostenimiento y progreso de las colonias existentes -enfocamos la cuestión desde el punto de vista exclusivamente económico- están asegurados con las sumas previstas por el Presupuesto y con los créditos abribles por el Banco Agrícola y Pecuario. Pero ¿una política inmigratoria de mayores alcances puede realizarse con Bs. 200.000 anuales, apenas el cuatro quintos por mil de la totalidad del presupuesto de gastos del Estado?
Es claro que no. Y si alguna vez ha sido justificada una de esas "Rectificaciones del Presupuesto", tan condenables en principio, es en el caso que nos ocupa. Venezuela no puede invertir menos de cinco millones anuales de bolívares en fomentar la inmigración, si en realidad quiere que ese vasto pejugal que es la nación se multiplique de sembradíos y de poblaciones. En nuestro concepto, no podría merecer sino el más cálido aplauso la resolución oficial que aumentara brutalmente esta tímida e irrisoria partida que en el Presupuesto del período ordinario 1937-1938 ha sido acordada para Inmigración.
Otro aspecto, también fundamental, queremos enfocar a propósito de la Inmigración. Nos referimos a la importancia que le haya dispensado el Estado al problema inmigratorio, desde el punto de vista administrativo.
Existe en el Ministerio de Agricultura, adscrito a la Dirección de Economía Agrícola, un "Servicio de Inmigración, Colonización y Repatriación". Se trata de una oficina más en un Despacho Ministerial dotado como todos los otros, de oficinas en abundancia.
Otra tendencia prevalece en los países que se han encarado en serio con la cuestión inmigratoria. Argentina, Chile, Uruguay, etc., han creado oficinas de inmigración autónomas, dotadas de un estatuto legal propio, independientes de tutelas administrativas. Esos organismos estatales de inmigración están dotados no sólo de recursos monetarios cuantiosos, sino también de un personal especializado, técnico, al margen de los vaivenes de lo que por estos países nuestros llaman "la política", sin estar expuestos a que una brusca substitución de funcionarios superiores determine la cesantía de quienes tenían entre sus manos el estudio y resolución de un problema tan complejo como lo es el inmigratorio.
¿Por qué algo tan complejo no se intenta en Venezuela? La oficina de inmigración debiera independizarse; y ya constituido en organismo autónomo, dotada de su reglamentación propia, poner al frente de ella a un equipo de gente nueva y capacitada, capaz de entregarle sus energías y su fervor a esa empresa tentadora para todo hombre venezolano desvelado ante sus problemas, es de hacer afluir corrientes pobladoras hacia nuestros campos desolados, que producen en el viajero que se interna por los caminos de la provincia una sensación de pueblo a quien arrasó una peste, destruyendo gentes, ganados, sementeras.