Título: Mujeres venezolanas. Cap. XVII
Fecha de publicación: 20-03-1951
Publicación: Libro Mujeres Venezolanas (Otros reportajes)


MANIAS Y PARTICULARIDADES DE PRESIDENTES VENEZOLANOS
CRESPO CON "MIRAFLORES". -CASTRO CON "LA CASA AMARILLA" Y "LA VICTORIA". – ANTIMANO Y MACUTO PREDILECCION DE GUZMAN BLANCO. -
GOMEZ EN MARACAY

A través de los años, podríamos decir, de un siglo, se ha mantenido el recuerdo de las manías y particularidades de algunos hombres notables de Venezuela, especialmente de los que llegaron a escalar la Presidencia de la República.
Muchos historiadores conservan en su memoria arsenalesde cuentos, leyendas y hasta de "cachos" atribuidos a este o aquel caudillo. También son conocidas del pueblo muchas de sus predilecciones que los distinguieron, por aquello de que la villa de un hombre público es del dominio público. Y tiene que ser así. Las miradas de los pueblos están vueltas hacia sus gobernantes en espera del bien o del mal, del adelanto o atraso que habrá de llegarles a través de su actuación.

UN AMBIENTE ALDEANO. FALTA DE PRENSA

Y es que en Caracas todo trascendía rápidamente, debido al ambiente aldeano, ajeno al cosmopolitismo actual. Así las menores acciones, movimientos, gustos y palabras de los ciudadanos más connotados llegaba al público, el cual las rodeaba de simpatía o de antipatía, según los bienes o males que de ellas se desprendían.
Desde los tiempos de la Independencia era corriente oír en los corrillos callejeros y bajo el gracejo cordial, los chismes y comentarios en torno a las principales figuras de la época.
El escritor F. Tosta García refiere en su historia muchas anécdotas escritas sobre los hechos de la Independencia; otras hijas de la imaginación popular, que se tejían en torno a Simón Bolívar, el General Páez, el General Morillo, los hermanos Monagas, etc., etc.

Allí corre inserta una historia, producto del personalismo que distinguió a ciertos próceres de la Independencia, renuentes siempre a las exigencias del país, a los anhelos populares, a la solución de sus más ingentes problemas, pero prestos siempre a reformar la constitución para perpetuarse en el poder.
Y, lamentablemente, es un hecho irrefutable que todos nuestros Presidentes, o la gran mayoría de ellos, han sufrido el mal de la grandeza, unos muy graves, otros menos, y otros en grado superlativo, como es el caso del General Guzmán Blanco, quien llegó a editar una moneda cuyo perfil casi ocultaba el del Libertador.

A Simón Bolívar lo motejaron de "patiquín", murmurando mucho sobre su afición al bello sexo. Juan Vicente González satirizaba el modo de hablar de Juan Bautista Arismendi en sus crónicas satíricas. Y el mismo González, con sus devaneos políticos, la irascibilidad de su carácter y su vida tan Ilena de contradicciones y de odios políticos, se prestó también a muchas crónicas que han trascendido hasta el público.

Por aquellos tiempos, a falta de una nutrida prensa, la gente utilizaba los pasquines y los letreros en las paredes, donde se ponía de manifiesto todo el ingenio popular para condenar o alabar a los hombres públicos y los hechos del Gobierno. De esas expresiones, Arístides Rojas nos ha dejado algunas obras, y el resto ha sido recogido en el folklore.
Con la República y el advenimiento de mayor número de periódicos, y a la vez la intensificación de la lucha de partidos, se inició la mayor difusión de sátiras y cuentos sobre los más connotados hombres de la política, reflejando en gran parte la opinión popular con respecto a aquéllos.

De esta manera los personajes se veían rodeados de cierta aureola leyendaria que a veces les daba mayor interés ante sus contemporáneos. Como ya hemos dicho, entre los escritores, quien se prestó a la mayor cantidad de cuentos y expresiones, fue Juan Vicente González. En política, Guzmán Blanco estuvo también rodeado de cuentos e historias acerca de sus manías, entre las cuales la más destacada era la manía de grandeza.

