Autor: Rómulo Betancourt
Título: Colombia y su petróleo
Fecha de publicación: 06-01-1938
Publicación: Diario Ahora


Ayer fue reproducido en un diario local, en primera página y con visibles titulares, lo declarado recientemente al periódico El Tiempo, de Bogotá, por el doctor Gonzalo Restrepo, Ministro de Hacienda de Colombia. La declaración en referencia versa sobre una reciente negociación celebrada entre el Gobierno y varias compañías petroleras (The Texas Corporation, The South American Gulf Gil Company, Socony Vacuum Gil Company y otras). Estas empresas, usufructuarias de concesiones en el Catatumbo, tienen el propósito de construir un gran oleoducto y un puerto sobre el Atlántico. Y han convenido en depositar a la orden del Banco de la República -instituto bancario estatal de Colombia- la cantidad de $ 4.000.000. El Banco destinará esa importante suma a reforzar sus reservas, con el propósito de darle una base más estable y firme a su sistema de crédito.
El director de las finanzas del Gobierno Alfonso López, en las mismas declaraciones que glosamos, anuncia que las empresas petroleras incluidas en el arreglo con el Gobierno tienen planeada la inversión de $10.000.000.00 en Colombia durante el año de 1938. Y a renglón seguido comenta el doctor Restrepo: Es un hecho de extraordinaria significación para el país, que desvirtúa fundamentalmente la tesis que quisieron hacer prosperar algunos elementos de la oposición, en el sentido de que el capital extranjero debía retraerse de inversiones en Colombia por virtud de la política desarrollada por el actual gobierno. Como puede verse, siguen viniendo capitales a Colombia.
Esta contestación del Ministro de Hacienda de Colombia no tiene un valor exclusivamente local. Lo que ha sucedido en el país vecino es lección que deben aprovechar todos los países americanos y más resueltamente que ningún otro el nuestro. El Gobierno colombiano ha iniciado una política de firme nacionalismo, impidiendo con mano enérgica los desmanes de las empresas imperialistas, como en el caso de la poderosa United Pruit Company, cuyo Gerente, Mr. Bennet, está o estuvo detrás de las rejas de un calabozo por irrespetar las leyes colombianas, y procurándole al Estado ingresos extraordinarios por concepto de impuestos directos cobrados sobre el exceso de beneficios obtenidos por las grandes empresas extranjeras. Estos impuestos le produjeron al Gobierno colombiano, durante el año fiscal 1935-1936, más de veinticinco millones de bolívares, cobrados casi exclusivamente sobre 11 compañías imperialistas.
Algo similar, aun cuando de mayor audacia, se está realizando en México, en donde el Presidente Cárdenas ha llegado hasta a la nacionalización de extensas pertenencias aceitíferas en manos de compañías norteamericanas. Sin embargo, como lo comentamos desde esta misma columna hace algunos días, se ha realizado una reciente negociación entre el gobierno y la compañía. inglesa Aguila, sobre la base de una participación en la producción bruta de los pozos que va del 15 al 30%, y habiendo depositado la compañía contratante a la orden del Gobierno, la cantidad de $5.000.0000.
Y esto ha sucedido en países que no ocupan un puesto fundamental en la producción de petróleo. Colombia, por ejemplo, está en el 9º puesto en la escala mundial de producción y lanza anualmente a los mercados consumidores apenas 26 millones de barriles, cinco veces menos de 10 que produce, y exporta Venezuela.
Todo esto comprueba como carecía de toda base razonable la objeción hecha por el ciudadano Presidente de la República, en su discurso del 1º de junio del año pasado, a una reforma audaz en el Ley de Hidrocarburos. Objetó que la experiencia de otros países, aludiendo concretamente al caso de México, demostraba como tales reformas se traducían en abstención del capital para invertirse. Y, precisamente, los casos dé México y Colombia revelan más bien la urgencia del capital aplicado a la industria del petróleo en explotar campos nuevos, aun bajo condiciones muy poco favorables para fines de rapiña. En estos momentos, cuando las naciones militaristas se preparan febrilmente para hacerle frente a un posible conflicto bélico, la búsqueda del petróleo, combustible sin el cual de nada sirven.1os aparatos motorizados de guerra, ha llegado a ser angustiosa para los trusts al servicio de esas naciones. Es ésta, pues, la hora de aprovecharse de la necesidad apremiante de petróleo para obtener en su explotación una participación más justa, sensiblemente mayor de la que hemos venido obteniendo hasta ahora.
En esta columna, casi con terquedad de obsedido, insistimos en nuestro problema petrolero, no desperdiciando oportunidad para plantear en algunas de sus múltiples aristas. Es que lo consideramos esencial, por cuanto la vida económica y fiscal de Venezuela -hoy y por quien sabe cuantos años aún- gira y girará alrededor del preciado oro negro.