Otra de las manías más corrientes entre los gobernantes venezolanos era aquella de "echar a retozar las uñas"; y acerca de su predilección por las mujeres, son numerosas y algunas picantes, las anécdotas de nuestros Presidentes. Cuentan que uno de ellos decía que "cuando se llegaba a la Presidencia de la República, la cacería se paraba en la escopeta".

¿CONOCE LA ANECDOTA DEL LIBERTADOR EN BOGOTA?

-Bueno, no la recuerdo, propiamente, contestamos.

Y el colombiano, que es dueño de una formidable memoria, nos la refiere:

-Bolívar estaba en su Quinta cuando llegó Manuelita a su lado. Todo eran visitas de personajes, de diplomáticos. La casa estaba invadida noche y día por gente que iba a visitar al Libertador, quien no tenía tiempo ni para reposar, menos para dedicarlo a la amada.

-Una tarde... Bolívar salió pasta el parque cercano y se detuvo ante una negrita que lavaba la ropa a la orilla del río. La interrogó sobre cosas de su vida: ¿Cuánto ganaba? ¿Sabía que ya era libre? ¿No conocía al Libertador?... En esto lo encontró Manuelita, quien en arrebato de celos le arañó la cara.

-Pues bien, Bolívar tuvo que permanecer muchos días encerrado en su cuarto hasta que los rasguños desaparecieron...
Pero ya él había perdonado estos abusos a su "loca adorada..."

LA CIUDAD DE MARACAY

Dicen algunos historiadores que nada es más desesperante para los hombres públicos que el desprecio popular. Ellos pueden soportar las persecuciones, el furor de las pasiones humanas, mirarlo con ojos tranquilos y serena frente; pero nada los abate tanto como el desaire del pueblo. El General Páez, a pesar de sus glorias en los campos de batalla, a pesar de Las Queseras del Medio y de Carabobo, sufrió estos desdenes del pueblo, allá en Puerto Cabello, cuando al arribo del vapor en que llegaba el Dictador, los muelles, calles y plazas se fueron quedando desiertos. Y era que el pueblo venezolano ha sido siempre ajeno a estas fanfarronadas demagógicas de recepciones y conferencias con que ellos suelen engañarlos.
En los tiempos de la Independencia, Maracay revestía una posición estratégica de gran valor. Estaba cercana a la capital y al mismo tiempo era la llave de los Estados del centro y occidente. Fue tal vez por esto, y por estar situada en el corazón de la ubérrima Aragua, que muchos Dictadores la tomaron como sitio de residencia.
Maracay, en los tiempos coloniales era un pueblo joven. Uno de sus principales terratenientes lo fue el Marqués de Mijares, quien poseía vastas extensiones de tierra para el cultivo del añil, el tabaco y la caña de azúcar. Desde entonces la población se veía frecuentemente visitada por muchas gentes, debido a su riqueza y a sus magníficas cosechas que se recogían año tras año. En 1728 tenía 5.558 habitantes y más de mil judíos que llegaban allí atraídos por los negocios. Entonces el aire de Maracay era tibio y agradable por su cercanía con la montaña y por la evaporación de la vecina Laguna que mantenía las plantas húmedas y frescas.

Allí, entre hermosas palmeras y grandes bosques y plantíos, se levanta la casa de La Trinidad que fuera regia mansión do los Fernández de León, de los Marqueses de Mijares y más tarde residencia del General Páez, de Guzmán Blanco, de Crespo...
Ya desde entonces, la alejada villa de Maracay era una ciudad palaciega, con su corte y sus diplomáticos, sus congresantes y áulicos, que venían a hacer zalemas a los presidentes allí residenciados.

CRESPO Y LA INMORTALIDAD. - GUZMAN BLANCO Y ANTIMANO. - MACUTO EL BIARRITZ VENEZOLANO

Desde luego el General Crespo es recordado por el Palacio de Miraflores. El lo hizo levantar en la forma como hoy todavía lo estamos viendo.

Y con el prurito de inmortalizarse no tan sólo dejó grabado su retrato y el de su esposa en las paredes y cornijones, sino que hasta en el suelo, en las locetas del pavimento, está escrito su nombre y el de doña Jacinta.

En los tiempos de Guzmán Blanco, Caracas se fue transformando en una corte versallesca, donde se hablaba en francés, se usaba la última moda de París, y se vivía en "adoración perpetua". Guzmán Blanco fue llamado el "Autócrata Civilizador", pero él mismo se había dado el título del "Ilustre Americano". Se cree siempre más grande que todos los venezolanos, aun los más ilustres de su época. Debido a sus numerosos y prolongados viajes a Europa, quiso transformar la capital en un "pedacito de París". Fue bajo su mandato que las arcadas coloniales que rodeaban la Plaza Mayor, fueron echadas al suelo para levantar la hoy Plaza Bolívar.

Maniático de grandeza y de lujo, le gustaba derrochar dinero en embellecer la capital. Así aparecieron sucesivamente en Caracas el Teatro Municipal, que se inauguró bajo el nombre de Guzmán Blanco; el Palacio Federal; el Salón Elíptico, el Museo, el Palacio de las Academias, la Universidad, el Ferrocarril de La Guaira a Caracas, los numerosos puentes y avenidas que llevaban su nombre, y las estatuas de los héroes. También aparecieron "Saludante" y "Manganzón", las estatuas que el pueblo y los estudiantes derribaron más tarde.

-Guzmán Blanco no fue un Presidente, sino un Rey, que lo único que le faltó fue la coronación, nos asegura la anciana que le conociera cuando niña.

-Era también hombre mujeriego, dado a las fiestas y parrandas. Allá en Antímano, construyó una Quinta donde celebraba grandes recepciones y donde los banquetes se sucedían unos a otros, alegrándose con vinos franceses y salpicados de frases en el idioma de Moliere... Los criados se llegaban a la sala y gritaban: "Madame est servíe".

-Antímano conoció entonces todo su mayor esplendor: "una corte versallesca" se había instalado en la Quinta del General, donde se reunía toda la crema de la sociedad junto con los extranjeros y diplomáticos europeos a que era tan aficionado el Ilustre Americano.

Pero una vez desaparecido el vecino fastuoso, el pequeño burgo de Antímano fue decayendo poco a poco. Está escondido entre dos enormes montañas que parece se lo fueran a devorar. Una escasa población pernocta en él, en sus amplias quintas y casas que han ido también trepando los cerros vecinos.

Después que Guzmán Blanco y sus herederos abandonaron el "pequeño Versalles" como se le llamaba, decayó y hoy se mira la fastuosa Quinta del Dictador en estado de ruina.
Guzmán Blanco dio también gran esplendor a Macuto. Allí solía trasladarse con sus familiares en las vacaciones. La "corte" entonces se reunía bajo los uveros y era corriente mirar al "Autócrata Civilizador" en traje blanco pasearse bajo los frondosos uveros.
Guzmán Blanco fundó los Baños de Macuto, donde Tacao era el Jefe indiscutido, muy conocido, por lo demás, de h s bellas de la época. Construyó también el Casino y la Guzmanía, su residencia particular.

-Macuto es nuestro Biarritz, nuestro Trouville, nuestro balneario famoso, decían los áulicos que llegaban a darse sus baños de mar.
Guzmán Blanco acabó su vida lejos de Venezuela y algunos amigos refieren que el viejo dictador soñaba con revivir en los aledaños de Caracas: tal vez añoraba su Quinta de Antímano, o sus baños de Macuto, su Guzmania, ¿quién sabe?

CIPRIANO CASTRO Y LOS BAILES

El General Cipriano Castro fue el único Presidente de la República que vivió con su señora en la Casa Amarilla. Allí era donde se celebraban los grandes saraos y fiestas iluminadas en las cuales el General Castro, que había cobrado fama de guapo, solía bailar tocado de un gorrito con una borla que le cabalgaba sobre la nariz.

Castro no tuvo predilección por ningún sitio, con excepción, tal vez, de La Victoria, que fue llamada "La ciudad Santa de la Restauración", donde solía retirarse en ocasiones. Su gran manta eran las mujeres y las fiestas. Era un gran enamorado el General Castro. Por allí corren todavía relatos de las suntuosas fiestas que se realizaban en Villa Zoila y en la Casa Amarilla. Un cronista de la época relata así una fiesta de la Casa Amarilla:

"La Casa Amarilla fue convertida en un palacio encantado. Cuatro mil lámparas incandescentes ordenadas de una manera artística y veinte y seis focos de arco voltaico, impresionaban a primera vista de una manera deslumbradora. Los salones eran fuente de maravillas, sobre todo el salón azul que contenía dos grandes escudos de Venezuela hechos de flores naturales. Todo era derroche de belleza que rayaba en lo incomparable".

Otro expresaba: "Desde los tiempos prehistóricos, el baile ha simbolizado paz, conciliación y amor... Hoy simboliza todo esto y además cultura, adelanto, civilización... De suerte que no se explica un pueblo civilizado que no baile, que no baile mucho... Hoy que la paz sonríe a la cara y amada Patria, nada más natural que vuelva a brillar la danza en nuestras costumbres sociales"

"...el interior de la Casa Amarilla semejaba una morada de Hadas. Los salones del palacio regiamente decorados e iluminados a "giorno", henchidos de hermosas y fragantes flores en formas de aves, estrellas, escudos, barcos, etc., etc... "
Pero el General Castro tenía también delirio de grandeza, y supo conservar intacta su fama de guapo que ha llegado hasta hoy. Se paseaba por la Plaza Bolívar solo por las noches, oyendo la retreta y cuentan que una noche los "mochistas" le echaron unos tiros. Mientras todos corrían despavoridos, Castro se quedó de pié esperando el resultado.

-Era un hombre guapo, no le corría a las balas, ex clamaba un viejo de la época.
Castro usaba un levitón gris, lo que le valió el mote de "el hombre de la levita gris", y acostumbraba salir en victoria a medio capacete saludando al pueblo con un pañuelito de encajes.

GOMEZ Y MARACAY

Para los tiempos de la dictadura gomecista, Maracay era una villa en pleno período de decadencia. Pero una vez instalado Gómez en ella, comenzó a surgir y llegó a conocer épocas de fasto y de grandeza. Lo primero que construyó el dictador fueron carreteras -las famosas carreteras gomecistas-, cuarteles, un circo de toros, un teatro, una escuela de aviación, una gallera -juego predilecto del mandatario-, Las Delicias, donde se retiraba a descansar; el Zoológico, y lujosas quintas donde se instalaban los numerosos amigos y familiares del amo de Maracay. Todo, las fábricas, las haciendas, todo cuanto tenía Maracay era propiedad de Gómez, y hasta las estatuas de los héroes tomaron un día el camino de Maracay.

Aquella mañana los vecinos del Parque Ayacucho se sorprendieron al ver la estatua del Mariscal en el suelo. Y preguntaron:

-¿A dónde se llevan la Estatua del Mariscal Sucre?
Pero nadie contestaba. Algún trabajador decía por lo bajo: "Ordenes son órdenes, señora. Nos han ordenado bajarla del pedestal. Nada sabemos..."
El camión partió por la carretera y no se detuvo hasta llegar al Parque de Maracay. Allí quedó instalada el mismo día, porque el General tenía prisa porque luciera en su villa. También instaló una de Bolívar exacta a la que luce la Plaza Bolívar de Caracas.
Gómez no quiso nunca a Caracas. Todas sus simpatías y esfuerzos fueron dedicados a embellecer a Maracay. En el lapso de algunos años aparecieron bellos parques, jardines, hoteles suntuosos, calles, quintas, templos... Era una especie do segunda capital de la República, pero Caracas ostentaba todavía el título, hasta que un día...

-Anjá!... Yo quiero que el Congreso se traslade a Maracay porque tengo que hacerles una proposición.
Los áulicos se miraron las caras sin chistar, porque todos le temían. Ya sabían de memoria lo que se proponía trasladar la capital a Maracay. Y se reunió el Congreso en la iluminada villa. Caracas se quedó sola, silenciosa, indiferente, menospreciadora...
Cuando todos estuvieron reunidos se oyó la propuesta del General, quien pidió a sus congresantes declararan a Maracay capital de la República, puesto que allí era donde residían los poderes públicos. El era los poderes públicos.
Todos se quedaron boquiabiertos. No esperaban esta acometida tan directa. José Ignacio Cárdenas apoyó decididamente al Dictador. El doctor Arcaya le refuta haciendo una brillante intervención. Defiende la capital desde el punto de vista histórico, jurídico, económico... Le sigue en la defensa el doctor Itriago Chacín, quien pronuncia una gran defensa de Caracas. Después se oye la voz del doctor Rubén González quien sostiene los fueros de Caracas. La cosa marcha mal para el dictador, quien presenciaba la discusión y observaba con sus ojillos ladinos a todos los que hablaban y... también a los que callaban.

Cuando todos hubieron dicho su palabra en la defensa de Caracas, se disolvió la reunión y cada cual partió para su casa. A la salida, el General Gómez detuvo al doctor Antonio Alamo y le dijo:
-He observado que usted estuvo callado durante el debate, y quisiera oír su opinión, doctor Alamo... Lo cito para mañana a las cuatro en mi casa para que me la diga...
A las cuatro de la tarde se presentó el doctor Alamo ante la presencia del omnipotente dueño de Venezuela. Después del acostumbrado saludo, se sentaron a conversar. El doctor Alamo le expuso su punto de vista: Caracas es la capital de la República porque es la cuna del Libertador, porque allí se fundó la Capitanía General y se instalaron las primeras autoridades.
-Yo estoy de acuerdo con lo expuesto histórica y jurídicamente por mis colegas ayer, le dijo. Y continuó:
-Además, General, si la capital se trasladara a Maracay, toda esta paz y sosiego que usted vive tan a gusto, desaparecería. Se transformaría en una ciudad bulliciosa, inquieta, febril... Todo este encanto desaparecería. Usted tendría que fabricar lujosas quintas para hospedar al Cuerpo Diplomático, para los Congresantes, para los Ministros, para los visitantes...

Gómez se quedó un instante silencioso y luego inquirió:
-¿Y la señora aquella gorda también vendría a vivir aquí?

-Claro que sí! Ella es la representante de un país amigo...

-Pues que se quede la capital en Caracas! Yo no quiero cerca de mí a esa señora tan atacona...

Y así fue como el doctor Alamo ganó la batalla. Maracay siguió transformándose en una ciudad floreciente que luego, a la muerte del dictador, ha continuado evolucionando.

Y así quedaron caro lector, para la posteridad, las predilecciones y manías de algunos gobernantes, los de ayer, podemos decir. De Guzmán Blanco solo quedan los recuer- dos de los bienes que hizo al pueblo y de sus manías de grandeza. De Castro el recuerdo de sus fiestas y su amor por las mujeres. De Gómez el terror de sus veintisiete años de dictadura. Y es que de los gobernantes, sólo quedan perdurables en la conciencia de los pueblos sus buenas acciones... y también las malas. Los pueblos no olvidan. Tampoco perdonan los engaños.

24 de agosto de 1949.